Domingo de Ramos

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LECTIO DIVINA

DOMINGO DE RAMOS

25 de marzo de 2018

¨En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión¨

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Señor, Tú que por medio de la cruz nos has redimido y nos has dado la salvación te pedimos que nos envíes tú Espíritu, para que podamos comprender y discernir tu Palabra, y a través de ella nos lleve a enseñar con amor y alegría a nuestros hermanos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

  1. LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Mc 14, 1-15, 47)

¿Qué dice el texto?

Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían “No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse”.

Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaron indignados “¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres”. Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó: “Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.

Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarlo a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.

El primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Él les dijo a dos de ellos”: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena”. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. 

Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:
“Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar”.
“Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:” ¿Soy yo? El respondió
“Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!”.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo” Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:
“Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea».
Pedro replicó: «Aunque todos se escandalicen, yo no”. Jesús le contestó: “Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Y los demás decían lo mismo.

Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
“Siéntense aquí mientras hago oración”. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: “Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando”. Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de Él aquella hora. Decía: “Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
“Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil”. De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño, por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo: “Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor”. 

Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: “Al que yo bese, ése es. Deténganlo y llévenselo bien sujeto”. Llegó, se acercó y le dijo: “Maestro”. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: “¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras”. Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana y lo detuvieron; pero él soltó la sábana y se les escapó desnudo.

Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse.

Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque, muchos presentaban falsas acusaciones contra Él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron: “Nosotros lo hemos oído decir: `Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres’. Pero ni aun en esto concordaba su testimonio”. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús: “¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?”. Pero Él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: “¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?” Jesús contestó: “Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo”. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando: “¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?” Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: “Adivina quién fue”, Y los criados también le daban de bofetadas.

Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo: “Tú también andabas con Jesús Nazareno”. A Él lo negó, diciendo: “Ni sé ni entiendo lo que quieres decir”. Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes: “Ése es uno de ellos”. Pero él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo”. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: “No conozco a ese hombre del que hablan”. En seguida, cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: “Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres”, y rompió a llorar.

Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Él respondió: “Sí lo soy”. Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:” “¿No contestas nada? ¡Mira de cuántas cosas te acusan!”. Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado.

Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarle al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo: “¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?” Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. “Pilato les volvió a preguntar:” ¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?» Ellos gritaron: “¡Crucifícalo!” Pilato les dijo: “Pues ¿qué mal ha hecho?” Ellos gritaron más fuerte: “¡Crucifícalo!” Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran. 

Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con un manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de Él, dirigiéndole este saludo: “¡Viva el rey de los judíos!”. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.

Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir “lugar de la Calavera”) Le ofrecieron vino con mirra, pero Él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno.

Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. 

Los que pasaban por ahí, lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole: “¡Anda! Tú, que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.
Los sumos sacerdotes se burlaban también de Él y le decían: “Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos”. Hasta los que estaban crucificados con Él también lo insultaban.

Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: “Eloí, Eloí, ¿lama sabactaní?” (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Miren, está llamando a Elías». Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: «Vamos a ver si viene Elías a bajarlo». Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: “De veras este hombre era Hijo de Dios”. Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con Él a Jerusalén.

Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponían. Palabra del Señor. 

Pistas de reflexión

Contexto bíblico

Jesús fue arrestado y llevado frente el concejo durante la noche (14, 43-65). El sumo sacerdote preguntó, ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? (14, 61). Y Jesús le dijo: “Yo soy; y verán al Hijo del hombre sentado a la diestra de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (14, 62) al oír esto el sumo sacerdote se rasgó sus ropas y pidió al concejo que lo condenaran a muerte, lo que hicieron con ganas. 

Algunos eruditos anotan que ley judía prohíbe llevar a cabo durante la noche procedimientos que podrían acabar en una pena de muerte.  Por eso el Sanedrín no actuaría hasta las seis de la para poder cumplir con la ley. No obstante, esta ley judía viene del Mishnah, la codificación de tradición oral judía que no fue completada hasta dos siglos después de morir Jesús.  Muchas de sus provisiones fueron parte de tradición judía durante siglos, y por eso es muy posible que la prohibición contra procedimientos nocturnos en casos capitales estuviera en efecto al ser juzgado Jesús. Sin embargo, no podemos estar seguros.

Texto bíblico

A) ¿Eres tú el Rey de los judíos? 

