Por Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Viernes Santo
Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, esta cita que tenemos como Diócesis el día de hoy, para recoger con amor las palabras de Jesús, en su momento cumbre, nos llena de gozo y de paz, nos llena de sabiduría y de esperanza, porque sabemos que en las últimas palabras de una persona, se revela lo mejor, lo más valioso, lo íntimo lo más querido que una persona lleva en su existencia; en el pueblo de Dios, siempre se valoró muchísimo el último deseo, el ultimo pensamiento, el testamento de una persona.
Es impresionante por eso ‒déjenme decirlo‒ que casi solamente los hombres de Dios, las personas de fe, antes de morir dijeron cosas buenas, sensatas, incluso proféticas; tenemos ‒bueno digamos por desgracia‒ el conocimiento de algunas últimas palabras de personas muy importantes; si me permiten, cito dos grandes personas y sus últimas palabras, de sus últimas palabras: cito por ejemplo Emperador César Augusto, que fue el que estableció la Pax Romana, él dio al Imperio Romano el esplendor, que nunca se imaginó un pueblo.
Los Egipcios, los pueblos de China, de la India, son grandes admirables; Egipto muy grande, muy importante, y tenemos que conocer más sus culturas; pero por ejemplo Egipto, no conoció el aceite de oliva, Egipto nunca tuvo acceso al mar, teniéndolo ahí en sus límites, en sus fronteras; hasta que llegó Alejandro Magno fundó el Puerto de Alejandría, y les comenzó un poco, la construcción del inmortal Faro de Alejandría; el Emperador César Augusto llevó a Roma, siendo una Ciudad, Ciudad ‒ República, la llevó, al mundo conquistado en aquella época, siguiendo la dinámica de Alejandro Magno. Muchas personas se han preguntado ¿y qué fue el mensaje? ¿Cuáles fueron las últimas palabras del Emperador César Augusto? un hombre tan grande: ‹se acabó la comedia, si lo hice bien aplaudan› ¡se acabó! si lo hice bien aplausos.
Napoleón Bonaparte: ‹¡Sálvese el que pueda!›, creo que sus soldados no se merecían, los que arriesgaron su vida, y tantos y tantos que murieron por él, no me decían esa despedida, ¡váyanse, córranle, que les vaya bien! ‹¡Sálvese el que pueda!, conmigo ya no cuenten›; ¡Sálvese quien pueda! es una expresión todavía que se usa, se ha usado en las guerras, en la Guerra Mundial se usó, algunos generales la han usado, y pues dejan un sabor feo, ese tipo de expresiones.
Me gustaría compartir con ustedes, como trasfondo de las Palabras de Cristo, las de los Patriarcas, porque eran hombres de Dios, y en realidad los hombres de Dios piensan en Dios, nadie como Jesús, Jesús es incomparable, es especial, es único. Pero, asomémonos un poquito en cambio a las últimas palabras de los patriarcas, recojo a Isaac, le dice a su hijo Jacob: «‹Que tú seas siempre “Aroma” › que tú no seas un apestado, que tú no seas un hombre despreciado, del que todos se alejen, porque hiciste mal, porque hueles mal; que en ti nunca se acabe el aroma»; aquí ustedes vean como hasta hoy, esta bendición está en pie; la Iglesia Católica es sucesora de la vida, del Misterio de Israel, es el nuevo Israel.
Y hasta la fecha, todo cristiano es perfumado, a todo cristiano desde que se le bautiza, se le ofrece el aroma, el perfume; cuando se confirma, ¡otra vez! se le perfuma con el Santo Crisma, que es un perfume recogido en aceite; cuando un Obispo se ordena, se le consagra con el Santo Crisma, y se le baña toda la cabeza con el perfume sagrado de la Iglesia, que es el perfume de Cristo; a Cristo ‒acuérdense‒ desde que nace, los magos le llevan perfume, después le ungen con perfume sus sagrados pies, después su cabeza, y después su cuerpo, y bañan todas sus sábanas de perfume; y este fue el primer pensamiento del Patriarca para su hijo Jacob: «que no te falte el perfume, que seas aroma, que seas como un campo florido donde hay árboles olorosos, y que también tengas el rocío del cielo».
