«Iremos hacia el pueblo con un nuevo corazón, el del Buen Pastor»
«Iremos hacia el pueblo con un nuevo corazón, el del Buen Pastor»
Por: Sofía L. Godínez Godínez.
Texcoco, México 22 de agosto de 2018. En el marco de la Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María Reina, en la Catedral de Texcoco fueron ordenados presbíteros: Juan José Díaz Castillo y José Miguel González Vidal, e ingresaron al Orden de los Diáconos: Alfredo Arreola Padilla, Miguel Ángel Cedillo Rodríguez, Daniel Escobar Márquez, Juan Carlos Padilla Rodríguez y Luis Ángel Valencia Molina.
Cientos de fieles laicos, familiares y sacerdotes fueron testigos de este acto. Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco, presidió la Eucaristía, y dirigió a los ordenandos, y al presbiterio presente un mensaje motivador: “…Entran en una forma directa, profunda, existencial, a una empresa fascinante, que se llama «Ser pastores, colaboradores del gran Pastor de las ovejas y trabajadores de la viña más exitosa», afirmó. » Yo sé que ustedes van a ser personas no egoístas, no ignorantes. Hoy desde nuestra humilde Diócesis vamos a tener pastores comprometidos, limpios, apasionados, sin compromisos egoístas; vamos a tener pastores que incluso gozosamente vayan al encuentro de las ovejas; vamos a tener pastores cercanos, no que tomen posesión de las parroquias, sino que lleguen a las parroquias para que los fieles tomen posesión de ellos, tomen posesión de sus conocimientos espirituales, kerigmáticos, pastorales; que tomen posesión de sus recursos, de sus fortalezas, de toda su persona… en adelante los Obispos, los sacerdotes iremos hacia el pueblo con una nueva mentalidad, con un nuevo estilo, con un nuevo corazón, el del Buen Pastor», señaló.
Don Juan Manuel recomendó a los ordenandos: “Realicen con alegría perene, llenos de verdadera caridad el ministerio de Cristo Sacerdote, nunca busquen el interés propio, sino el de Cristo… esfuércense por reunir a los fieles en una sola familia, de forma que, en unidad del Espíritu Santo, por Cristo puedan conducirlos al Padre; y tengan siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino a ser servido sino a servir y a buscar y a salvar lo que se había perdido”, agregó.
“Y he aquí que yo mismo pastorearé a mis ovejas»
Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Ordenaciones Sacerdotales y Diaconales
22 de agosto de 2018.
“He aquí, que yo mismo pastorearé a mis ovejas”.
Queridos hermanos, el día de hoy toda la Iglesia, nosotros en una forma festiva, fecunda, llena de gratitud, recibimos una Palabra espléndida, valiosa para nuestra vida, para la vida de la Iglesia; algunas personas quieren quitarnos la fascinación de la fe, la hermosura de la Iglesia católica, lo peculiar y único del tesoro de Jesucristo nuestro Divino Señor, que en pocas palabras es una empresa fascinante; por eso muchas personas quieren hablar de fracasos de miserias de pecados, de retrasos, equivocaciones que, siempre las habrá en el mundo, en los que formamos parte de, tenemos la condición humana.
Pero quiero mis queridos jóvenes que van a acceder al Diaconado; Alfredo, Miguel Ángel, Daniel, Juan Carlos, Luis Ángel, y ustedes mis queridos Presbíteros que van también a enriquecer a nuestra Iglesia universal que, quiero decirles: entran en una forma directa, profunda, existencial, a una empresa fascinante, que se llama «Ser pastores, colaboradores del gran Pastor de las ovejas, y trabajadores de la viña más exitosa», no hay una institución en el mundo que haya generado la movilidad, el correr de tanto vino, y esperemos que cada vez sea de calidad desde la materia prima para la Sagrada Eucaristía, como la Iglesia católica.
Y, bueno, en la primera parte de los textos sagrados, el toque personal, el toque vital, vivencial, lo podemos llamar correctamente vivo, aparece en el texto del Profeta Ezequiel ‹‹propietario, ganadero, señor, pastores, ovejas››, todo es en torno a los seres vivos; en el caso de las ovejas, pues un simbolismo muy peculiar a lo largo de la historia. Ese gran rebaño, esa empresa viva con tanta movilidad, con tanto requerimiento, tiene como secreto el valor, la ilusión, el cuidado que pide el dueño, el gran pastor de las ovejas.
Y él tuvo la iniciativa, tuvo la decisión de que hubiera pastores inmediatos a su rebaño; el Profeta Ezequiel nos dice que por desgracia esos pastores se hicieron malos, empezaron a apacentarse a sí mismos; bueno ya aquí empecemos nosotros desde el seminario, los Diáconos, los Sacerdotes, el Obispo a poner mucho cuidado, en este desgraciado ritmo de maldad; el egoísmo, les cayó el egoísmo, les brotó del alma -el egoísmo- y empezaron a apacentarse a sí mismos, a pensar en sí mismos.
