Desde el comienzo de la historia, uno de los matices más bellos de la creación, es el de preparar una casa para el ser humano.
Dios nuestro Padre no quiso lanzar al hombre al vacío, a la intemperie, descuidadamente, sino que le fue preparando todo un entorno de luz, de claridad, de movimiento, de sustento e incluso de belleza. A esto le llamamos la casa Universal. Hoy el Santo Padre, la llama la casa común que es, empezando por la tierra, todo el Universo.
Una vez que la casa estaba bien equipada, nuestro Padre Dios hizo al hombre. Estando ya el varón aún faltaba algo muy especial, algo que pudiera recoger con delicadeza todos los matices del corazón de Dios para la felicidad de su creatura: Y creó a la mujer. El matiz que sorprende a todos los estudiosos es el de que no solo se trata de crear sino de modelar. Todo ello significa especial atención, especiales cuidados, novedades, funciones, matices, retoques, en los que se pueda sentir una especie de síntesis amorosa y de tan exquisito y agradable buen gusto. Es de esa manera como aparece la mujer, creando con ella no solo una inmensa sorpresa, sino un gozo y una seguridad del todo grandiosa y significativa para el varón.
Los títulos que nuestro Dios mismo dio a la mujer fueron: ayuda, vida, gracia y amor. Es la razón por la que el día de hoy la Iglesia tiene el enorme compromiso de dirigir sus ojos pastoral y espiritualmente hacia la misión de la mujer. Descubrimos, sin embargo, que nuestro entorno se ha hecho inmensamente agresivo en contra de ellas. Lo más escandaloso de esta cadena de desobediencia a Dios, son los feminicidios. Nunca nadie se imaginó que el ser humano dirigiera lo desastroso del pecado hacia la mujer, golpeándola, despreciándola, utilizándola, envileciéndola. Y por un tiempo esto nos pareció algo insólito y lejano. Hoy en tantas familias de comunidades cristianas, se han experimentado violaciones, ataques, descalificaciones, malos tratos y hasta asesinatos en contra de las mujeres.
Nuestra Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla levanta su voz en favor de la mujer, y lo hará cada vez con mayor fuerza sobre todo en la oración, en la catequesis, en la evangelización, en la educación de las personas, haciendo ver que precisamente de la mujer nacen las virtualidades y los más altos dones, los más sagrados del ser humano. Sin la mujer nada agradable a Dios podrá crecer en el ser humano. Con la mujer herida, con la mujer vejada, caminaremos con un inmenso desequilibrio y sin horizonte de felicidad sobre la tierra.
Pedimos a todos nuestros Agentes de Pastoral meditar con detenimiento las actitudes de Jesús en su trato hacia las mujeres, para que practicándolo primero nosotros, enseñemos a los demás la manera tan sublime y correcta como nosotros podemos defender lo sagrado, lo sublime de la vida: el ser de la mujer.