El Rocío en la voz de los patriarcas, significa Cristo; el rocío es el agua en su expresión más pequeñita, insignificante, y nadie se explicaba como venía el rocío, en la antigüedad nadie supo de dónde venía: ̀si no llovió anoche, no ha llovido, y las hojas de los árboles tienen rocío‛. Aquí nuestro Rey Nezahualcóyotl ‒siempre les platicaré‒ salía de Texcoco a Atenco, y al regresar estaba saliendo el sol, vio las gotitas de rocío en las hojas de los ahuehuetes, se detuvo, y como estaba saliendo el sol, se formaba en la vereda el arcoíris, y él llegó a decir ‒contemplando una Gotita de rocío‒ ‹si esta gotita tan pequeña, recoge los rayos del sol en una forma tan hermosa, porque nuestras almas, porque nosotros los humanos, no sabemos recoger la hermosura del ipalnemoani, del “Dador de la Vida”›.
Vemos pues como los grandes hombres tienen toda una línea hermosa, cuando están en la plenitud de su vida, y así el Patriarca Isaac le dijo a su hijo ‘perfume, rocío, frutos de la tierra, y el trigo y el vino‛; hasta la fecha la Iglesia para celebrar la Eucaristía: trigo y vino; no se han acabado en el Pueblo de Dios esos elementos de bendición, que el patriarca regaló a su hijo Jacob: ‘que no te falte nunca ni el trigo, ni el vino exquisito, y que los pueblos vengan‛. Ahorita ustedes piensen, cuantos pueblos no estarán en torno a Cristo, buscándolo, contemplándolo, aprendiéndole, disfrutándolo, y agradeciéndole la salvación que nos trajo; ‹que todos los pueblos te sirvan, y que los pueblos te adoren; bendito el que te bendiga, le irá mal al que te maldiga›.
Ese Patriarca Jacob a su vez, ‒solo voy a citar así, espero rápido‒ lo que le dijo a Judá: ‹Que te bendigan tus hermanos, que se inclinen ante ti, los hijos de tu padre›; aquí pensemos en Cristo, Cristo viene de la tribu de Judá, Cristo recoge las bendiciones en plenitud, que el patriarca dio a Judá: ‹que tus hermanos te respeten, te valoren, y que se inclinen ante ti, y que no se vaya jamás el cetro de tu mano, que no pierdas el bastón de mando›; nosotros los cristianos ciertamente decimos: el que rige la historia es Jesucristo Nuestro Señor, nadie tiene mejor inspiración, mejores criterios, mejores principios, para regir el alma, la historia personal y la historia comunitaria, como Jesucristo.
Bendición del patriarca a los antepasados de Nuestro Señor Jesucristo: ‹Que te hagan homenaje los pueblos hasta que venga uno, a quien pertenece el cariño de todas las Naciones, él tendrá su burrito y su burrita; acuérdense ahora el domingo de Ramos muchas personas se preguntan, y yo también, bueno y ¿por qué dijo que un burrito, y su mamá burrita?, es para que se cumpliera la promesa, la Profecía del Patriarca al descendiente de Judá, que es Nuestro Señor Jesucristo, y Él allí tendrá siempre su túnica limpia. Así mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, nos acercamos a las Palabras de Jesús, que son las que nos interesan, pero era bueno tener este contexto, para que nosotros, centrándonos en las Palabras de Cristo, pues las podamos recoger con mucho cariño, con mucho interés, ya que verdaderamente nos ayudan a vivir, según los proyectos constructivos de Dios Nuestro Padre. Podemos pedirle a nuestro coro que nos ofrezca una, un canto que nos ayude a entrar a las palabras de Cristo de la mejor manera.
