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LECTIO DIVINA
XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
20 de octubre de 2019
¨En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión¨
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor Jesús, te pedimos que nos mandes el don del Espíritu Santo, que para que nos ayude a orar sin cesar y nos de la capacidad de comunicarnos contigo como nuestro Salvador, y esto nos lleve a una mejor comunicación con nuestros hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
1. LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Lc 18, 1-8)
¿Qué dice el texto?
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’”.
Dicho esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?” Palabra del Señor.
Contexto bíblico
El Evangelio esta semana se encuentra estrechamente conectada con las escrituras que la preceden (17, 20-37) y que la siguen (18, 9-14; 19, 11-27). También hay paralelos cercanos a 11, 5-13. La iglesia de la época de san Lucas experimenta persecución y busca la Parusía (La Segunda Venida), que esperan les vindicará y pondrá fin a su sufrimiento. Sin embargo, la Parusía parece atrasarse mucho, y discípulos empiezan a encontrar que mantener la fe se hace cada vez más difícil.
El discurso de Jesús sobre la venida del reino se dirige a estos temas (17, 20-37). La venida del reino no será un evento dramático y visible (v. 20), sino que está entre nosotros (v. 21). Jesús dice, “Vendrá un tiempo en que ustedes desearán ser testigos del día de la manifestación gloriosa del Hijo del Hombre, pero no lo verán” (v. 22), la situación exacta de los cristianos a quien san Lucas se dirige. A los discípulos se les recuerda el sufrimiento de Jesús (v. 25), la rutina diaria de la época de Noé y Lot (vv. 26, 28), y los eventos que interrumpieron esa rutina (vv. 27, 29). Jesús aseguró los discípulos que “Como esto será el día en que el Hijo del hombre se manifestará” (v. 30).
En el Evangelio (18, 1-8) continúa enfocándose en temas de fe en situaciones difíciles, y asegura a los discípulos que Dios escucha sus súplicas. Pide que mantengamos la esperanza durante los días más oscuros. Promete que Dios “les hará justicia pronto” (v. 8). Nos dice que el discipulado no es un camino fácil, pero nos recuerda que Dios vindicará discípulos fieles.
Texto bíblico
A) Es necesario orar sin desfallecer
“Para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar y sin desfallecer.” (18, 1). Esta es una de dos veces en este Evangelio donde, antes de relatar la parábola, san Lucas nos explica el propósito de la parábola de Jesús. El otro caso aparece en la próxima parábola (18, 9-14).
Oración es importante en el Evangelio de san Lucas. Jesús reza (3, 21; 5, 16; 6, 12; 9, 18, 28; 22, 41), y suda gotas de sangre en la agonía de oración en el Monte de Olivos (22, 44). También enseña a los discípulos de la oración (6, 28; 11, 1-3; 18, 9-14; 19, 46; 20, 47; 22, 40, 46).
La parábola que sigue habla de la persistente oración de la viuda. Aún más significante es que habla del carácter de Dios, que “¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar?” (v. 7).
Con esta parábola surge una pregunta: ¿Es el propósito de la oración alienar nuestros corazones con la voluntad de Dios o sirve también para cambiar la opinión de Dios? No hay duda que la persistencia en oración, una continua comunión con Dios, amolda nuestros corazones para que se parezcan al diseño original de Dios. Cuando esto ocurre, los caminos se abren para recibir el amor de Dios.
Claro está, que preferimos que en la oración se nos conceda lo que pedimos, y rápidamente. Como por ejemplo si estamos enfermos queremos que el médico nos cure instantáneamente, y así pensamos algunas veces de la oración. Pero Dios no promete respuestas inmediatas a la oración. ¡Considérelo una bendición! Imagine el caos que ocurriría si Dios automáticamente contestara cada oración tal como se ha pedido. Un Dios amoroso nunca podría conceder poder ilimitado a cada persona. Pero hay que pedir con perseverancia y fe.
B) Un Juez que no temía a Dios
Existe una historia parecida en Sirácides 35,15-25 que Jesús seguramente conocía. Si Jesús utiliza ese relato, lo adapta según su propósito. El juez y la viuda representan lados opuestos del espectro social. El juez es el símbolo del poder, no está atado por decisiones de jurado ni por cortes de apelación, y la viuda es la imagen de la incapacidad.
“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba (ἐντρεπόμενος, entrepómenos) a los hombres” (v. 2). Moisés encargó a los jueces que rindieran decisiones justas y honestas sin importar el estatus económico o social de quien las pidiera (Dt 1, 16-17), pero no podemos esperar justicia de este juez, que no teme a Dios ni respeta al hombre.
