LECTIO DIVINA

26 de noviembre de 2023

“En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión”

Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Jesús se identifica con sus hermanos más pequeños

El criterio para entrar en el Reino

Mt. 25, 14-30

  1. Invocación al Espíritu Santo

Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Tú, que descendiendo sobre María de Nazareth, la convertiste en tierra buena, donde el Verbo de Dios pudo germinar, purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra perseverancia.

Amén.

  • TEXTO

Del Santo Evangelio según San Mateo 25, 31-46

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y acudieron a mí.’ Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?’ Y el Rey les dirá: En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.’ Entonces dirá también a los de su izquierda:

‘Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me hospedaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo, y en la cárcel, y no me visitaron.’ Entonces dirán también estos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’ Y él entonces les responderá: ‘En verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo.’ E irán estos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  • UN MOMENTO DE SILENCIO ORANTE

Para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

  • PARA AQUELLOS QUE DESEAN PROFUNDIZAR EN EL TEMA

El Hijo del hombre: Hijo del hombre es una expresión semítica que significa simplemente un ser humano (ver, por ejemplo, el paralelismo entre «hombre» e «hijo del hombre» en Sal 8,5). Así la usa frecuentemente el libro de Ezequiel, donde Dios se dirige al profeta como «hijo del hombre», para resaltar la distancia entre Dios que es transcendente y el profeta que es un simple hombre. Sin embargo, en Daniel 7,13-14 la expresión adquiere un significado particular. El profeta ve «aparecer sobre las nubes del cielo uno semejante a un «hijo de hombre» que recibe de Dios «poder, gloria, y reino». Se trata sin duda de un ser humano, que no obstante esto, es introducido en la esfera de Dios. El texto ha sido interpretado siempre en sentido mesiánico, sea en sentido personal como colectivo. Por tanto, se trate de una persona o se trate del Pueblo de Dios en su conjunto, el Hijo del hombre es el Mesías que inaugura el Reino de Dios, eterno y universal. La aplicación del título «Hijo del hombre» a Jesús teniendo de fondo a Daniel 7, 13-14 es difundidísima en los evangelios. Se encuentra también en las Actas 7, 56 y en el Apocalipsis 1, 13 y 14,14.

Los especialistas piensan que ha sido el mismo Jesús quien se ha dado a sí mismo este título. En el evangelio de Mateo se ha puesto en boca de Jesús, particularmente cuando Él habla de su pasión (17, 12.22; 20, 18.28), de su resurrección como suceso escatológico (17, 19; 26,64) y de su venida gloriosa (24, 30; y 25, 31, inicio de nuestro Jesús rey, juez y pastor: Mateo da también a Jesús el título de rey (1,23; 13, 41). La realeza de Dios es un tema muy querido en la Biblia. Porque es el Hijo de Dios, Jesús reina junto al Padre. En nuestro texto el rey es Jesús, pero Él ejercita su realeza en estrecha relación con el Padre. Los elegidos son los «benditos de mi Padre» y el reino al cual son invitados a entrar, es un reino preparado para ellos por Dios, como indica la forma pasiva del verbo. Esta forma verbal, dicha pasiva divina, se encuentra a menudo en la Biblia y tiene siempre a Dios como sujeto implícito. En este texto el reino viene a indicar la vida eterna. Como en Daniel, 7 (ver en particular los versículos 22, 26 y 27), también en nuestro texto la realeza del Hijo del hombre está ligada al juicio. El rey, especialmente en la antigüedad, ha sido siempre considerado como el juez supremo. El juicio que hace Jesús es un juicio universal, un juicio que compromete a todas las gentes (ver v. 32). Sin embargo, no es un juicio colectivo. No son los pueblos los que serán juzgados, sino las personas particulares.

Igualmente unida a la realeza está el simbolismo pastoral. En la antigüedad el rey se presentaba a menudo como pastor de su pueblo. También el Antiguo Testamento habla de Dios, rey de Israel, como pastor (ver por ejemplo Sal 23; Is 40, 11; Ez 34) y el Nuevo Testamento aplica el título también a Jesús (Mt 9, 36). Los pastores de Tierra Santa en los tiempos de Jesús llevaban a pastar rebaños mixtos, compuestos de ovejas y cabras. Al atardecer los separaban porque las ovejas duermen al sereno, mientras las cabras prefieren ponerse bajo cobijo. En nuestro texto las ovejas representan a los elegidos porque son de mayor valor económico que las cabras y también por su color blanco, que a veces en la Biblia significa la salvación.

«Mis hermanos más pequeños»: Tradicionalmente, se interpretaba este pasaje evangélico como la identificación de Jesús con los pobres y los marginados. Jesús juzgaría a todos y particularmente a aquellos que no han tenido la oportunidad de conocer su evangelio, con base en la misericordia que han demostrado por los pobres.

Todos tienen la oportunidad de aceptarlo o rechazarlo, si no personalmente, al menos, en la persona del indigente con el que se identifica. La exégesis contemporánea tiende a leer el texto en sentido más eclesiológico. Poniéndolo en estrecha relación con Mateo 10, 40-42, los exegetas insisten que aquí no se trataría de filantropía, sino de la respuesta al evangelio del reino que es llevado por los hermanos de Jesús, no solo los jefes de la Iglesia sino de todo hermano, aun el más significante. Las naciones, es decir, los paganos, son, por tanto, invitados a acoger a los discípulos de Jesús que predican el evangelio y sufren por él, como si estuviesen acogiendo al mismo Jesús en persona. Los cristianos, por su parte, están invitados a la hospitalidad generosa con sus hermanos que se hacen predicadores itinerantes por causa del evangelio, sufriendo persecuciones (ver 2In 5-8). Así demostrarían la autenticidad de su propio empeño de discipulado. En el contexto del evangelio de Mateo, esta segunda interpretación es probablemente la más precisa. Sin embargo, en el contexto de la Biblia entera (ver, por ejemplo, Is 58, 7) no se puede descartar completamente la primera.

  • ORACIÓN FINAL

Señor Dios, tú has constituido a tu Hijo Jesús, rey y juez universal. Él vendrá al final de los tiempos para juzgar a todas las naciones. Él viene cada día a nosotros de mil formas y nos pide que lo acojamos. Lo encontramos en la Palabra y en el partir del pan. Y lo encontramos también en los hermanos partidos y desfigurados por el hambre, la opresión, la injusticia, la enfermedad, el rechazo de la sociedad. Abre nuestros corazones para saber acogerlo en el hoy de nuestra vida, para ser por Él acogidos en la eternidad del cielo. Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.

Amén.