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. La primera Palabra que la Iglesia y sobre todo el pueblo recoge es esta. Jesús pensó, nunca dejó de lado la figura, la presencia, la importancia del Padre Celestial, de hecho nosotros casi no deberíamos hablar de Dios, nosotros debemos hablar, sentir, pensar, invocar a nuestro Padre, cuando oren, digan: “Padre”; en la cruz Nuestro Señor lo puso en el centro de su historia, de todo lo que Él es, ““Padre”, Tú estás vivo, Tú estás presente, Tú sigues dirigiendo la historia”, la historia no la dirigen en estos acontecimientos tan absurdos, tan fatales, ‒incluso que me envuelven a mí‒ Tú sigues siendo el Señor, Tú sigues siendo el Creador, Tú sigue siendo El Salvador, Tú sigues siendo el poderoso, ¡perdónalos! Como nos ha costado entender, obedecer a Jesús en esta voluntad que Él ha tenido, de que nosotros seamos capaces de perdonar.
De hecho, el primer calificativo que vemos en una línea evangélica es, cuando el Bautista presentó a Jesús dijo: ‘Ese es el Cordero de Dios, quita, borra, destruye los pecados‛. Ningún personaje, ni nadie, pensador, escritor, filósofo, lo que quieran, se ha ocupado de este asunto, “el perdón, la misericordia, quitar los pecados”; a nadie le interesa, todos veamos los discursos que hagan los financieros, los economistas, el mundo de la política, la vida pública, siempre será: ¿qué quieren ¿qué les falta? que si agua, que si… menos esto, que si más lo otro, que si un camino, que si una carretera, que si un edificio, que sí… lo que sea, pero a nadie le preocupa lo que hay en el alma, nadie se interesa, ¡ni podrían hacerlo! lo que lleva la conciencia, a nadie le interesa el dolor del alma, las frustraciones, los remordimientos; yo creo que una persona más que tener, por ejemplo no sé, algún servicio, le gustaría que le liberaran de esos recuerdos amargos, de esas tristezas, de haberle fallado al papá, al hijo, al hermano, a la esposa, a la comunidad, y como sentir casi, de que ya no hay remedio.
Bueno Jesús, al quitar los pecados, al interesarse por los pecados, y ver esto en relación al Padre, nos dejó este regalo y esta suprema enseñanza: nada de que, “palo dado ni Dios lo quita”, eso no está bien, a eso vino Cristo, a quitar los palos de la vida, los palos de nuestras malas obras, de nuestras equivocaciones, de nuestros errores; a cada rato nos equivocamos, cuántas veces decimos ‘¡Ay!, la regué, ya… ya lo dije, ya le eche mentiras, o ya…‛ “Padre perdónalos”. Como es importante que a Jesús, que hasta el final le interesó y le dolía el pecado, nosotros tengamos la certeza de que, acudiendo al Padre, obedeciendo, o buscando, buscando buscando al Padre, los pecados se perdonan, comienza una nueva vida, se te dan frescura, se te dan nueva mentalidad, nuevo espíritu, nuevo corazón, y tú puedes ser mejor, puedes ser diferente. Y vean, veamos, yo, el Padre y los peores, porque aquí no se trata tanto de los pecadores, se trata de los enemigos, de los enemigos, de los que lo amarraron, lo apresaron, lo abofetearon, lo escupieron, lo acuchillaron, lo flagelaron, lo escupieron, lo tumbaron, ofensas a diestra y siniestra, a ellos, y en ellos pensó, y pensó con amor, pensó con grandeza infinita de corazón, el Padre y los enemigos.