Temer a Dios es un atributo positivo en ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento. Cuando Josafat eligió jueces sobre Judá, les aconsejó, “Sea pues con ustedes el temor de Yavé; guarden y hagan: porque en Yahvé nuestro Dios no hay iniquidad, ni acepción de personas, ni soborno” (2 Cron 19, 7). San Lucas ha mencionado que “su misericordia de generación en generación a los que le temen” (1, 50). Cuando Jesús dice que este juez no teme a Dios, nos indica que no podemos confiar en él.
La palabra traducida “respeto” (entrepómenos) tiene que ver con orgullo en la vergüenza, y aquí debe traducirse como “no tiene vergüenza”. Una construcción paralela en nuestra cultura podría ser un loco social, una persona sin conciencia o compasión, como ciertos gobernantes de nuestro planeta.
“Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario” (v. 3). En ambos Testamentos, las viudas simbolizan vulnerabilidad.
Por su vulnerabilidad, las escrituras exigen la protección de las viudas:
Dios tiene un afecto particular para viudas, huérfanos, y extranjeros (Dt 10, 18-19).
Igual que Dios sacó a los israelitas de su cautividad egipcia, Dios exige que Israel libere a otra gente vulnerable (Dt 24, 17-21).
En el Nuevo Testamento, Jesús condena aquéllos que “devoran las casas de las viudas” (20, 47). La temprana iglesia sustentaba las viudas (Hech 6, 1-6). Viudas se honran por su dependencia en Dios (1 Tim 5, 3-5).
Esta viuda, como el hombre que exigía pan de su vecino durante el medio de la noche (11, 5-8), prosigue con sus preguntas. Su carácter animado es inusual para una mujer en una sociedad patriarcal, pero ella tiene el peso de la escritura y justicia a su favor. Vive una alta moralidad, y todos lo saben. El juez no toleraría este comportamiento por parte de un hombre, pero aún un juez que no tiene vergüenza debe ejercer frente una mujer que disfruta de la protección de la Escritura y la simpatía de la comunidad.
“Pero él juez no le hizo caso por algún tiempo” (v. 4a). Quizá el juez esté esperando un soborno. Quizá reserve tratamiento favorable para los más ricos e influyentes. Quizá solamente quiere que no le molesten.
“El juez se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando” (vv. 4b-5a). A este juez no le importa ni Dios ni nadie, pero sí le importa su propia privacidad y comodidad. Por lo tanto, decide conceder justicia para la viuda, no porque es la cosa correcta que ha de hacer, sino porque quiere librarse de ella.
“La palabra traducida como “me muela” o siga molestando, gr. ὑπωπιάζῃ, hypopiaze, literalmente, “pegar debajo del ojo.” Aunque al juez no le importen ni Dios ni hombre, reconoce que esta mujer puede traerle problemas. Existen dos posibilidades por la preocupación del juez: Una es que simplemente está cansado de su presencia y la molestia que le causa y que quiera deshacerse de ella.
La otra es que puede recibir un “puñetazo en el ojo” de la comunidad si maltrata una viuda. Sin embargo, jueces tienden ser astutos en la política. Puede que este juez no respete la gente y que no tenga ningún sentido de vergüenza, pero reconoce que la gente espera que él ayude a las viudas. Negarse continuadamente a hacerlo podría dañar su posición en la comunidad, podría costarle su trabajo.
Pero, para nuestra comprensión de esta parábola no hace ninguna diferencia saber por qué este juez le da a la mujer lo que quiere. Este juez no es un “suplente” de Dios. En vez, esta parábola contrasta a este juez malicioso con nuestro Dios amoroso.
“Y dijo el Señor: si así pensaba el juez injusto” (v. 6). Este versículo clarifica el punto de la parábola entera. Aún si un juez injusto puede ser influido a hacer justicia, ¿cuánto más escuchará el Dios justo la oración persistente de sus hijos necesitados?
C) ¿No hará justicia Dios?
“¿Creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos (Gr. ἐκλεκτῶν, elekton), que claman a él día y noche, y que los hará esperar?” (v. 7a). Jesús argumenta de menor a mayor. Si el juez injusto hace lo correcto para esta viuda, aunque sea por razones equivocadas, ¿no podemos esperar que Dios haga lo correcto por nosotros? ¿No podemos esperar que un Dios cariñoso vindique a “sus escogidos”?
