Texcoco, Méx. 11 de junio de 2020. “¡Qué alegría para la Diócesis -de Texcoco- honrar, celebrar, adorar el sagrado cuerpo de Cristo con su sangre preciosa, pues es una diócesis eucarística!”, fueron las palabras con las que Mons. Juan Manuel Mancilla, Obispo de Texcoco, inició su homilía este jueves que celebramos la Solemnidad de Corpus Christi.

Acompañado por los Vicarios Episcopales y los rectores de los dos seminarios que se encuentran en el territorio diocesano, don Juan Manuel presidió la solemne Eucaristía luego de varias semanas de reposo obligado por causas médicas.

El Obispo señaló que en todas las parroquias de la Diócesis de Texcoco siempre se celebra, siempre se dedica un tiempo muy importante al Santo Jubileo, es un tiempo de contemplación, aprendizaje y cercanía intensa con el sagrado cuerpo de Cristo, a quien no le bastó morir, sino que se quiso quedar aquí y por eso nosotros lo adoramos. Indicó que adorar el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor nos debe poner en el discipulado, en el aprendizaje de Jesús que se entrega física, moral, espiritual y divinamente, y que nos pone como característica principal: la entrega. El cuerpo se entrega.

Don Juan comentó: “Cómo necesitamos esta escuela el día de hoy porque nuestros cuerpos están estropeados de muchas maneras, porque ha habido personitas que incluso se atreven a tocar, maltratar, a herir, a ensangrentar el cuerpo de sus semejantes”. Y agregó: “No hay situación más amarga que cuando alguien retira su cuerpo. Con mucha facilidad retiramos el cuerpo: de las personas, del trabajo, de las responsabilidades, de nuestras virtudes, de nuestros principios”, necesitamos reaprender y emocionarnos “con esta inspiración: darse… totalmente, en cuerpo y alma… hasta la sangre”.

Explicó: “Jesús vino a dar, Jesús vino a estar con nosotros y vino a ofrecerse con todo, hasta la sangre. Significa vivir, amar sin condiciones, sin requisitos y por eso, termina diciendo: “esta es una alianza nueva”. Una nueva forma de vivir, una nueva forma de estar de acuerdo…” “Jesús trajo el perdón de los pecados, eso se puede resolver, podemos volver a empezar, podemos volver a hablar, podemos volver a sentir el gozo de la amistad y, por lo tanto, toda nuestra Diócesis quiere acercarse muy en serio al sagrado cuerpo y la sangre de Cristo para que las cargas más absurdas, las más abrumadoras, las que destruyen desaparezcan con la frescura y poder infinito de esta sangre preciosa…” 

Concluyó diciendo: “Nosotros nos quedaremos con ese regalo: Cristo nos amó ayer, hoy, mañana, siempre y después más: Eso es la Sagrada Eucaristía.”