Vemos como en la tradición del pueblo quedó como segunda palabra “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Después de pensar en los enemigos personales, Jesús pensó en los pecadores, como estos ladrones, ‘hoy conmigo, paraíso‛, por eso la Iglesia se queda feliz, de la historia y de la misión, del servicio que Cristo nos dio; gracias a su sufrimiento, a su cruz, el Padre Celestial estará al pendiente, estará salvando, estará redimiendo enemigos, pecadores, pues ahora sí que Jesús empezó con los peores, con los más difíciles, con los que a nadie se le hubiera ocurrido. Recordemos que incluso nosotros los cristianos, si vamos a dar las últimas palabras, pues vamos a pensar en los bienes, o vamos a pensar en nuestros más cercanos familiares, pero nunca se nos ocurrirá los que nos hicieron tanto daño, o los que son digamos, los peores.
Y Dentro de este paquete la Iglesia pone, ‒o sea no solo Cristo pensó en los enemigos, en los pecadores‒ su Madre, su discípulo, “Ahí está tu hijo, esa es tu mamá, esa es tu Madre”. Vemos pues esa integridad tan bella, esa riqueza de alma tan completa de Jesucristo Nuestro Señor, la familia, también en la familia; esto no quería decir que Jesús pues, fuera selectivo, o fuera agudo, ¡no! Nuestro Señor tenía esa grandeza de corazón. Pues este primer paquete recibámoslo nosotros, como algo que debe formar parte de nuestra conciencia, de nuestra administración humana, no descartemos, no pisoteemos a nuestros enemigos, siguen siendo hijos de Dios, siguen teniendo derecho a cambiar, a ser mejores; y qué bonito es que los veamos rescatados, salvados, y precisamente por el Padre, por el perdón, por la comprensión, por la paciencia, por la nobleza que Jesucristo nos ha traído. Vamos a hacer otro canto, y ya tenemos tres palabras, que nosotros, que nos sirven de referencia para la administración espiritual de nuestra vida.
“Tengo sed”, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, “Todo está cumplido”. Nuestro Señor también, como valora la vida, toda vida, la vida del ser humano aunque esté mal, aunque sea mi propio adversario, aunque sea un gran pecador, nos enseña que también hay que tener muy clara, claro, el valor de nuestra propia vida; nosotros hemos de tener un sentido correcto, positivo, sensato, de lo que nosotros somos, de lo que nosotros necesitamos; aquí es admirable esa conciencia personal, esa autoestima de Jesús tan bonita, de que, la primera vez que quiso referirse a sí mismo, ‒yo creo que, humanamente lo correcto hubiera sido: ‘Padre, me duele mucho la rodilla, Padre esta herida, Padre esta corona, Padre me estoy asfixiando, Padre me dieron un golpazo en la mejilla, Padre ¡mira! traigo un gargajo en… cerca de la boca, Padre ¡mira! me dolió mucho que me hicieran esto, que me tiraran, que me amarraran, que me encerraran, como me ha dolido el itinerario hacia aquí, hacia el calvario, Padre no puedo con esto, esto si…‛‒ sacó algo, infinitamente sabio, universal, en donde no estaban involucrados los que lo amarraron, no estaban involucrados los que se burlaron, no estaban involucrados los que lo empujaron, o los que lo clavaron, o los que se burlaban así, en una forma despiadada.
“Tengo sed”. Qué forma tan elegante, de seguirse relacionando con el Padre Celestial, esta es una realidad universal, esto es algo que, por decir, no se lleva entre los pies, pudiendo decir: ‘mira y los peores fueron estos, y a ellos, y esto‛ ¡no! “Tengo sed”. Y bueno aquí Nuestro Señor se vincula universalmente a todo ser humano; “Mi alma tiene sed de Dios”, tenemos sed de la bondad, tenemos sed de la autenticidad, no de la mentira, como hace daño el engaño, el que alguien sobrepase por nosotros, “Tengo sed”.
