Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco, en la Celebración de la Vigilia Pascual.

¡Ha resucitado! Este es el anuncio más hermoso que se haya hecho sobre la superficie de la tierra, durante todos los años, todos los tiempos, el Hijo de Dios que bajó del cielo para salvarnos a nosotros pecadores, ha resucitado, -víctima-, lleno de luz, de poder y de hermosura, y de amor, por los siglos de los siglos. Vive para nosotros y vive con nosotros, y también nos compartirá la hermosura de su vida y la grandeza de su poder.

 

Queridos hermanos, que bueno que durante esta noche hemos experimentado muy en serio lo que es la oscuridad, esta noche nosotros hemos sentido en carne propia lo paralizante, lo feo que es la oscuridad. Esa oscuridad significa el abismo, la muerte, toda la serie de incapacidades humanas, toda la serie de necesidades y ataduras humanas, pero hemos visto, hemos escuchado y hemos sentido, como la Palabra de Dios nos ha ido llevando, nos ha ido levantado, nos ha ido regalando el misterio de la vida, el misterio de la luz, el misterio del amor de Dios.

Por eso mis queridos hermanos, cómo debemos de felicitarnos, por qué este anuncio, por qué este regalo, por qué esta persona, desde toda la eternidad vivía para nosotros, casi podemos decir, Cristo ha existido sólo para ti, Cristo ha sufrido sólo por ti, ciertamente por ti, por mí, por todos. Un cariño, un enamoramiento, una emoción, una entrega total, hemos nosotros de ofrecer a partir de hoy, consciente, plenamente, a nuestro Divino Señor.

No existe lenguaje, no existe corazón que pueda agotar la dicha, la grandeza de este misterio. Un poco sentimos la belleza del amor de Cristo, cuando nosotros encontramos personas buenas, personas amables, personas dulces, personas finas, hechas por Cristo ciertamente, para nosotros, para gloria de Dios. Queridos hermano, por eso, como dijeron los ángeles a las mujeres, ya no vuelvan a buscar entre los muertos al que está vivo, al que es el Señor de la Vida. Vamos a caminar, vamos a buscar, vamos a recoger con un amor profundo, con un idilio grande el misterio, la Palabra, la doctrina de Jesucristo Nuestro Señor.

Él ha venido sí a inspirarnos, pero sobre todo a salvarnos, a levantarnos, a sacarnos de toda oscuridad, de toda esclavitud, como sacó a los israelitas de Egipto; a sacarnos de toda miseria, de toda ignorancia, de todo error, de cualquier caída, de cualquier tumba, de todo lo que nos amenace, nos avergüence y nos destroce.

Jesucristo mis queridos hermanos, es el lucero, es la luz, es el sol de Dios para nosotros, siempre podremos experimentar su grandeza, su infinita verdad, su auténtica sabiduría, por eso, al felicitar a estas niñas o niños, jovencitas o jovencitos, hermanas o hermanos, que han venido a recibir el Bautismo, la Confirmación, la Sagrada Eucaristía, su obispo les dice, bienvenidos a la Casa del Señor, bienvenidos a la Mesa del Señor. Forman parte de Jesucristo, son pertenencia de Cristo, a partir de hoy ustedes son el cortejo luminoso de Cristo en medio del mundo. A partir de hoy ustedes van a reflejar, ustedes van a compartir, no digo un poquito, sino mucho de Cristo. Ustedes van a ser el rostro de Cristo, ustedes van a ser la palabra, la voz de Cristo en nuestro mundo, ustedes van a ser la caricia  de Cristo, la fuerza, la santidad, y la hermosura de Cristo en medio de este mundo oscuro, de este mundo corrompido, ignorante, triste, derrotado, violento, idólatra, que derrama tanta sangre y tanto dolor.

Al pertenecer a Jesucristo, ustedes serán constructores de vida, serán constructores del amor, ustedes llevarán por siempre la sabiduría de Dios en sus corazones, en sus espacios y en su mundo. Felicitemos a nuestra Iglesia diocesana, felicitemos a la Iglesia Universal, porque hay personas que siguen viviendo gracias a Cristo, hay personas que siguen recogiendo con amor, con veneración, el misterio de vida que Dios depositó en Jesucristo Nuestro Señor.

Nunca se aparten de Cristo, nunca se avergüencen de su Iglesia Católica, nunca duden que el poder de Jesús los levantará, los purificará, los renovará y los engrandecerá.

Damos gracias a Dios queridos hermanos por este regalado tan precioso que ha hecho a su Iglesia a través de los catecúmenos, a través de los que recibirán en este momento las aguas frescas, el rocío transparente y purísimo de Dios. Lo bendecimos a nuestro Divino Señor y le pedimos que ustedes sean el adorno, la corona espléndida, hermosísima, de Jesucristo para los tiempos actuales, Así sea.