Eso pues les quitó mucho la iniciativa, la generosidad, y empezaron a hacerse flojos, perezosos, y al rato, faciliteros, avaros, avorazados; un poco más adelante, ya teniendo todas esas cosas feas, aún se atrevieron a ser vanidosos, vestirse bien, andar bien vestiditos con la lana de las ovejas, y seguir siendo comodinos, y no apacentaron, no curaron, cayeron en mayores irresponsabilidades, e incluso sacrificaron, no fortalecieron; de esas cosas que tal vez eran hasta cierto punto leves, llegaron a ser muy crueles.
No sé si nos hemos fijado como una de las características hoy, de nuestro mundo es la crueldad, nos tiene acalambrados la violencia, pero la raíz, el egoísmo, es la crueldad. Sin no detenemos con la luz hermosísima de nuestra fe en Cristo esa dinámica de muerte, la crueldad va a ser implacable, la crueldad va a ser abundante, va a hacer destrozos. Si empezamos a ser descuidados, podemos hacernos muy crueles, y aunque veamos personas heridas, no nos importa; incluso a los propios, esas eran las ovejas propias, y aunque estaban heridas, estaban descarriadas, estaban perdidas no las recogieron, no les interesaban, incluso se enojaban porque estaban heridas, porque estaban débiles y eran molestas; entonces redoblaron la violencia, redoblaron la crueldad contra las ovejas, y a Nuestro Señor, al gran empresario, le ha dolido profundamente hasta decir, ‹‹Aquí estoy. Yo soy el que va a salvar -yo en persona- a mis ovejas, las buscaré, las cuidaré, las apacentaré››.Qué sabroso es este verbo, Pastor, paz, es el que da paz, es el que da pasto, pasto, pasto, paz, es el pastor.
Mis queridos jóvenes ordenandos, yo estoy seguro que ustedes están en sintonía, yo sé que ustedes vibran por este pastor, con este pastor, yo sé que ustedes van a ser personas no egoístas, no ignorantes, que ignoren. Hoy desde nuestra humilde Diócesis vamos a tener pastores comprometidos, limpios, apasionados, sin compromisos egoístas, bajos; vamos a tener pastores que incluso gozosamente, vayan al encuentro de las ovejas; vamos a tener pastores cercanos, no que tomen posesión de las parroquias, sino que lleguen a las parroquias para que los fieles tomen posesión de ellos, tomen posesión de sus conocimientos espirituales, kerigmáticos, pastorales; que tomen posesión de sus recursos, de sus fortalezas, de toda su persona.
Nunca más en la Iglesia “voy a tomar posesión de la parroquia así, asa, tal día”, ¡nunca más!; en adelante los Obispos, los sacerdotes iremos hacia el pueblo con una nueva mentalidad, con un nuevo estilo, con un nuevo corazón, el del Buen Pastor. Eso estamos pidiéndolo en esta sagrada Eucaristía para el Obispo, para los diáconos y sacerdotes, en una forma, pues, muy auténtica, teniendo como testigo y teniendo como maestra a la Santísima Virgen que cuidó, que se comprometió con la causa de Dios en una forma tan exquisita y auténtica.
En lo que se refiere al Santo Evangelio, mis queridos hermanos, yo no sé qué hora sea esta, la hora en que nuestro Divino Señor nos está llamando. Ciertamente es el día de la salvación, ciertamente es el día de la viña, en donde urge, porque la vid es frágil y tiene que ser recolectada en el momento preciso, en la hora exacta, porque las horas son cruciales para la uva; yo no sé cuál sea, que hora sea esta, en la que nuestro Divino Señor nos invita; lo que sí sé, es que nosotros le agradecemos que se haya fijado, y que haya salido y que nos haya recogido de las áreas de desempleo, anonimato, de las horas tan marchitas y descuidadas que vive hoy la humanidad y que no tiene quien la emplee y la llame al universo del trabajo.
Trabajadores, vamos a ser trabajadores comprometidos, trabajadores oportunos y buenos, no como este que al final sale con su ojo malo, con su corazón duro, con su corazón envidioso, fijándose que si aquel, que si el otro. Sepamos y ya lo sabemos, es un denario el que se nos va a pagar, y ese denario es sagrado, se llama el Mesías; la moneda preciosa de Dios para pagarles a sus trabajadores se llama Jesucristo, nuestro Divino Señor, teniéndolo a él ¿Qué otro salario nos puede enriquecer?
Bendecimos pues, a nuestro Divino Señor, mis queridos hermanos, porque esta Iglesia de Texcoco, – pienso también en la querida iglesia de San Luis Potosí que comparte el don fidei, el don del pastoreo con la Diócesis de Texcoco – pues se enriquece, se enriquece, se pone de fiesta, se pone en un plan verdaderamente exitoso, porque las empresas de Dios son exitosas, porque el regalo de Dios es un regalo incorruptible, invaluable, incomparable, que nos seguirá llenando de luz, de santidad y, podemos decir incluso, por ser Jesucristo, nos seguirá llenando de felicidad. Así sea.