Y bueno, “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, o “Eloí Eloí ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. En realidad Jesús, se quiere identificar con todo ser humano en la necesidad; el ser humano es un conjunto interminable de necesidades, el ser humano es alguien que, a cada rato está experimentando en los bordes de la soledad, del abandono, de la incomprensión. Necesidad y soledad, experimenta Nuestro Señor Jesucristo, y en el fondo su proyecto es, que un día nosotros superemos esa realidades, “El Señor es mi Pastor, nada me falta”, tener ya a Dios por el supremo pastor, y tener al Padre como la compañía, el que organiza la casa, la vida, en esa compañía tan agradable, Padre, Hijo, Espíritu Santo, la Santísima Virgen, la comunión de los santos, nuestros mismos seres queridos. Qué bonito que la Iglesia por eso respeta, y hasta el último momento sigue vinculada a la persona, al papá, a la mamá, al hijo, a la esposa, al esposo, porque habrá un encuentro delicioso con nuestros seres queridos.
Y finalmente en este paquete de palabras que se refieren a Él, que le pegaron a Él en su identidad, en su autoestima, Él dice: “Todo está cumplido”. Cristo no vino a la irresponsabilidad, y nos enseñó a no ser irresponsables, como quiso que nosotros fuéramos trabajadores, comprometidos, como quiso que nosotros fuéramos ¡útiles!; acuérdense que en el esquema de los judíos, el ser humano debe ser ‛bueno‘, y es lo primero, porque Dios es bueno, y el primer distintivo de Dios, la característica una es, ‘Dios es bueno, y todo lo que hizo estaba bien, lo hizo bien‛; y de Jesús se dijo: ‘‘Todo lo ha hecho bien‛, bueno si hizo una cosa mala, ¡dime, dímela! ¿Cuál?, todo lo hizo, todo lo hace bien‛; “Sabio”, una persona necia es fatal, la ignorancia es fatal, la terquedad es fatal, por lo tanto, ‘sabios‛; ‹Jesús, bueno, sabio, y trabajador, ¡cumplí! acabé, estoy satisfecho›, el Padre quedó perfectamente satisfecho con Jesús.
Vean, por ejemplo a nuestros ambientes: incumplidos, irresponsables, fallando, complicándole la vida a los demás; esta enseñanza de Jesús para nosotros debe ser preciosísima, ‘¡cumplir!‛, tener la satisfacción de dejar satisfechos a los demás, de no haberles fallado; ¡no defraudar! el fraude se está metiendo como sistema de vida social, de vida económica, mucho fraude, mucho abuso, ‘cumplí‛, “Todo está cumplido”, acabé. Es para nosotros pues, una luz preciosa, el esforzarnos, el comprometernos como Jesús, a llevar una satisfacción en la vida, de haber hecho el esfuerzo, haber puesto lo mejor, para cumplir.
Esto es mis queridos hermanos, algo que hoy, en todos los niveles: familia, iglesia, sociedad, vida comunitaria, se necesita mucho para que se garantice los ideales, y también se resuelvan los grandes problemas que nosotros estamos multiplicando. Bueno, vamos a hacer un canto, pidiéndole a Nuestro Señor que nosotros, casi yo les pediría, ‘A ti el más inocente‛, que nos ofrecieran, y que nos centremos, que nuestro coro lo haga sin sentido, lo haga despacio, para ver como Nuestro Señor sí puede inspirar la vida cristiana, en una forma pues brillante, muy especial.
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Ponemos esta como la última Palabra que Nuestro Señor pronuncio en la cruz, este sermón, este pulpito sagrado que se llama ‘la cruz‛, que el apóstol san Pablo decía: ‹En la cruz está la cátedra, la sabiduría más alta que puede existir, la sabiduría de Dios, la sabiduría manifestada en Cristo, humilde, sufriente, que entrega la vida, entrega su Cuerpo, entrega su Sangre, y entrega su Espíritu al Padre Celestial; también entregará el Espíritu a la Iglesia, antes de subir al cielo sopló sobre los apóstoles, por eso la Iglesia valora tanto la sucesión apostólica, porque bueno, solo los Obispos, sacerdotes y fieles, que hayan recogido esa rama, esa línea directa de Jesús, llevan el Espíritu que se da desde que te bautizas, hasta el último momento, y también en las etapas de pecado, de arrepentimiento, como es en la confesión.
