«La mujer está llamada a mantener viva la llama de la vida, el respeto al misterio de toda nueva vida.
A la mujer, Dios le confía de un modo especial al hombre, es decir, al ser humano. En virtud de su vocación al amor, la mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás».
La mujer es quien tiene la misión maravillosa de dar la vida, de llevar la vida naciente y, guiando a sus hijos con mucha ternura y alimentándolos con gran dedicación. Una madre nunca olvida abrir el corazón de sus hijos a la ternura de Dios, a la vida de Cristo. Se trata de una educación inicial que difícilmente puede ser suplida.
Por eso, en este día tan especial, nos honramos ante la mujer que nos trajo al mundo. Nuestra madre ha sido, es y será por siempre la mujer con el amor más puro. Desde que estamos en su vientre iniciamos una relación de amor con ella. Nuestro corazón y el de nuestras madres laten al mismo tiempo y cuando por primera vez respiramos el aire del mundo, lágrimas caen de sus ojos por la llegada de un nuevo ser que será su razón de existir.
Ser madre es una labor que se asume desde el momento que se concibe a un hijo, pues desde allí comienzan los cuidados, aconsejando, guiando y apoyando a los hijos en cada proyecto con palabras sabias y oportunas a lo largo de su vida.
Hoy quiero saludar a todas las mamitas de la Diócesis de Texcoco, y felicitarlas por ese gran don que Dios les dio: “DAR VIDA A UN NUEVO SER”, porque una madre significa ternura pura, fuente de compasión, lealtad y hospitalidad,
A una madre no le importa la adversidad cuando se trata de sacar adelante a sus hijos, a una madre no le hace falta fuerza ni valentía cuando se trata de defender a sus hijos, ella es capaz de todo por verlos felices y protegidos. He visto a mamás sacarse un pan de la boca por dárselo a sus hijos y también las he visto apoyar a sus hijos cuando todos les han dado la espalda.
Así son las madres, su amor no conoce de límites ni de dificultades cuando se trata de los suyos. El mundo sigue hacia adelante, los hijos crecen y parten de casa pero las madres siempre los llevan en su corazón y aún cuando una madre se va para siempre de este mundo, cuidan de nosotros desde el cielo, observándonos con cariño y cuidándonos de todos los peligros.
Para nuestras madres siempre seremos sus pequeños, nuestra sonrisa siempre será como la de un niño. Madre es quien escucha tus tristezas y alegrías, aquella que te enseña a defenderte en la vida. Si hay problemas no es débil, lucha siempre por sus hijos, brindando consejos, predicando con su ejemplo.
Diariamente hay que honrarla, cuando es joven y en su vejez, como a un tesoro cuidarla, como ella lo hizo en tu niñez. Cada oportunidad que tengas demuéstrale cuánto la amas.
Recordemos también a las mujeres que a pesar de que no trajeron al mundo a un hijo, actúan como verdaderas mamás y se brindan al máximo para dar lo mejor, en especial ese amor capaz de transformar cualquier corazón.
Amado Señor, en tu palabra, nos enseñaste a honrar a nuestras madres. En este día tan especial, te damos gracias y oramos por todas ellas. Acompáñalas en todo momento. Pon en cada madre el amor y conocimiento de Dios para que se lo enseñen a sus hijos/as, ya que no hay mejor herencia que la fe y esperanza en las promesas de Jesucristo.
Bendice a las madres cuyos hijos/as están lejos en este día. Anímalas en la ausencia. Si la distancia causa tristeza, haz que los corazones se unan por el amor de Jesucristo. Amén.
¡FELICIDADES MAMÁS EN SU DÍA!
† Juan Manuel Mancilla Sánchez
Obispo de Texcoco