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LECTIO DIVINA
DOMINGO DE LA PASION DEL SEÑOR
14 de abril de 2019
¨En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión¨
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor gracias por tu amor y tu gran misericordia hacia al ser humano. Te pedimos que nos envíes el don del Espíritu Santo para que nos ayude y nos de la capacidad de descubrir el sentido de la muerte y manifestar el don de la resurrección, presente en nuestras vidas y en el amor a nuestros hermanos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
- LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Lc 22, 14-23, 56)
¿Qué dice el texto?
Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”. Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios. Hagan esto en memoria mía”. Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes”. ¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado! “Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!” Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar. Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: “Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. Luego añadió: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”. Él le contestó: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte”. Jesús le replicó: “Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”. Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito. Después les dijo a todos ellos: “Cuando los envié sin provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?» Ellos contestaron: “Nada”. Él añadió: “Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”. Ellos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Él les contestó: “¡Basta ya!” Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas.
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”. Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: “¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”. Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: “Señor, ¿los atacamos con la espada?” Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino, diciendo: “¡Dejen! ¡Basta!” Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas”. Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: «Este también estaba con él». Pero él lo negó diciendo: «No lo conozco, mujer». Poco después lo vio otro y le dijo: «Tú también eres uno de ellos». Pedro replicó: «¡Hombre, no lo soy!» Y como después de una hora, otro insistió: «Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”. Pedro contestó: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: `Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente. Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: «¿divina quién te ha pegado?» Y proferían contra él muchos insultos. Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le dijeron: «Si tú eres el Mesías, dínoslo». Él les contestó: «Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios todopoderoso». Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les contestó: «Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy». Entonces ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca». El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato. Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey». Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Él le contestó: «Tú lo has dicho». Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». Ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí». Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción 3 de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días. Herodes, con su escolta, lo despreció. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: «Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré». Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarle libre a un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: «¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!» A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Él les dijo por tercera vez: «¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificaran. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio. Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: `¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?»
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Éste es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Y dicho esto, expiró.
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo”. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo aquello. Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Texto bíblico
A) Tomando una copa ¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!
“Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!”. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar. Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer” (v. 15). Esta Pascua con los discípulos de Jesús da comienzo a su liberación del pecado y el comienzo de la Iglesia como el nuevo pueblo de Dios. “Y tomando el en sus manos una copa de vino” (v. 17). Jesús empieza con la copa en vez con el pan. Hay dos copas (vv. 17, 20). En la observación de Pascua tradicional se utilizan cuatro vasos, y la relación entre los dos vasos y los cuatro es incierta. “Tomen esto, y repártanlo entre ustedes” (v. 17). El vaso dividido unirá a los discípulos de Cristo. “Tomando después el pan, pronuncio la acción gracias, lo partió, y les dio diciendo” (v. 19a). Estas cuatro acciones son las mismas que Jesús obró al alimentar a los cinco mil (9, 16) y la comida de Emaús (24, 30), pero, en esas dos ocasiones Jesús bendijo el pan y, en esta ocasión, da gracias. “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan (ποιεῖτε) esto en memoria mía” (v. 19b). El imperativo del verbo griego refleja una acción que continúa, como “sigue haciendo esto” o “haz esto regularmente.” La Pascua recuerda a Israel de la intervención de Dios por su bien (Ex 12, 14), y esta cena recordará a los discípulos de la intervención de Jesús por su bien. “Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes” (v. 20). El lenguaje de Lucas pone énfasis en pacto en vez de sangre. Moisés ratificó el viejo pacto vertiendo sangre sacrifica en el altar y en la gente (Éx 24, 6-8). Jesús ratifica el nuevo pacto vertiendo su propia sangre. En la primera Pascua, el pueblo fue salvado por la sangre de un cordero; en ésta, somos salvados por la sangre del Cordero. “Pero miren: la mano del que me va entregar está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquél hombre por quien será entregado!” (vv. 21-22). Lucas da un relato mínimo de la traición y no menciona el nombre del traidor. Jesús deja claro que la traición es parte del plan de Dios, pero esto no elimina la responsabilidad del traidor y sus acciones. “Ellos entonces empezaron a preguntarse unos a otros quien de ellos podía ser el que lo iba a traicionar” (v. 23).