“Y luego por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio” (v. 1a). El concejo trabajó durante la noche, en parte para no incitar a los seguidores de Jesús y en parte porque oficiales romanos comienzan su trabajo muy temprano por la mañana. Como se anota arriba, llevar a cabo durante la noche un juicio que podría terminar en una pena de muerte, puede considerarse una violación de la ley judía (el Mishnah). Si es así, es posible que los sumos sacerdotes y ancianos ratificaran sus decisiones nocturnas por la mañana y así esquivar la ley. 

Si el concejo ha de hacer actuar a Pilato antes del sábado, necesitan entregarle a Jesús temprano por la mañana, ya que el tiempo es corto.  Primero, deben lograr que Pilato esté de acuerdo con la crucifixión. Entonces, la crucifixión se debe llevar a cabo. Finalmente, el cuerpo ha de ser bajado de la cruz y enterrado antes del anochecer y el comienzo del sábado, y así cumplir los requisitos de Deuteronomio 21, 23.

“llevaron a Jesús atado, y lo entregaron (παρέδωκαν paredokan) a Pilato” (v. 1b). Esta palabra paradidomi (entregado) tiene una cualidad siniestra. Primero es utilizada en este Evangelio para hablar del arresto de Juan Bautista (1:14). Jesús la utiliza para decirles a sus discípulos que será traicionado (9, 31; 10, 33). Entonces, la utiliza para advertir a sus discípulos que serán entregados a concejos (13, 9) Paradidomi se utiliza para hablar de la traición de Judas, y se traduce como “traicionado” (3, 19), “traicionar” (14, 10-11, 18), o “traicionero” (14, 42, 44) cuando se refiere a Judas. Se utiliza para hablar de los sumos sacerdotes entregando Jesús a Pilato (15, 10) y Pilato entregando a Jesús para ser crucificado (15:15). No obstante, aunque Jesús y los discípulos parecen víctimas de esta traición o entrega, el poder de Dios está en función aquí y el plan de la salvación de Dios es implementado con esta entrega.

“Llevaron a Jesús atado, y lo entregaron a Pilato” (v. 1b). Judíos están bajo ley romana. Roma ofrece a sus ciudadanos algunas medidas de auto-gobernación, pero retiene autoridad sobre cuestiones serias, incluyendo crímenes capitales. Pilato vive en Cesárea Marítima, pero lleva un contingente de soldados romanos a Jerusalén durante los festivales importantes para mantener el orden.  Durante su estancia en Jerusalén, lo más probable es que resida en el palacio de Herodes o en el Fuerte de Antonia seguramente en el palacio.  Pilato ha servido de procurador romano desde el año 26 d.C. y servirá en esa capacidad hasta el año 36 d.C., cuando será relevado a causa de las quejas de sus súbditos. Es conocido por su desprecio hacia el pueblo judío y por su trato insensitivo hacia ellos. 

“Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?” (v. 2a). San Marcos no incluye ninguna documentación de la conversación entre el concejo y Pilato.  La pregunta de Pilato a Jesús deja claro que el concejo ha acusado a Jesús de intentar establecerse como rey, una traición contra Roma que requería la respuesta inmediata de Pilato.  Desde la muerte de Herodes el Grande, judíos no han tenido rey ya que Roma rechazó el título a los hijos de Herodes. 

El cargo contra Jesús no está completamente sin sustancia. Jesús ha admitido ser el Mesías (14, 62), y el pueblo judío espera que el Mesías sea un rey como David, que establezca de nuevo la grandeza de su nación y eche a los romanos. No obstante, si el concejo verdaderamente creyese que Jesús es el Mesías, le apoyarían hasta el final. En vez, le consideran blasfemador y una amenaza a su poder personal, y por eso desean su muerte.  No tienen autoridad para imponer la pena de muerte, consecuentemente, le llevan ante Pilato, que sí la tiene. A Pilato no le importaría la blasfemia, por esa razón el concejo presenta sus cargos contra Jesús de manera que, según ley romana, garantice una razón de actuar, es decir, la sedición la traición. 

La ironía, claro, es que Jesús sí es el Mesías y Rey de los Judíos. San Marcos presenta la crucifixión de Jesús casi como si fuera una subida al trono: Jesús ha sido aclamado por las multitudes al entrar en Jerusalén (11, 1-10), ungido (¡por una mujer! 14, 3-9), ‘identificado’ por el sumo sacerdote (14:61), proclamado al pueblo por Pilato (15:9, 12). Pronto, será ‘subido al trono’ en la cruz, con una inscripción diciéndole al mundo quien es, y con dos ladrones ocupando los lugares de honor a su derecha y a su izquierda (10, 37).

