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LECTIO DIVINA

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

31 de julio de 2022

“En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión”

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Padre de bondad, Tú que nos invitas a la generosidad y compartir con los más necesitados, te pedimos que nos envíes la luz del Espíritu Santo, para que nos ilumine y nos dé la fortaleza necesaria para llevar tu mensaje de salvación. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

I. LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Lc 12, 13-21)

¿Qué dice el texto?

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». Pero Jesús le contestó: «Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.

Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: `Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.

Palabra del Señor.

Contexto bíblico

La cuestión aquí no es ser dueño de posesiones, sino que las posesiones sean dueñas de nosotros. La riqueza es un duro patrón. La persona que desea riquezas es tentada a dejar que la adquisición de cosas se convierta en su mayor prioridad. La persona que tiene riqueza es tentada a pasar su vida cuidándola y creciéndola. Todos somos tentados a creer que podemos encontrar seguridad en la riqueza. La fe en posesiones disminuye la fe en Dios. Sin embargo, el problema no es el dinero, sino el amor al dinero (1 Tim 6, 10). Jesús a menudo hablaba de dinero y posesiones. Nuestro Evangelio nos pone esto en perspectiva. La seguridad verdadera viene de ser ricos en Dios.

Texto bíblico

A) Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia

“Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia” (v. 13). La ley de la Torá prescribe las leyes de herencia, y es de esperar que los rabíes interpreten la Torá en casos específicos y que actúen como mediadores en disputas:

En Deuteronomio 21, 17 manda que una doble porción de la herencia vaya al hijo primogénito. Si hay dos hijos, el mayor recibe dos tercios (67%), y el segundo un tercio (33%). Si hay tres hijos, el mayor recibe dos cuartos (50 %), y los demás reciben un cuarto cada uno (25%). Si hay cuatro hijos, el mayor recibe dos quintos (40%) y los demás reciben un quinto cada uno (20%).

Mientras que el hombre se dirige a Jesús como maestro, no le está pidiendo enseñanza. En vez, le dice a Jesús que quiere y requiere (o manda) que Jesús haga lo que le pide. Quiere aprovecharse de la autoridad moral de Jesús, busca usar la autoridad de Jesús para ganar el poder sobre su hermano en la disputa de su herencia.

“Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias (Gr. µεριστὴν, meristen, repartidor) sobre ustedes?” (v. 14). La respuesta de Jesús suena al lenguaje de Éx 2, 14, en el cual Moisés intentó terminar una lucha entre dos hebreos. Uno de ellos le preguntó a Moisés, “¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros?” Jesús puede querer decir que no tiene la autoridad para arbitrar en esta disputa, pero es más probable que esté cuestionando el derecho de este hombre al involucrarlo en esta controversia.

Este hombre interrumpe a Jesús, pidiendo ayuda con su herencia. Al hacer esto, revela que no ha oído las palabras de Jesús, y que solo se preocupa por su problema personal. Su interrupción es impertinente, cuando se compara con la enseñanza que interrumpe y, por eso, es inapropiada y desbarata la situación.

“Eviten toda clase avaricia” (v. 15). Jesús, quien ve el corazón, ve avaricia en el corazón del hombre (v. 15). Se dirige a su pregunta, no solo al hombre, sino a “ellos”, a la multitud. Utiliza la oportunidad para enseñarles del peligro de la avaricia.

“Porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. (v. 15). Como en 10, 25-37, ‘vida’ es una metáfora para la salvación o “vida” podría significar “una vida humanamente significante y de satisfacción. El hombre que trajo la queja ha fijado los ojos tanto sus en posesiones, que no ve nada más. Jesús le pide que se aleje un poco para poder ver por completo el conjunto de la vida, un ejercicio que pone las posesiones en perspectiva. Las posesiones aún están en la discusión, pero parecen más pequeñas cuando se miran contra el resto de la vida.

Entonces, Jesús pasa la conversación de la herencia del hombre, a lo que es su verdadera necesidad, la defensa contra la avaricia y la oportunidad de hacerse “rico en Dios” (v. 21). Estos son puntos que Jesús hace en varias partes de este Evangelio:

“Está escrito, ‘No solo de pan vive el hombre’” (4, 4). “¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se pierde a sí mismo, o corre peligro de sí?” (9, 25). “Por tanto les digo: No estén preocupados de su vida, qué comerán; ni del cuerpo, qué vestirán” (12, 22-23). “¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (18, 24).

B) Un hombre rico obtuvo una gran cosecha

“Un hombre rico obtuvo una gran cosecha” (v. 16). El hombre ya era rico antes de esta cosecha, y la cosecha simplemente aumenta su riqueza. Jesús relata una cosecha abundante, una cosecha que sobrepasa lo que el hombre invirtió en plantar y arar, una cosecha que es verdaderamente un regalo de Dios. Como veremos, la cosecha abundante hace surgir la pregunta de generosidad.

¿Cuáles son las responsabilidades que adquirimos al acumular más de lo que necesitamos? “Y se puso a pensar” (v. 17). “Derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo” (v. 18). La abundancia de la cosecha excede las esperanzas del hombre rico. Esto requiere rápidas decisiones en cuanto a dónde guardar o qué hacer con la cosecha. Jesús no pretende decir que el hombre ha llegado a donde está de manera deshonesta. No hay pruebas de que el hombre hubiera maltratado a su mano de obra o cosechado trigo de los campos de su vecino.

