Ir en peregrinación significa caminar hacia una meta. La peregrinación es un desplazamiento grupal o comunitario a un templo o lugar significativo para la vida cristiana; es siempre un hecho de fe que expresa el carácter social de todo hombre; por ella expresamos que vamos juntos como hermanos, caminando hacia la “Casa del Padre” más que un desplazamiento físico expresa ante todo nuestro caminar interior hacia Dios.

A una peregrinación se acude con diferentes motivos: expiación, celebración de la eucaristía o cumplimiento de alguna promesa.

Las iniciativas sólo tienen sentido en la medida que son expresiones de un profundo compromiso que nace en el corazón de las personas. Sin importar los sacrificios que esta conlleva, desde la preparación, dejar tareas cotidianas, el esfuerzo, cansancio, gastos y caminar con otras personas son expresiones que estimulan nuestro caminar espiritual: del mal al bien, de la indiferencia a la participación activa, del desconocimiento a saber dar razón de nuestra fe, del individualismo a la vida fraterna, de la lejanía a la cercanía y adhesión a Dios.

No hay creyente que no haya hecho o haga peregrinaciones en su vida. Nuestra santa Madre, la Iglesia, nos ayuda darle cauce a esta necesidad de nuestra vida cristiana: en toda celebración litúrgica realizamos el símbolo de nuestra condición de peregrinos, por ejemplo al entrar a la misa, al “peregrinar para comulgar”; por otra parte, movidos por nuestra devoción popular, “llevamos” nuestras imágenes en procesión, expresando nuestra actitud de caminantes en búsqueda del cielo.

“Nuestro pueblo ama las peregrinaciones, en ellas el cristiano sencillo celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de una multitud de hermanos caminando juntos hacia Dios, que los espera. Tal gesto constituye un signo y sacramental espléndido de la gran visión de la Iglesia ofrecida por el Concilio Vaticano II: la familia de Dios, peregrina a través de la historia que avanza hacia su Señor” (Puebla 232)

¿Para qué peregrinamos?

Toda peregrinación alimenta nuestra fe y nuestra esperanza; movidos por la fe y con devoción, vamos libremente con la esperanza de encontrar la ayuda divina en nuestras necesidades, y consuelo en nuestras penas, buscamos la imagen del santo de nuestra devoción en el santuario donde se le rinde especial veneración a esa imagen con la esperanza de alcanzar la gracia pedida y en espera de un milagro.

Toda peregrinación, en mayor o menor grado, expresa sacrificio, sufrimiento, dolor, penitencia, y aun así nos disponemos a peregrinar por el perdón de nuestros pecados, o para pagar la pena temporal que debemos por los mismos pecados, expresamos nuestra actitud de sacrificio como forma de oración para alcanzar la gracia que buscamos en el santuario.

La fe católica congrega en un mismo lugar -el santuario- a gente de diversos lugares y ambientes que profesan una misma fe, como una manifestación de la unidad de la iglesia.

Para darle un real sentido de fe a la peregrinación, es muy importante que durante la estancia en el santuario los peregrinos vivan los sacramentos de la Eucaristía, y la reconciliación, que se escuche la Palabra de Dios, se reciba la comunión y se ore, para que alimentada nuestra fe, regresemos fortalecidos en nuestro cuerpo y nuestro espíritu a dar testimonio de lo vivido.

México es un pueblo bendecido por Dios, esto se refleja de manera especial en la gran geografía de su fe, que se encuentra representada por los santuarios diseminados a lo largo y ancho del territorio nacional.

Los santuarios que más destacan, son los marianos, ya que la presencia de la Virgen María ha sido de gran importancia en la historia de México, no sólo bajo su advocación de Guadalupe, sino también bajo otras muchas que son testimonio del amor y cercanía de la Madre de Dios hacia nosotros. Por ello, en nuestros santuarios encontramos las más tradicionales e insignes imágenes de la Virgen María, que nos invitan a contemplar cómo ella ha estado profundamente unida a los misterios de la Historia de la salvación.