“Y respondiendo él, le dijo: “Tú lo dices’” (v. 2b). Jesús le da a Pilato una respuesta sin compromiso. Admitir que es un rey sería dar una falsa impresión, estableciéndose como rival al poder de Roma, lo cual no es verdad, pero negar que es un rey sería igual de falso.  Es cierto que es el Rey de los judíos, pero en el sentido espiritual en vez de político. No trama violencia contra Roma, pero establece un reino espiritual que seguirá aún después de caer Roma. Una ironía es que, pronto, Roma ya no será conocida como capital del Imperio Romano, sino como capital de la Iglesia del Mesías.

“Y los príncipes de los sacerdotes lo acusaban mucho” (v. 3). San Marcos no da detalles de estos cargos, pero nos podemos imaginar a los enemigos de Jesús gritando todo tipo de acusaciones en un intento de persuadir a César de que condene a Jesús.

“Y le preguntó otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan. Más Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba” (vv. 4-5).  Pilato no puede imaginar que nadie se niegue a defenderse contra cargos capitales.  Pilato también presiente que le están utilizando para implementar el plan del concejo judío, por eso quiere que Jesús le dé una razón para perdonarlo.  Jesús, sin embargo, no le da nada.  Ya les ha explicado a sus discípulos que “convenía (gr. δεῖ, dei es necesario una necesidad divina) que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días” (8:31). Ahora que su hora ha llegado (14, 41), coopera, no con el concejo o con Pilato, sino con el plan divino.

“Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran” (v. 6). No se sabe mucho de la costumbre de liberar un prisionero durante el festival, y algunos han cuestionado la autenticidad de la práctica.  No obstante, existe documentación de una amnistía similar concedida a Fibión unos años después, apoyando el relato de Marcos. Si hay algo extraño de la historia de Barrabás, es el hecho de que Pilato liberase a un fanático que traicionó a Roma.

“Y había uno, que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían dado muerte en una revuelta” (v. 7). Barrabás es un nombre común compuesto de dos palabras bar (hijo) y Abba (padre). Esto nos presenta con aún otra ironía un Hijo inocente del Padre (Jesús) muere en lugar de un hombre culpable llamado “hijo del padre” (Barrabás) un sacrificio que concuerda con la celebración de la Pascua, cuando un cordero inocente es sacrificado para salvar a la gente. Es probable que Barrabás sea un fanático que haya tomado parte en la insurrección contra Roma. Esto le daría popularidad entre judíos, y la multitud parece estar dispuesta a pedir su libertad.

“Y viniendo la multitud, comenzó a pedir hiciese como siempre les había hecho. Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que les suelte al Rey de los Judíos?” (vv. 8-9).  La multitud exige la libertad de un prisionero, y Pilato ofrece liberar a Jesús, no a Barrabás.  Su referencia a Jesús como el Rey de los Judíos es sarcástica y resentida.  Si Pilato de verdad quisiera influenciar esta multitud, controlaría su sarcasmo, el cual solo sirve para separar a la multitud. Pilato, sin embargo, no está acostumbrado a integrarse con la plebe, y tiene pocas ganas de complacer a los judíos.

“Porque conocía que por envidia le habían entregado los príncipes de los sacerdotes” (v. 10).  Pilato tiene sus límites, pero no es tonto.  Comprende que los príncipes de los sacerdotes no le entregarían a nadie si no fuera con el propósito de cumplir su propio plan.

“Más los príncipes de los sacerdotes incitaron a la multitud, que les soltase antes a Barrabás” (v. 11). “¿Qué quieren que haga del que llaman Rey de los Judíos?” (v. 12). De nuevo, Pilato utiliza el título, Rey de los Judíos, de manera sarcástica. Enfatiza el efecto negativo de su pregunta refiriéndose a Jesús como el que llaman Rey de los Judíos. “Y ellos volvieron a dar voces: Crucifícalo. Más Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: Crucifícalo” (vv. 13-14).  En este momento Pilato y la multitud se encuentran en una relación adversaria, y no hay cupo para dialogo.

“Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás” (v. 15a). Flavio Josefo documenta otros incidentes que revelan a Pilato como líder que, a pesar de ser obstinado, cedería bajo la presión de una multitud.  Sus acciones en este incidente, por lo tanto, están completamente dentro de su carácter. Pilato ha traído a Jerusalén un grupo de soldados romanos para mantener la paz durante el festival, y no quiere que esta multitud pierda control en este momento.  No desea castigar judíos, pero siente poca obligación de proteger a alguien que no es ciudadano romano en contra de su propia gente. Comprende que los príncipes de los sacerdotes actúan “por envidia” (v. 10), pero desea “satisfacer al pueblo” (v. 15). Puede simpatizar con Jesús, pero negocios son negocios. Le gustaría actuar de manera correcta, pero solo al precio correcto. Nos presenta con aún más ironía un gobernador que pasa el poder de gobernar a los gobernados.

El juicio no ha concluido adecuadamente ni se le ha pronunciado a Jesús culpable. La oferta de Pilato para soltar a Jesús sugiere que lo está tratando como si fuera culpable, pero también demuestra sus dudas de que Jesús sea una amenaza para Roma.  Sea porque le atrae algo de Jesús, porque no quiera condenar a un hombre inocente, o simplemente porque le disguste ser un peón en el juego del establecimiento judío, está claro que no quiere sentenciar a Jesús.

“y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuese crucificado” (v. 15b). Antes, en camino a Jerusalén, Jesús advirtió a los discípulos que sería azotado (10, 33-34). Esto también cumple la profecía de Isaías, “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is 53, 5). 

Costumbre romana es azotar a los acusados antes de crucificarles. Azotar es un castigo casi tan malo como la crucifixión.  Sus víctimas son azotadas con tiras de cuero que contienen pedacitos de hueso o hierro y, a veces, mueren de los azotes. Los sobrevivientes que han sido debilitados por los azotes mueren más rápidamente en la cruz. Entonces Pilato “entregó” (gr. παρέδωκεν, paradoken) a Jesús para ser crucificado.

B) ¡Salve, Rey de los judíos!

“Entonces los soldados lo llevaron dentro de la sala, es a saber al Pretorio; y convocan toda la cohorte” (v. 16).  Siendo un prisionero condenado, Jesús no tiene derechos los soldados tienen la libertad de hacer con él lo que quieran.  Lo llevan al patio del palacio, seguramente el palacio de Herodes, y reúnen toda la cohorte (v. 16), unos 600 soldados. Estos hombres son fuertes y brutos, y están acostumbrados a usar su fuerza bruta. Burlarse de Jesús es el entretenimiento del día. Esta burla es la segunda de tres burlas que Jesús experimentará la primera ante el concejo judío (14, 65) y la tercera en la crucifixión (vv. 26-32). 

“Lo vistieron con un manto de color purpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole un saludo: ¡Viva el, Rey de los Judíos! Y le herían en la cabeza con una caña, y escupían en él, y le adoraban hincadas las rodillas” (vv. 17-18).  En comparación con los azotes que Jesús acaba de recibir, estas burlas de los soldados no son nada. Los azotes fueron para castigar brutalizar, pero el único propósito de la burla es reírse de él.

El color púrpura es un color real, por eso los soldados lo visten a Jesús de púrpura. La corona de espinas puede infligir daño, pero, realmente es una parodia para la corona redonda (una corona de laurel que rodea la cabeza) utilizada por regidores y representada en monedas. El saludo, “¡Salve, Rey de los Judíos!” es una burla basada en el saludo, “¡Salve, César!” La caña con la que pegan a Jesús es demasiado floja para infligir daño, pero se refiere al cetro de un rey.  Pegarle a un rey con su propio cetro es utilizar un símbolo de su poder para mostrar su debilidad. Escupir sería una parodia para un beso de homenaje. Los soldados se arrodillan ante Jesús. El propósito de cada una de estas acciones es burlarse de Jesús por sus pretensiones de realeza.  La ironía, claro, es que Jesús sí es un rey que merece honor. Esta burla contribuye a un tema básico que se menciona a lo largo de esta unidad que Jesús va a su muerte como el ungido de Dios, el Rey de los Judíos”.

“Y cuando lo hubieron escarnecido, lo desnudaron la púrpura, y lo vistieron sus propios vestidos, y lo sacaron para crucificarlo” (v. 20). El hombre condenado sería dirigido por un largo trayecto por las calles por cuatro soldados, dos delante y dos detrás. Llevaría el crucero la parte vertical ya estaría en su lugar en el sitio de la crucifixión. Llevaría una señal en la que se escribiría la naturaleza de su ofensa en este caso, “Rey de los Judíos.” El propósito de la larga procesión por las calles es impresionar a la multitud de su comportamiento criminal. 

