“¿Qué no estoy yo aquí que soy tu Madre?” Con estas palabras, nuestra Madre Santísima interpela a san Juan Diego que estaba viviendo una situación difícil. En la vida podemos experimentar problemas y dificultades, la pérdida de un ser querido, la enfermedad, una pandemia…, discusiones con la familia o en el trabajo, problemas económicos, etc. Pero qué importante es contar con la ayuda y la intercesión de la Virgen María, como san Juan Diego. Ella es ejemplo de sufrimiento, de problemas, de incomprensiones, pero también es una gran intercesora que siempre está atenta para escucharnos y ayudarnos en aquello que nos aqueja.
Ella, durante toda su vida, estuvo en un proceso de asimilación desde que fue visitada por el Ángel Gabriel: es visitada, queda encinta, va a ser repudiada en secreto, pero los planes de Dios son otros. Está destinada a ser Madre de Dios y Madre nuestra, una Madre que siempre está al pendiente de sus hijos, una Madre que consuela, una Madre que nos conduce a su Hijo para ser salvados por Él.
Cuando analizamos lo anterior, no podemos más que descubrir que la Virgen María está con nosotros, ya sea en los momentos difíciles y también en los momentos alegres. Ella nos acompaña e intercede por nosotros. Debemos confiar en Ella como en la boda de Caná de Galilea, donde intercede por los novios cuando les faltó vino. Hoy en día nos hace falta paz, nos hace falta tranquilidad, nos hace falta seguridad, nos hacen falta tantas cosas.
Cuando nuestra Madre ve las necesidades de sus hijos recurre al mismo Dios y le pide ayuda, es decir, intercede por nosotros concediéndonos aquello que nos ayuda a crecer en santidad. Pero tiene una exigencia, en el relato de las bodas de Caná les dice a los criados “hagan lo que Él les diga”. Estamos llamados a vivir conforme al evangelio de Dios y a ser solidarios con los demás. Es vivir nuestra fe convencidos que tenemos un Dios que nos ama, y que escucha a nuestra Madre.
María también es una mujer de esperanza, nos muestra el camino de fe y esa misma fe nos lleva a tener puesta nuestra confianza en Dios, es una confianza en nuestro Creador que “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.
Que María, Madre de la esperanza, nos conduzca hacia la paz de Cristo y nos ayude ante todas nuestras necesidades.