No sé si ustedes se han fijado que todo sacerdote, ‒bueno en muchos momentos‒ pero por ejemplo en la reconciliación, cuando nos confesamos el sacerdote siempre impone la mano, significando el don del Espíritu, el Espíritu Santo llega, te santifica, y te hace libre y agradable a Dios. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, que nosotros veamos el alcance, desde cosas muy sencillas que esto lleva; para que Jesús haya dicho “En tus manos encomiendo mi espíritu”, se necesitó, que Él hubiera vivido verdaderamente como un ser humano; Dios, el Hijo de Dios se hizo humano, hombre. Como se nos olvida a veces en la Iglesia esto, queremos divinizarnos o divinizar a los demás, ¡no! una tarea amplísima, importantísima de Jesús: ‘humanos‛, alcanzar esta meta de ser humanos, por ejemplo no tener un corazón de piedra, tener un corazón de carne, sensible, acogedor, normal, “En tus manos encomiendo mi espíritu”; el Salmista decía: ‘En tus manos están mis días, en tus manos está mi vida, en tu mano está mi destino, en tu mano están mis tiempos, en tu mano está mi espíritu‛.
Pues ustedes y yo queridas hermanas, mis queridos hermanos, pidámosle siempre a Nuestro Señor esta gracia, de poner todo en las manos de Dios; recuerden que hay un filósofo muy puntiagudo que dice: bueno, ‘yo caeré en los brazos de, pero nunca en las manos de‛, y de ahí viene todo eso de “manipulación”; y nosotros también, nunca queramos, nunca nos asomemos a tener ¡aquí! a los demás, al otro ¡aquí!, ¡no! eso es manipular; solo Dios tiene manos limpias, solo las manos de Dios son puras, solo las manos de Dios te tratan sagradamente, correctamente, y claro, de allí también viene ‒porque no‒ las manos de la mamá, son unas manos que vienen inspiradas del amor de Dios, han dado la vida de Dios, los papás, los buenos maestros; pero en lo que a nosotros se refiere: nunca querer, nunca pretender, ni andar haciendo esto, nosotros ¡no!; solo el Padre Celestial sabe, puede recoger en sus manos el destino, la vida, correctamente de todo ser humano.
Pues junto con ustedes, quiero darle gracias a Nuestro Señor, por habernos dado esta sabiduría tan bella, y pues también le pido al coro que, nos ayude a integrar a la Santísima Virgen con el canto, que ojalá fuera uno de los cantos de nuestra Diócesis “Nuestra Señora”, para darle gracias a la Santísima Virgen, que ella nos regaló el Cuerpo de Cristo, la Virgen junto con el Padre y con su Espíritu, ella nos regaló esto, que es el cuerpo, la historia, la voz, la sabiduría de Jesús; y lo primero que dijo el Espíritu Santo en la revelación: “Llena de Gracia”, ella es la llena de sabiduría, llena de amor, llena de gracia; y en este tiempo de Semana Santa, la Iglesia tiene un detalle muy bonito ‒no sé si se han fijado‒ es la Madre llena de dolor, llena de gracia, y la Iglesia le agradece y la admira, porque es la “Llena de Dolor, Madre llena de dolor”.
Le pedimos a Cristo, que nos acerque a María; tenemos a Nuestra Señora La Inmaculada aquí en la Catedral, tenemos a la Santísima Virgen de Guadalupe, y hay que quererla más, y cuidar más que en nuestra Patria no baje la devoción, el cariño, el interés por la Santísima Virgen de Guadalupe, porque ella va a salvar a nuestra Patria; y entonces es: llena de gracia llena, de dolor y llena de gloria. Pedimos a Dios que la Santísima Virgen nos integre a su itinerario personal, gracias a Cristo, “Llena de Gracia”, ‘toda agradable‛, “Llena de Dolor” ‘solidaria con los que sufren‛, al pie de la cruz, y que nos comparta su gloria, “Llena de Gloria” así la celebramos, así la contemplamos.