C) Y lo crucificaron

“Y cargaron a uno que pasaba, Simón Cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, para que llevase su cruz” (v. 21). Cirenea es una colonia griega en el país que ahora conocemos como Libia. Tener que llevar una cruz para un criminal debe ser una enorme decepción para Simón, que vino a la Ciudad Sagrada haciendo una peregrinación posiblemente la única peregrinación de su vida. En lugar de encontrar exaltación espiritual y hacer memorias maravillosas, Simón se encuentra en medio de una fea situación. Decir que este evento arruina su fin de semana sería rebajar gravemente la situación. No obstante, Marcos le identifica como el “padre de Alejandro y de Rufo,” haciéndonos pensar que estos dos hombres son bien conocidos en la comunidad cristiana. Quizá Simón se hizo cristiano después de caminar la vía dolorosa con Jesús. Quizá sus hijos siguieron sus pasos, haciéndose figuras conocidas en la Iglesia temprana. Si Dios puede redimir el Viernes Santo para Jesús, puede hacer lo mismo para Simón.

Antes Jesús dijo, “Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (8, 34).  Ahora, sin haberlo elegido él, Simón se convierte en el primero en hacer esto literalmente. “Y lo llevan al lugar de Gólgota, que declarado quiere decir: Lugar de la Calavera” (v. 22).

“Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; más él no lo tomó” (v. 23). Algunos difieren en el tema de la mirra si tiene un efecto narcótico o si simplemente es para hacer el vivo más tolerable. Esto parece aludir a Proverbios 31, 6, “Den la cerveza al desfallecido, y el vino a los de amargo ánimo,” intentando aliviar el sufrimiento. Jesús ha venido a tomar el pecado del mundo y el sufrimiento sobre sí mismo, y por eso lo rehúsa.

“Y cuando lo hubieran crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno” (v. 24). Se ha escrito tanto de los horrores de la crucifixión que no elaboraré más aquí y los Evangelios no suelen ponderar en nuestro interés por detalles sórdidos.  La crucifixión es muerte por agotamiento, y sus víctimas generalmente viven varias horas o varios días, según su estado físico al ser colgado en la cruz. Hombres generalmente son colgados desnudos, pero los romanos a menudo respetan sentimientos judíos, permitiendo que la víctima esté cubierta con una pampanilla. Generalmente, romanos dejan que el cuerpo se pudra en la cruz para avisar a la plebe de las consecuencias del crimen.  A veces, sin embargo, respetan sentimientos judíos en cuanto a la necesidad de un entierro inmediato según Deuteronomio 21, 23, que dice, “No estará su cuerpo por la noche en el madero, más sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Yahvé tu Dios te da por heredad.”

D) ¡Sálvate a ti mismo!

“Y era la hora de las tres (τρίτη, trite, la tercera hora) cuando lo crucificaron” (v. 25). La hora temprana hace surgir dos cuestiones: Primero, si sería posible juzgar a Jesús ante Pilato, azotarlo, burlarse de él, y marcharlo al sitio de la crucifixión antes de esta hora tan temprana.  Segundo, el Evangelio de Juan todavía sitúa a Jesús con Pilato al mediodía (la sexta hora). No hay respuestas definitivas para estas cuestiones de la hora tan temprana de Marcos.

“Y el título escrito de su causa era: El Rey de los judíos” (v. 26). Según los líderes judíos, el crimen de Jesús es blasfemia su declaración de ser el Mesías.  Según los romanos, el crimen de Jesús es haberse situado como Rey de los Judíos un rival para César.  Según Marcos, Jesús es ambos el mesías y el Rey de los Judíos, y la cruz es su trono.  En el Evangelio de Juan, la cruz de Jesús se presenta como parte de su glorificación. Marcos no utiliza la palabra glorificación, pero así es como él piensa de la cruz.

“Y crucificaron con él dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda” (v. 27) una alusión al Siervo que Sufre de Isaías 53, 12, “por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores.” Los dos ladrones podrían ser responsables de insurrecciones en vez de ser ladrones comunes.

Solo las mujeres están presentes, mirando a distancia (v. 40). Pedro ha negado a Jesús (14, 66-72), y todos los demás lo han abandonado. Los que se quedan (con excepción de las mujeres) están allí para crucificarlo o burlarse de él.

“Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo edificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz” (vv. 29-30). Transeúntes, sacerdotes, y ladrones se unen para la tercera y última burla de Jesús. Lo retan a que se salve a sí mismo y que baje de la cruz (v. 30). “Meneando sus cabezas” es un gesto de desprecio.

“Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar” (v. 31). De nuevo, estos versículos están llenos de ironía.  Jesús no se puede salvar a sí mismo ni puede bajar de la cruz sin abortar su misión de salvar el mundo.  Es verdad que “no se puede salvar,” pero no porque está desamparado. Retan a Jesús que baje de la cruz para poder creer (v. 32). Esto demuestra su falta de fe, la fe verdadera no requiere esas cosas.

“El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él lo denostaban” (v. 32). Aún los ladrones se unen con sorna, atormentando a Jesús (v. 33). San Marcos no incluye mención del buen ladrón que toma el lado de Jesús, solo Lucas cuenta esa parte de la historia.

E) Verdaderamente este era el Hijo de Dios

“Y cuando vino la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona (v. 33). La oscuridad entre las doce y las 3 de la tarde es una alusión a Amós 8, 9, “Y acaecerá en aquel día, dice el Señor Yahvé, que haré se ponga el sol al mediodía, y la tierra cubriré de tinieblas en el día claro.” Hace pensar de una de las plagas de Egipto, en la que Dios hizo caer oscuridad sobre la tierra de Egipto, una oscuridad que se podía sentir (Ex 10, 21). Es una señal escatológica, refiriéndose al juicio de Dios, no solo sobre Jerusalén o Israel, pero sobre todo el mundo.

“Y a las tres, exclamó Jesús á gran voz, diciendo”: “Eloí, Eloí, ¿lama sabachthani?” que declarado, quiere decir: “Dios mío, Díos mío, ¿por qué me has abandonado?” (v. 34). Las palabras vienen de Salmo 22, 1, un salmo que es a la vez el lamento del que sufre y la esperanza confiada en la vindicación. 

Jesús, quien “se ha vaciado” de su gloria celestial (Fil 2, 7) y ha tomado carne humana, ahora no solo sufre el dolor de sus heridas, pero también el dolor de la soledad espiritual. Salmo 22, 1 expresa ese tipo de soledad dolorosa, pero también expresa gran esperanza en Dios Salvador. Sus últimos versículos tienen tono de celebración. Los judíos que presenciaron la crucifixión y oyeron las palabras de Jesús conocerían bien Salmo 22 y entenderían que las primeras palabras sórdidas que Jesús citó solo sirven para preparar el escenario para la salvación de Dios.

“Y algunos de los presentes al oír decían: Miren está llamando a Elías” (v. 35). Jesús ha tomado sobre sí mismo todo el pecado del mundo, acompañado por todo el dolor que viene con el pecado. Ha rehusado el vino y la mirra para que pueda sentir el dolor en pleno.  Experimenta toda la alineación que acompaña al pecado alineación de las autoridades religiosas, transeúntes, ladrones deserción de sus amigos separación de Dios. Transeúntes confunden Eloí, Eloi, o deciden burlarse de Jesús una vez más, de nuevo interpretando esas palabras como Elías, la persona supuesta a ayudar aquéllos en desesperación.  Pero, para Marcos Elías ya ha venido. No vino a rescatar a Jesús de la cruz, sino a preparar el camino que dirige a ella.

“Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, y la sujetó en un carrizo y se la acerco para que bebiera diciendo: Vamos a ver si viene Elías a bajarlo” (v. 36). Una esponja de vino vinagroso puede ser un intento de aliviar el dolor de Jesús o para atormentarle aún más. El comentario sobre Elías, sin embargo, forma parte de la burla. 

“Más Jesús, dando una grande voz, espiró” (v. 37). La mayoría de personas crucificadas se debilitaban más y más hasta que, gradualmente, expiran en silencio. El relato de Marcos sugiere que la muerte de Jesús fue violenta y repentina, y que aún se encontraba bastante fuerte en el momento de su muerte, y que de manera voluntaria y deliberada murió con el grito de uno victorioso (cf. Juan 19:30).

“Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de alto á bajo” (v. 38). Como la oscuridad, esta señal es escatológica, pero no estamos seguros de su significado.  El templo tiene dos velos, uno entre el Lugar Sagrado y el Sagrado de los Sagrados y el otro entre la Corte de Israel y la Corte de las Mujeres. El primer velo tapa la entrada al Sagrado de los Sagrados, donde reside Dios. El sumo sacerdote es el único que puede pasar por él, y solo en el Día de Expiación.  El segundo velo separa a los fieles masculinos de los femeninos. Si el primer velo es rasgado, esto señala que la muerte de Jesús ha roto la barrera entre Dios y los humanos rompiendo la pared divisora (Ef 2, 14), concediendo libre acceso a todos y ésta es la interpretación usual.  Si el segundo velo es rasgado, tiene el carácter de una señal pública, comparable a la oscuridad que cubrió la tierra.

