18 de junio de 2023
“En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión”
“Invitación A Interpretar Los Signos De Los Tiempos”
Mt 9, 36. 10, 1-8
1. ORACIÓN INICIAL
Divino Padre Eterno, en nombre de Jesucristo y por la intercesión de la Siempre Virgen María; envía a mi corazón al Espíritu Santo. Espíritu Santo, Dios de infinita caridad, dame tu Santo Amor. Espíritu Santo, Dios de las virtudes; conviérteme. Espíritu Santo, Fuente de luces celestes; disipa mi ignorancia. Espíritu Santo, Dios de infinita pureza; santifica mi alma. Espíritu Santo, que habitas en mi alma, transfórmala y hazla toda tuya. Espíritu Santo, Amor sustancial del padre y del Hijo, permanece siempre en mi corazón.
2. LECTURA
Del Santo Evangelio según San Mateo 9, 36. 10, 1-8:
Al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
3. UN MOMENTO DE SILENCIO ORANTE
Para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
4. INDICACIONES PARA LA LECTURA:
No cabe duda de que la atención se sigue centrando en el anuncio del reino, sin describir las consecuencias que a su paso desencadenará esto. Tres cosas importantes que hace Jesús: Enseñar, sanar y anunciar la buena nueva.
5. MEDITACIÓN
Este Evangelio ¡es especialmente para ti! Fíjate bien: “Al ver Jesús a las personas -nos dice san Mateo- se compadecía de ellas, porque andaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”. Si la persona del Papa nos atrae tanto, ¡imagínate cómo sería nuestro Señor Jesucristo! Toda su personalidad era fascinante y cautivadora. Su palabra y su talante seducía a multitudes enteras. “Le seguían grandes muchedumbres de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén y de Judea, y del otro lado del Jordán” -nos cuenta el evangelista- “y mucha gente, oyendo lo que hacía, acudía a Él” (Mt 4,25; Mc 3,8). Él era de un corazón infinito, generoso, delicado, fuerte, noble, ¡todo lo que tú puedas soñar y pensar de un corazón humano!
Él era verdadero Hombre. Y, además, verdadero Dios. Su amor y su amistad no tienen medida, ni conocen límites ni fronteras. Él es el único que nos ama como somos, a pesar de nuestras limitaciones y caídas, y su amor es fuerte, incondicional, dulce y total. Él es fiel. Nunca nos engaña ni nos puede fallar.
“Jesús se compadecía de las multitudes”. El verbo griego del texto original -el que emplea aquí el evangelista– significa literalmente “se le conmovían sus entrañas”. Es un sentimiento profundamente humano, de una exquisita ternura paternal -o maternal-, como nos recuerda el profeta Oseas en aquellas palabras llenas de emoción, que nos hablan del amor de Dios a su pueblo: “Cuando Israel era niño yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo… Yo enseñé a andar a Efraím, lo levantaba en brazos, pero no reconoció mis desvelos por curarle. Lo atraía con ligaduras humanas, con lazos de amor. Fui para ellos como quien alza a una criatura contra su mejilla, y me bajaba hasta ella para darle de comer… Se me conmueven mis entrañas y mi corazón dentro de mí…” (Os 11, 1-8). Este es el amor de Dios a sus elegidos, el amor que Cristo nos tiene a cada uno de nosotros.
Pero el de Cristo no es un sentimiento estéril, sino un compromiso eficaz y operante. El fruto inmediato de esa compasión que siente hacia las multitudes es la elección de sus Apóstoles. “La mies es abundante -les dice-, pero los trabajadores son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que mande trabajadores a su mies”. Y a continuación aparecen los nombres de los elegidos: los doce Apóstoles, y los envía, haciéndolos partícipes de su propia misión.
¿Y no has pensado tú, querido amigo o amiga, que tal vez tu nombre podría estar también incluido entre estos? ¿No has sentido alguna vez en tu interior la llamada dulce y serena del Señor, que te invita a seguirlo y a ir detrás de Él? ¿No te estará diciendo que Él te quiere como amigo predilecto, como sacerdote, como religioso o religiosa, como misionero? O sin duda te llama a una vocación seglar de mayor entrega a Él y al apostolado. Dios ama a los jóvenes con un amor especialísimo, como se ama la vida, la pureza, la fuerza y la plenitud; y el reto que Él nos presenta es para almas grandes, para corazones nobles, para espíritus magnánimos y generosos como el tuyo.
No tengas miedo a decirle que “sí”, como Pedro, Santiago, Juan o el resto de los Doce. Si Él nos da la carga, también nos da las fuerzas para llevarla adelante. Así nos lo atestigua el mismo Evangelio de hoy: Cristo da a sus Apóstoles el poder que necesitan para cumplir la misión que les encomienda. Y, además, Él está a nuestro lado, siempre nos acompaña en nuestro camino.
Así, pues, si sientes alguna voz dentro de ti o piensas que Cristo te puede estar llamando a seguirlo, sé valiente y generoso.
7. ORACIÓN FINAL
Señor, te pido que derrames abundantemente tu Espíritu para que envíes sobre mí su luz y gracia, de tal modo que pueda discernir tu presencia y tu santa voluntad. Tú que vives y reinas, por los siglos de los siglos Amén.
8. ACCIÓN
Trataré de hacer conciencia de la presencia de Dios en mi vida. Haré conciencia de los momentos, personas, acontecimientos que me acercan más a Dios.