La peregrinación expresa gratitud a Dios, a la Virgen María y en ocasiones a algunos santos, de este modo, algunos de los santuarios más conocidos (algunos tienen el título de basílicas, otras son solo parroquias) y por ello visitados en México por peregrinaciones son: El santuario católico por excelencia, La Insigne Basílica de Guadalupe en el Distrito Federal, la imagen de la Virgen de la Asunción en el Santuario de San Juan de los Lagos en el estado de Jalisco, la imagen de la Virgen de Juquila en Santa Catarina, estado de Oaxaca, la imagen de la Inmaculada Concepción en Chignahuapan en el estado de Puebla, la Basílica de los Remedios en Tlalnepantla en el Estado de México, la Basílica dedicada a Virgen de Zapopan y la Basílica de Nuestra Señora del Rosario en Talpa, ambas en el Estado de Jalisco, en Pátzcuaro Michoacán se venera la imagen de Nuestra Señora de la Salud, la Basílica de Nuestra Señora de la Soledad en Oaxaca, en Querétaro se venera a Nuestra Señora del Pueblito así como el Santuario y convento franciscano de la Santa Cruz ( donde se encuentra un árbol con espinas en forma de cruz y sobre ellas las señales de los clavos del Señor), en la Basílica de Ocotlán en Tlaxcala se venera la aparición de la Virgen de Ocotlán.

También adquieren especial importancia por sus grandes congragaciones de peregrinos los santuarios dedicados a Jesús, a citar algunos: En Malinalco Estado de México se encuentra el santuario del Señor de Chalma, en Tepalcingo Morelos el santuario de Jesús de Nazareth, se venera a San Miguel Arcángel en San Miguel del Milagro Nativitas Tlaxcala, el Santuario de el Niño Jesús Doctor de los Enfermos en Tepeaca Puebla, en el cerro del cubilete en Silao Guanajuato se encuentra el Santuario dedicado a Cristo Rey, En Fresnillo Zacatecas se localiza el Santuario de Plateros donde se venera al Santo Niño de Atocha, en el Arenal Hidalgo se venera al Señor de las Maravillas, en Mezquitic de la Magdalena Jalisco se ubica la capilla del Santo Niño del cacahuatito, en Tocuila municipio de Otumba en el estado de México se ubica el santuario del Señor de la Misericordia donde se venera su sagrada imagen y las reliquias de santa Faustina Kowalska y de San Pío de Pietrelcina regido por la comunidad misionera de San Francisco Javier.

La Peregrinación, finalmente, no concluye al llegar al santuario o meta de la peregrinación y de participar en los actos de litúrgicos o de devoción, o en firmar el libro de peregrinos, o de adquirir algunos recuerdos como estampitas, medallas, agua bendita, etc. Se trataba y debe tratarse todavía de «recargar las energías», de cobrar nuevo vigor e impulso para llevar y hacer presente la gracia de Dios al volver a casa. Entusiasmar y alegrar a los miembros de la familia, de la comunidad que no pudieron asistir. Se trata ante todo, de empeñarnos en el propósito de extender el Reino de Dios: Una nueva evangelización nueva en su impulso, nueva en sus métodos, nueva en su ardor (San Juan Pablo II).

Nuestra existencia es un continuo peregrinar, hasta que lleguemos a la casa del Padre celestial, a la casa eterna.

ORACIÓN DEL PEREGRINO

Padre misericordioso del cielo, nos ponemos en tus manos para iniciar esta peregrinación. Dígnate protegernos constantemente, así como acompañaste a tu pueblo Israel en la travesía del desierto. Que experimentemos que eres en verdad un -Dios con nosotros-, un compañero de viaje. Sea tu Espíritu Santo el que nos guíe por los caminos del bien y nos ayude a prepararnos espiritualmente para visitar el Santuario de tu Hijo. María, Madre de los peregrinos, ven con nosotros al caminar. Amén.

Tomado del libro Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios No 3 Fuentes consultadas: * Calendario mural 2013 editado por Buena Prensa. * Carta del Santo Padre Juan Pablo II sobre la peregrinación a los lugares vinculados con la historia de la salvación de junio de 1999. * Historia de las Peregrinaciones. Ediciones SAPAL. * Las peregrinaciones, ¿qué sentido tienen y para qué sirven? Comunicado de Prensa de José Luis Chávez Botello, Arzobispo de Antequera, Oaxaca. septiembre de 2013.

 

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