Con su gloriosa resurrección, Jesús logró rescatarnos definitivamente del pecado y de la muerte. Estas son las realidades más feas y terribles que han aquejado al ser humano, de manera implacable; pero desde que Él tomó nuestro cuerpo el Espíritu Santo nos garantizó, mediante la revelación, que el Mesías vendría a salvarnos del pecado y de la muerte. Que por Él se nos daría el perdón de los pecados, la vida espiritual y la vida eterna. Esta sigue siendo la más alta meta y esperanza del creyente, salir de estas realidades que tanto nos humillan y estropean porque son devastadoras, y llegan a acabar con todo.

Me ha impresionado saber que en algunas estéticas de Francia, inclusive en México, la filosofía de la belleza está cambiando. Ordinariamente, por no decir en todas partes, al buscar una buena casa de arreglo personal, en lo que se piensa, lo que se busca y se pide es resaltar la belleza propia, lucirla y disfrutarla.

Hoy, sin embargo, el enfoque y la mentalidad es diferente. Para muchas personas resulta incomprensible lo que ahí se ofrece, ya no hay que partir de los puntos fuertes y bien reconocidos, no. No hay que apoyarse en la belleza propia, por ejemplo de los ojos, de los labios, sino en los defectos, en los defectos físicos, reconociendo incluso el principal defecto, el más sobresaliente, el que más te apena, y ahí lo que se te ofrece, en lo que se te apoya es en que tú aceptes y reconozcas tu limitación más grande y penosa para ayudarte a vivir, y a llevar con estilo, incluso con donaire y elegancia tu verdadera personalidad; con y a pesar de tus defectos, pero ahora los llevarás con estilo, con seguridad y hasta con elegancia.

Hoy la resurrección de Jesús es esto y algo más, algo infinitamente más grande y revolucionario. La resurrección de Jesús es haber logrado convertir alma y cuerpo, lo más frágil y dañado de la condición humana, en algo glorioso y definitivamente elegante.

Ciertamente en la resurrección, a pesar del pecado, nuestro cuerpo ha sido providencialmente rescatado. Jesús vino a hacerlo lugar común para su ministerio. El punto más importante y bello desde la visión de Dios, comienza en nuestro cuerpo y el Mesías fue recorriendo poco a poco todas nuestras deficiencias y miserias; y a cada una de las partes de nuestro propio cuerpo le fue devolviendo su verdadera utilidad, y todo su esplendor. 

Tocó y sanó los ojos, los oídos, la piel, las manos y los pies de aquellos cuerpos afligidos y humillados. De igual manera sanó los órganos internos, que estaban estropeados, como el cerebro, el corazón; y por su parte, al final de su vida, no solo en el cenáculo nos dijo: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”, sino que efectivamente nos los regaló, del todo en la cruz.

Ahora que celebramos la resurrección de Cristo, y nuestro cuerpo ha quedado a merced de realidades absurdas y fatales, como las que nos trajo esta pandemia, y toda enfermedad y pecado, estemos seguros de que Jesús nos ha traído el rescate, la salud, la fortaleza, incluso la hermosura precisamente desde nuestro cuerpo, en nuestro propio cuerpo, hasta llegar a lo interior desde el hecho de aprender a usarlo como Él, y por lo tanto de irlo convirtiendo y transformando en el soporte más alto y la expresión más digna de nuestra hermosura personal.

+ Juan Manuel Mancilla Sánchez

Obispo de Texcoco