El centurión romano, al ver a Jesús morir, dice, “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (v. 39). Responde, no a señales como la oscuridad o el velo rasgado, sino a Jesús mismo.  Este centurión, capitán de la escuadra que vigila a Jesús, ha visto gente morir, pero en la muerte de Jesús ve algo que no ha visto antes.  Su comentario nos recuerda al comienzo del ministerio de Jesús, cuando los cielos se abrieron y la voz de Dios declaró, “Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo contentamiento” (1:10-11) así, el ministerio de Jesús comienza y termina con afirmaciones que él es Hijo de Dios. No nos sorprende esta declaración del centurión. Esta es la primera confesión de fe en este Evangelio, y es un presagio de lo que se acerca la abertura del Evangelio a los gentiles.

F) Y algunas mujeres mirando

“Y también estaban algunas mujeres mirando de lejos; entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé” (v. 40). Mientras Jesús es crucificado, sus discípulos, los doce, no están por ninguna parte. A lo largo de este Evangelio, Marcos les ha presentado como infieles y ciegos. Las mujeres demuestran un contraste notable. No esperaríamos que aparecieran porque sería tan difícil ver a Jesús burlado y brutalizado, pero vienen y se quedan.  Miran de lejos, y podemos estar seguros de que Jesús sabe que están ahí. Su presencia dice mucho de su amor. No pueden rescatar a Jesús, pero pueden estar con él en su momento más oscuro. Todos los demás le han atormentado o abandonado, pero estas mujeres permanecen fieles. El papel de mujeres como testigos es extraordinario.  Ley judía no reconoce el testimonio de ninguna mujer, pero ellas serán testigos de la crucifixión, el entierro (15, 47) y la resurrección (16, 4-6). San Marcos nos da los nombres de estas tres mujeres: María Magdalena es una mujer de la que Jesús ha echado demonios (16, 9; Lc 8;2).

María es la madre de Santiago y José. San Marcos menciona los nombres de estos hombres como si fueran bien conocidos en la iglesia. Antes, Marcos nos dijo que dos de los hermanos de Jesús se llaman Santiago y José (6, 3), entonces, es posible que esta María sea la madre de Jesús, pero sería más probable que Marcos la hubiera identificado así. Sabemos por el Evangelio de Juan que la madre de Jesús estaba presente en la crucifixión, como también lo estaban María Magdalena y María, la esposa de Cleofás (Juan 19, 25). Salomé podría ser la madre de Santiago y Juan (Mt 27:56). Marcos nos dice que estas mujeres “estando aún él en Galilea, lo habían seguido, y le servían” (v. 41). Limitadas por su género, había mucho que estas mujeres no podían hacer, pero encontraron mucho que sí podían hacer. En silencio, se dispusieron a cumplir la obra de Jesús. Marcos dice que había “otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.” Esta es la primera vez que oímos de ellas.

G) Y lo puso en el sepulcro

Jesús murió a las tres de la tarde (v. 34). Es viernes por la tarde, y el sábado comenzará al bajar el sol, aproximadamente a las seis durante esta parte del año. Una vez comenzado el sábado, según ley judía, ya no será posible proceder con la preparación del entierro del cuerpo de Jesús. Cualquiera que haya preparado el funeral de un ser querido comprenderá la dificultad de bajar un cuerpo de una cruz, prepararlo, y enterrarlo en solo tres horas.

La costumbre general de Roma es dejar los cuerpos en la cruz como continuo aviso para quienes se atrevieran a romper la ley. Ley judía, sin embargo, requiere enterrar antes del anochecer a cualquier persona que haya sido colgada de un árbol. El propósito no es honrar el cuerpo, sino no ensuciar la tierra, porque “maldición de Dios es el colgado” (Dt 21, 22-23). Si es pedido, Roma a veces entrega el cuerpo a la familia para ser enterrado, pero no si la persona fue condenada por traición. No obstante, Pilato está enterado de los sentimientos judíos en cuanto al entierro y, claramente, no está convencido de la culpabilidad de Jesús. 

