“Bendito sea Abraham, del Dios Altísimo. Creador de cielos y tierra… y Abraham le dio el diezmo de todo. Gn. 14, 10-12”. 

Con estas palabras que nos narran el encuentro de Abraham nuestro Padre en la Fe, el primer padre, el primer creyente de la historia de la Salvación, con el Sumo Sacerdote Melquisedec, rey de Salem, queremos invitarlos a Ustedes nuestros hermanos de toda la Provincia de Tlalnepantla, a que volviendo a las raíces de nuestra fe, en el Dios Altísimo, nosotros nos integremos en una forma gozosa y llena de frescura a ese misterio, a ese camino de salvación.

Se trata de una serie de elementos que siguen siendo inspiradores para un itinerario de fe y de conducta humana.

También Abraham tuvo momentos en los que optó por las armas, la violencia para defender la vida, la familia y todo su clan, sus intereses. Sin embargo, Dios en su infinita bondad, le regaló una enseñanza, toda una escuela de vida atravez de su encuentro con Melquisedec.

Cuando el Patriarca solo pensaba en las armas y en los bienes materiales, Dios le muestra una figura, toda una personalidad que le ayudará a entender que la garantía más grande de la existencia humana es, está solo en el Dios Altísimo.

Que únicamente la relación, la cercanía y la amistad profunda con el Dios Altísimo, es la que Salvaguarda y garantiza la Salvación.

Y en este caso el instrumento que mejor expresa la manera de agradar y de acercarse a Dios, es mediante la alabanza, la acción de gracias, la ofrenda de los medios más pacíficos, necesarios y hasta agradables.

EL PAN Y EL VINO.

Qué bendición, que nuestra Iglesia es la que mejor ha comprendido y recogido para su diario vivir, la materia del pan y del vino para Celebrar la Sagrada Eucaristía.

Se trata también del Diezmo. El diezmo nació en este clima de paz, encuentro, de alabanza. De misterios, de reconocimiento de la autoridad infinita de Dios y de su providencia en favor nuestro. Por eso, todos sabemos que Dios bendijo a Abraham en todos los aspectos: íntimos, familiares, y también materiales. Llegó a ser un hombre inmensamente rico, tranquilo, piadoso. Con ganados, con tantos recursos, y personas a su alrededor. Y es que en el momento solemne de su vida, Él supo reconocer, alabar y ofrecer a Dios el diezmo de todo lo que había recibido. Cuántas veces nosotros al hablar del diezmo, al pensar en el diezmo, pensamos en mil cosas: intereses, cálculos, necesidades, pero se nos olvida pensar en Dios, en el Dios Altísimo, en el Dios exitosísimo, que nos ha llamado a ser suyos, a ser sus hijos. Sabemos que todos nuestros queridos hermanos de la Provincia al recibir la invitación para ofrecer el diezmo lo harán con sincero corazón pensando en Dios, pensando en nuestro Padre que nos dio la vida y que nos ha dado su favor, su apoyo y bendiciones infinitas.

Terminamos con las palabras del Génesis 28, 22, cuando Jacob tiene una experiencia también con Dios. Al final dice: “Esta será la casa de Dios… y de todo lo que me dieres te pagaré el Diezmo”. El diezmo es también pensar en la Casa de Dios. En construir, en fortalecer, en resguardar la casa de Dios. Es valorar la Iglesia. Los aspectos y las dimensiones espirituales son difíciles de manejar. Cuántas veces sentimos que chocan y se oponen a los bienes materiales, a la economía: y sin embargo, también necesitan de un aporte, un empuje material.

Invitamos a todos ustedes, sobre todo a nuestros sacerdotes, a los agentes de pastoral, y a todos los creyentes, personas de buena voluntad, a que recuperen esa deliciosa experiencia de pensar en Dios, en sus beneficios infinitos y de regresarle, si se puede decir de esa manera, un poquito de lo mucho que ÉL nos ha dado. Él, mis queridos hermanos, no se dejará vencer en espléndida correspondencia, y para ustedes y sus familias seguirá siendo el Dios Altísimo que provee de gracia y bendiciones. A la nobleza y a la gratitud de ustedes, corresponderá la alegría de estar y pertenecer a la Casa del Señor.