27 de agosto de 2023
“En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión”
“¡Pedro, tú eres piedra!
Piedra de apoyo, piedra de tropiezo”
Mt 16,13-20
1. Invocación al Espíritu Santo
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. LECTURA
a) Clave de lectura:
En el evangelio de este domingo, Jesús indaga sobre lo que la gente piensa con respecto a Él: ¿Quién dice la gente que sea yo?” Después de saber la opinión de la gente, quiere conocer la opinión de sus discípulos.
Pedro, en nombre de todos, hace su profesión de fe.
Jesús confirma la fe de Pedro. En el curso de la lectura, pongamos atención a lo siguiente: “¿Qué tipo de confirmación confiere Jesús a Pedro?»
b) El texto:
Del Santo Evangelio según San Mateo 16,13-20
Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús
3. UN MOMENTO DE SILENCIO ORANTE
Para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
Indicaciones para la lectura:
4. CONTEXTO
• La conversación entre Jesús y Pedro recibe interpretaciones diversas y hasta opuestas en las distintas iglesias cristianas. En la Iglesia católica, se fundamenta el primado de Pedro. Por esto, sin disminuir de hecho el significado del texto, conviene colocarlo en el contexto del evangelio de Mateo, en el cual, en otros textos, las mismas cualidades conferidas a Pedro son atribuidas también casi todas a otras personas. No son exclusivas de Pedro.
• Es bueno siempre tener presente que el Evangelio de Mateo ha sido escrito hacia el final del primer siglo para las comunidades de Judíos convertidos que vivían en la Región de la Galilea y de la Siria. Eran comunidades que habían sufrido mucho y perseguidas por muchas dudas sobre su fe en Jesús. El Evangelio de Mateo trata de ayudarles a superar la crisis y a confirmarlas en la fe en Jesús Mesías, que ha venido a cumplir las promesas del Antiguo Testamento.
a) Comentario del texto:
Mateo 16, 13-16: Las opiniones de la gente y las de los discípulos con respecto a Jesús.
Jesús pide la opinión de la gente sobre él. Las respuestas son variadas: Juan Bautista, Elías, Jeremías, cualquier profeta. Cuando Jesús busca la opinión de los propios discípulos, Pedro se hace el portavoz y dice: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente!”. La respuesta de Pedro significa que reconoce en Jesús el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y que en Jesús tenemos la revelación definitiva del Padre para nosotros. Esta confesión de Pedro no es nueva. Antes, después de haber caminado sobre las aguas, los otros discípulos habían ya hecho la misma profesión de fe: “¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!” (Mt 14,33). En el Evangelio de Juan, esta misma profesión de Pedro la hace Marta: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido al mundo!” (Jn 11,27).
Mateo 16,17: La respuesta de Jesús a Pedro: ¡Bienaventurado eres, Pedro!
Jesús proclama a Pedro “¡Bienaventurado!” porque ha recibido una revelación de parte del Padre. También en este caso la respuesta de Jesús no es nueva. Antes, Jesús había hecho una idéntica proclamación de felicidad a los discípulos por haber visto y oído cosas que antes ninguno sabía (Mt 13,16) y había alabado al Padre por haber revelado el Hijo a los pequeños y a los no sabios (Mt 11,25). Pedro es uno de estos pequeños a los que el Padre se revela. La percepción de la presencia de Dios en Jesús no viene “de la carne ni de la sangre” o sea, no es fruto del mérito del esfuerzo humano, sino que es un don que Dios concede a quien quiere.
b) Un retrato de San Pedro:
Pedro, que era pescador de peces, se convirtió en pescador de hombres. (Mt 1,17). Estaba casado (Mc 1,30). Era un hombre bueno, muy humano. Era el “líder” natural entre los doce primeros discípulos de Jesús. Jesús respeta este liderazgo y hace de Pedro un animador de su primera comunidad (Jn 21,17). Antes de entrar en la comunidad de Jesús, Pedro se llamaba Simón Bar Jona (Mt 16,17), o sea, Simón, hijo de Jonás. Jesús lo llama Cefas o Piedra (Jn 1,42) que después se convierte en Pedro (Lc 6,14) Por su naturaleza y por su carácter, Pedro podía serlo todo, menos piedra. Era valiente en el hablar, pero en el momento del peligro se dejaba dominar del miedo y huía. Por ejemplo, la vez en la que Jesús caminaba por las aguas, Pedro le dice: “¡Jesús, deja que yo también camine sobre las aguas!” Jesús le dice: “¡Puedes venir, Pedro!” Pedro sale de la barca y empieza a caminar sobre las aguas. Pero apenas ve una ola alta, se atemorizó, perdió la confianza, comenzó a hundirse y gritó: “¡Señor, sálvame”! Jesús le dio seguridad y lo salvó (Mt 14,28-31). En la última cena, Pedro dice a Jesús: “¡No te negaré nunca, Señor!” (Mc 14,31, pero pocas horas después, en el palacio del Sumo Sacerdote, delante de una criada, cuando Jesús ya había sido arrestado, Pedro negó con juramento que no tenía nada que ver con Jesús (Mc 14,66-72).