La primera indicación del problema está en el uso de la primera persona por parte del hombre.

En la breve conversación que tiene con sigo mismo, usa la palabra “Yo” seis veces y la palabra “mi” cinco veces. No considera dar una paga extra a su mano de obra ni hacer un proyecto de servicio para su comunidad. No ofrece ninguna palabra de agradecimiento a Dios por esta cosecha tan abundante. Todo es “Yo” y “mi.” “Descansa, come, babe, y date la buena vida” (v. 19). Encontramos lenguaje parecido en Eclesiástico 2, 24; 3, 13; 5, 18; 8, 15). Jesús presenta de manera muy clara la preocupación propia de este hombre. Tiene más de lo que necesita para cumplir con sus necesidades, aún más de lo que necesita para vivir honestamente. Su futuro no podría estar más asegurado. Ahora, lo único que tiene que hacer es disfrutar de su riqueza, y ése es su plan.

C) Insensato, esta misma noche vas a morir

“Insensato”, (ἄφρων, aphron) (v. 20). Cuando Dios se dirige al hombre como insensato, indica la ceguera del hombre al juzgar las prioridades de la vida. El alma del hombre está en juicio. En este juicio las posesiones del hombre y su resumen social no llevan ningún peso. Antes, Jesús advirtió, “Mas ¡ay de ustedes los ricos! porque ya tienen su consuelo” (6, 24). Ése es el problema de este hombre, ha recibido su recompensa, la cual no podrá llevar consigo a la eternidad. “Pero Dios dice, “Insensato, esta noche vuelven a pedir tu alma” (v.20). El dicho se aplica estrictamente en este caso; morirá durante la noche que comenzará un nuevo día. Por lo tanto, su gran plan no vale nada.

“Para quien serán todos tus bienes?” (v. 20). La persona que ama sus posesiones las cuida con recelo, mantiene fuertemente el control, construye barreras para prevenir a los demás de poder entrar. A menudo, fortunas son gastadas de una manera en que su fundador nunca hubiera pensado o aprobado. Eventualmente, polillas corrompen aún las posesiones más queridas.

“Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios” (v. 21). No debemos pretender que este versículo se aplica solamente a los que amontonan dinero, no tenemos que ser ricos para estar en peligro. El peligro existe para todo “el que hace para sí tesoro” y “no es rico en Dios.”

El problema no es la riqueza del hombre sino su avaricia. Muchos son tentados a acumular dinero y acciones, y otros son tentados a malgastar su dinero. Sin embargo, la pobreza no le hace a uno inmune de la avaricia. Alguna gente pobre comparte generosamente con otros en necesidad, pero otros se guardan un pedazo de pan. El problema no es la riqueza sino el egoísmo. “Rico en Dios.” ¿Qué significa ser “rico en Dios”? Primero, de cierto debe significar estar agradecidos a Dios por nuestras bendiciones. Segundo, debe constar la responsabilidad hacia nuestros prójimos a quienes Dios nos ha encargado amar (10, 27), y a nuestros enemigos, a quien Dios también nos ha encargado amar (6, 27).

Preguntas para la lectura:

  • ¿Qué petición le hizo un hombre a Jesús?
  • ¿Qué le contestó Jesús?
  • ¿Qué le dijo Jesús a la multitud?
  • ¿Qué pensó el hombre que tenía mucha cosecha?
  • ¿Qué le dijo Jesús?
  • ¿Para qué hay que amontonar riquezas?

II. MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

  • ¿Sé compartir lo que tengo, con los más necesitados?
  • ¿Soy arrogante y avaricioso?
  • ¿Pongo en primer lugar los bienes materiales?
  • ¿Busco solo mi interés personal o el interés de mis hermanos?
  • ¿Trato con amor y cariño a los necesitados?

III. ORACIÓN (Qué le respondo al Señor, qué le respondemos al Señor)

Gracias Señor, porque nos previenes de todo tipo de avaricia; gracias por todos los consejos que nos das, para ser desprendidos y saber compartir con nuestros hermanos; por todos los dones que nos regalas para ser felices, y por ser parte de nuestras familias. Por eso te damos gracias. Gracias Señor, gracias Señor.

Perdón Señor, por anteponer las cosas materiales, antes que Ti; por ser egoístas, porque nos cuesta trabajo compartir lo que tú nos regalas; por buscar siempre nuestro beneficio personal, y por tratar sin caridad a nuestros hermanos, por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón Señor.

IV. CONTEMPLACIÓN ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?

  • Al hombre pidiéndole a Jesús que le haga justicia.
  • A Jesús dándole consejos a la multitud.
  • Al hombre rico, pensando qué va hacer con tanta cosecha.
  • A Dios diciéndole que esa misma noche va a morir.
  • A ti que algunas veces te gana la avaricia.

V. ACCIÓN ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?

Intenciones del Santo Padre del mes de julio

Por los ancianos

Recemos por los ancianos, que representan las raíces y la memoria de un pueblo, para que su experiencia y sabiduría, ayude a los más jóvenes a mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad.

Intención personal: Tratar de ser generoso con mis hermanos, y ayudándome con lo que el Señor me regala, buscando acumular la riqueza y el amor de Dios con mis seres queridos. 

Intención comunitaria: Ayudando a mis hermanos de mis pequeñas comunidades a abrirse a la generosidad, principalmente con los más necesitados.