La idea de ‘los selectos’ (es decir, los elegidos de Dios) es tradicional en el Antiguo Testamento y la temprana cristiandad. Ejemplos comienzan con el primer libro del Antiguo Testamento (Gén 18, 19) y se extienden a lo largo del último libro del Nuevo Testamento (Ap 17, 14). Israel es el pueblo elegido de Dios (Dt 7, 6, etcétera). A Jesús se le llama “el Elegido” (9, 35). La iglesia es la elegida de Dios (Col 3, 12; 1 Tes 1, 4; 2 Tim 2, 10; Tit 1, 1; 1 Pe 1, 1-2; 2, 9).
“Que claman a él día y noche” (v. 7a). Esta historia sugiere “que cada palabra de oración debe llegar a la profundidad del corazón donde solo se puede llegar por medio de incesante insistencia”. La pasión de los que imploran a Dios día y noche nos recuerda a la oración de Jesús justo antes de su muerte. “Y estando en agonía, oraba más intensamente: y fue su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (22, 44). El Padre no respondió eliminando el vaso de su sufrimiento, sino redimiéndolo.
“Les digo: les hará justicia sin tardar” (v. 8a). La viuda solo pide justicia y el juez solo concede justicia. Esta parábola no sugiere que Dios escriba cheques en blanco. En vez, la oración incesante pule los bordes duros de nuestras vidas hasta que nuestra voluntad va conformándose a los propósitos redentores de Dios, haciendo correcto que Dios responda a nuestras súplicas. Puede que la justicia de Dios nos parezca lenta porque Dios mide tiempo desde una perspectiva más completa. No obstante, podemos estar seguros que Dios premiará a los que ha escogido.
En tiempos difíciles oímos decir, “lo único que podemos hacer es rezar” como si la oración fuese una débil sustitución para remedios significativos. Esta parábola enseña que la oración es, por si misma, un remedio significativo, algo que involucra el poder de Dios, haciendo todo posible.
“Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?” (v. 8b). Podemos estar seguros que Dios es fiel, pero menos seguros de nuestra propia fe. Seguro que san Lucas se preocupa por los cristianos de su época, quienes están en peligro de perder esperanza. ¿Se desilusionarán? o ¿persistirán en oración hasta ser recompensados? Cuando regrese el Hijo del Hombre, ¿encontrará a cristianos fieles esperándolo? Indudablemente cuando hay fe, todas las cosas pasarán, pero con la esperanza de mirar al Señor cara a cara.
Preguntas para la lectura:
- ¿Qué es lo que enseña Jesús a sus discípulos?
- ¿Qué dijo cómo era el juez?
- ¿Quién le pedía que le hiciera justicia?
- ¿Qué hizo el juez después de mucho tiempo?
- ¿Qué comentó Jesús?
2. MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
- ¿Oro sin desfallecer?
- ¿Soy una persona justa a los ojos de Dios?
- ¿Reconozco la necesidad de mi hermano o hermano?
- ¿Soy perseverante en la oración?
- ¿Me desespero cuando oro?
- ¿Reconozco la bondad de Dios en mí?
3. ORACIÓN: (Qué le respondo al Señor, que le respondemos al Señor)
Gracias Señor por regalarnos lo más bonito de Ti, tu vida para nosotros y enseñarnos el valor de la perseverancia en la oración, por enseñarnos a decir Padre a Dios, por todos los momentos hermosos de la vida de nuestras familias y amigos, y por ser amigo con los más necesitados. Por eso te damos gracias Señor, gracias Señor.
Te pedimos perdón por desesperarnos cuando te pedimos un favor y parece ser que no nos escuchas, por ser tan exigente contigo, por no saber pedirte con fe y amor, perdón por ser incoherentes en nuestras vidas y de no ser instrumentos de justicia en nuestras comunidades. Por eso te pedimos perdón; perdón Señor, perdón Señor.
4. CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
- A Jesús enseñando a sus discípulos la necesidad de hacer oración.
- Al juez que no temía a Dios.
- A la viuda implorando clemencia.
- Al juez teniendo que complacer a la viuda.
- A Dios como juez misericordioso.
5. ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?
La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de octubre es:
Por la evangelización: Primavera misionera en la Iglesia.
“Para que el soplo del Espíritu Santo suscite una nueva primavera misionera en la Iglesia”.
Intención personal: Por medio de la oración tratar de estar en más contacto con Jesús, pidiéndole siempre que me ayude en mi compromiso misionero.
Intención comunitaria: En mis pequeñas comunidades, impulsar a mis hermanos a gozar y disfrutar de los momentos de encuentro con el Señor, fruto de la misión de la Iglesia.