Cuando Jesús se encontraba en el Huerto de los Olivos, Pedro saca la espada (Jn 18,10), pero termina huyendo, dejando a Jesús solo. (Mc 14,50) Por su naturaleza, Pedro ¡no era Piedra!
Pero este Pedro tan débil y humano, tan semejante a nosotros se convierte en piedra, porque Jesús ruega por él y dice “Pedro, he rogado por ti, para que tu fe no decaiga y tú una vez seguro, ¡confirma a tus hermanos!” (Lc 22,31-32) Por esto Jesús podía decir: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16.18). Jesús lo ayuda a ser piedra. Después de la resurrección, en Galilea, Jesús se aparece a Pedro y le pide dos veces: “Pedro, ¿me amas? Y Pedro responde dos veces: “¡Señor, tú sabes que te amo!” (Jn 2115.16 Cuando Jesús le dirige la pregunta por tercera vez, Pedro se entristece. Quizás recordó que había negado a Jesús por tres veces. A la tercera vez, responde: “¡Señor, tú lo sabes todo! ¡Tú sabes que te amo mucho!
Y es entonces cuando Jesús le confía el cuidado de sus ovejas, diciendo: “¡Pedro, apacienta mis ovejas!” (Jn 21,17) Con la ayuda de Jesús, la firmeza de la piedra crece en Pedro y se revela en el día de Pentecostés.
En el día de Pentecostés, después de la venida del Espíritu Santo, Pedro abrió las puertas de la sala donde estaban todos reunidos, echada la llave por temor a los Judíos (Jn 20,19), se arma de valor y comenzó a anunciar la Buena Noticia de Jesús a la gente (Act 2,14,40). ¡Y no se cansaba de hacerlo! Gracias a este anuncio valeroso de la resurrección, fue llevado a la cárcel (Act 4,3). Durante el interrogatorio, se le prohíbe anunciar la Buena Noticia (Act 4,18), pero Pedro no obedece a la prohibición. Decía: “Sabemos que debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” (Act 4,19; 5,29) Fue arrestado de nuevo (Act 5,18.26). Torturado (Act 5,40).
Pero él dice. “¡Gracias, pero continuaremos!” (cf Act 5,42).
Cuenta la tradición, que al final de su vida, en Roma, Pedro fue arrestado y condenado a muerte y a la muerte de cruz. Él pidió ser crucificado con la cabeza hacia abajo. Creía que no era digno de morir como Jesús. ¡Pedro fue fiel a sí mismo hasta el final!
4. Salmo 6
Yahvé, no me corrijas con tu cólera, no me castigues con tu furor.
Piedad, Yahvé, que estoy baldado, cura, Yahvé, mis huesos sin fuerza.
Me encuentro del todo abatido.
Y tú, Yahvé, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Yahvé, restablece mi vida, pónme a salvo por tu misericordia.
Que después de morir nadie te recuerda,
y en el Seol ¿quién te alabará?
Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama; mis ojos se consumen de rabia.
La insolencia define a mis opresores, ¡apartaos de mí, malhechores!
Que Yahvé ha escuchado mi llanto; Yahvé ha escuchado mi súplica, Yahvé acepta mi oración. ¡Queden corridos, confusos mis enemigos, retrocedan de inmediato, cubiertos de vergüenza!
5. Salmo 121
Mi auxilio viene de Yahvé
Alzo mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra.
¡No deja a tu pie resbalar! ¡No duerme tu guardián!
No duerme ni dormita el guardián de Israel.
Es tu guardián Yahvé, Yahvé tu sombra a tu diestra.
De día el sol no te herirá, tampoco la luna de noche.
Yahvé te guarda del mal, él guarda tu vida.
Yahvé guarda tus entradas y salidas, desde ahora para siempre.
6. ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.