Señor Jesús,

después de un buen tiempo de esfuerzos pastorales,

quisiéramos decirte como Pedro en el mar de Galilea; cuando

te vio tan grande y majestuoso, tan lleno de luz y de inocencia:

“¡Apártate de mí Señor, porque yo soy un pecador!” Y sí, te

decimos, con un toque de dolor y de tristeza, pero como Iglesia

Diocesana también nosotros somos pecadores, pero no te apartes de nosotros,

dinos que nos amas, que nos has escogido como

Iglesia, que nos necesitas, que nunca te irás de aquí, que nunca

nos abandonarás y que incluso, nos regalas y redoblas tu confianza.

 

Dinos que nos vuelves a llamar, a enviar, que sobre nosotros

también edificarás aquí tu Iglesia, que no tengamos miedo, que

volvamos a empezar, que tu Cuerpo y Sangre nos renuevan, nos

fortalecen y que tu Espíritu nos ayudará y nos recordará todo.

 

Que junto con todos nuestros hermanos nos esperarás en la

otra orilla, que nos felicitas, que estás contento con nosotros.

 

“¡Que somos tus hermanos, tus amigos muy amados!”

Que es tu voluntad que el pueblo nos escuche.

Gracias Señor, somos tuyos

y en adelante seremos más felices y fraternos, misericordiosos,

compasivos, incluso generosos. Amén.