José de Arimatea es un “miembro del sanedrín” (v. 43). Los cuatro Evangelios mencionan a José de Arimatea. El concejo del cual es miembro es el Sanedrín, el cuerpo gubernamental de los judíos. Marcos nos dice que José va osadamente a Pilato para pedirle el cuerpo para el entierro – ¡osadamente! No hay ninguna duda que ha sido elegido a servir en el Sanedrín por el respeto que el pueblo tiene por su reputación. No es fácil establecer una reputación así, pero se necesita poco para comprometerla.  José acepta gran riesgo personal al ir a Pilato para exigir el entierro de un hombre tan despiadado por sus compañeros del Sanedrín un hombre crucificado por su traición a los romanos. Un hombre ordinario encontraría difícil ganar acceso a Pilato, pero la posición de José como miembro del Sanedrín le da acceso.

“Y Pilato se maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya había muerto. Y enterado del centurión, dio el cuerpo a José” (vv. 44-45). No es raro que una persona sufra dos o tres días en una cruz, pero Jesús solo vivió seis horas. Pilato llama al centurión para confirmar su muerte presumiblemente el centurión que acaba de decir que Jesús es el Hijo de Dios. Habiendo confirmado la muerte de Jesús, Pilato le concede el cuerpo a José.  Este incidente elimina cualquier duda de si Jesús de verdad estaba muerto. El centurión certifica la muerte, y José le entierra. Ninguno podría haber hecho lo que hizo si no estuvieran seguros de la muerte de Jesús.

“El cual compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, y revolvió una piedra a la puerta del sepulcro” (v. 46). Dado el alto estatus de José, la dificultad de tratar un cuerpo muerto, y el corto tiempo disponible, es probable que José contratara sirvientes para bajar el cuerpo de Jesús de la cruz y prepararlo para el entierro. San Marcos nos dice que envolvió el cuerpo en una sábana, significando un entierro de honor. Pone el cuerpo en un sepulcro cavado de una peña, y revuelve una piedra frente la puerta del sepulcro para proteger el cuerpo de animales o ladrones de tumbas.

“Y María Magdalena, y María madre de José, miraban donde era puesto” (v. 47). Dos de las mujeres que san Marcos mencionó como testigos de la crucifixión en versículo 40 también presencian el entierro.

Preguntas para la lectura:

  • ¿Qué andaban buscando los sumos sacerdotes y escribas?
  • ¿Qué pasó en casa de Simón el leproso?
  • ¿Qué le dijo Jesús a sus discípulos?
  • ¿A quiénes llevó Jesús hacer oración?
  • ¿Qué le preguntó Pilato a Jesús?
  • ¿Quién pidió el cuerpo de Jesús?
  1. MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
  • ¿Reconozco a Jesús como mi Señor y Salvador?
  • ¿Lo busco con un corazón sincero?
  • ¿Lo niego como hicieron sus discípulos dejándolo solo?
  • ¿Al igual que lo hicieron las personas condenando a Jesús, condenando a mis hermanos sin razón ni necesidad?
  • ¿Tengo un amor incondicional hacia mis hermanos?
  1. ORACIÓN: (Qué le respondo al Señor, que le respondemos al Señor)

Gracias Señor, por medio de tu muerte nos has dado la salvación y nos has integrado para ser hijos de los hijos de Dios, y por todas las ocasiones de gracias que nos regalas todos los días en comunión con nuestros hermanos y familias, y por todas las bendiciones que nos das día a día. Por eso te damos gracias. Gracias Señor, gracias Señor.

Perdón por no saber reconocerte como nuestro salvador, y por no ser capaces de ver en los hermanos las gracias que nos regalas y por todas las ocasiones que te hemos olvidado, y por no amar a los demás como Tú nos mandas. Por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón Señor.

  1. CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
  • A Jesús celebrando las fiestas de pascua.
  • A los sumos sacerdotes y escribas tramando la maldad.
  • A la mujer ungiendo a Jesús.
  • A los discípulos que traicionan a su Maestro.
  • A ti mismo que contemplas la muerte del Señor.
  1. ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos? 

La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de marzo es:

Por la evangelización: “Para que toda la Iglesia reconozca la urgencia de la formación en el discernimiento espiritual, en el plano personal y comunitario”.

Intención personal: Ver a Jesús como mi salvador, que dio la vida por mí y lo sigue haciendo a través de la historia y del tiempo.

Intención comunitaria: Que en mis comunidades sea capaz de dar con mi testimonio, que Jesús me ha dado la salvación y que esto me haga cada día más sensible a las necesidades de mis hermanos.