B) Hubo entre ellos una contienda
“Los discípulos se pusieron a discutir sobre quién de ellos era el más importante” (v. 24). Antes, Jesús les había hablado a los discípulos de su muerte venidera. Ellos respondieron discutiendo sobre cuál de ellos era el mayor. Entonces, Jesús les puso un niño delante y dijo, “el que fuere el menor entre todos ustedes, éste será el grande” (9, 46-48). No parece que los discípulos hayan aprendido mucho de ese previo encuentro. Ambos Judas y Pedro traicionarán a Jesús. Este argumento entre los discípulos es otra traición. Jesús les, ha llamado a una vida de servidumbre desinteresada, pero continúan con una vida de ambición personal. “Los reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores” (v. 25). Los discípulos, que viven bajo ocupación romana, han experimentado la opresión de un pueblo dominado y conocen el lado oscuro de potencia y dominación. “Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve” (vv. 26-27). Jesús ha revelado el reino de Dios, un mundo al revés en el que los primeros son los últimos y los últimos los primeros (13, 30). “Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas” (v. 28). Para los discípulos, ésta es la única verdadera reclamación de grandeza. “Yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar las doce tribus de Israel” (vv. 29-30). Israel reconstituido por el nuevo pacto ratificado en la sangre de Jesús. Es decir, la Iglesia. “Simón, Simón” (v. 31a). Jesús ha llamado a este hombre Pedro desde que lo llamó al discipulado, pero aquí lo llama por su antiguo nombre, Simón. La repetición de su nombre nos recuerda a la más tardía llamada de Jesús, “Saulo, Saulo” (Hech 9, 4). Tiene un sonido agradable. “He aquí Satanás he permiso para zarandearlos, (plural) como trigo; pero yo he orado por ti (singular) para que tu fe no desfallezca: y tú (singular), una vez convertido, confirma tus hermanos” (vv. 31b-32). Satanás exige zarandear a los discípulos, algo parecido a su exigencia de probar a Job (Job 1-2). Satanás exige probarlos (plural), pero Jesús reza por ti (singular), por Pedro. Jesús necesita que Pedro tome un papel de liderazgo que haga más fuertes a los demás discípulos. Pero parece que la oración de Jesús permanece sin contestar, porque Pedro fallará, como Jesús explica en versículo 34. Sin embargo, el fallo de Pedro será temporáneo, después del cual regresará a la fe y hará más fuertes a sus hermanos. “Y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una” (v. 36b). El comentario de la espada es una hipérbole (Exageración de un hecho, una circunstancia o un relato), que enfatiza el peligro que van a encontrar. Se enfrentarán con el tipo de noche, dice Jesús, en que uno venderá su propia ropa para comprar una espada. “Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue condenado entre los malhechores: porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí” (v. 37). Ellos le dijeron, “Señor, aquí hay dos espadas. Él les contestó: Basta ya” (v. 38). Los discípulos no han comprendido el simbolismo en el lenguaje de Jesús acerca la espada, y no han logrado escuchar su llamada a la servidumbre. La respuesta de Jesús exaspera y descarta. Por la falta de tiempo, no puede enseñarles lo que, hasta ahora, se han negado a aprender. Sus armas pronto les identificarán como unos fuera de la ley cuando uno de los discípulos levante su espada contra un esclavo del alto sacerdote (22, 50).
C) Se retiró al Monte de los Olivos
“Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos” (v. 39). San Lucas utilizó la frase, “Como solía,” para describir la oración de Jesús en la sinagoga (4, 16). En su vida, Jesús combina la fuerza de alabanza pública (la sinagoga) con alabanza privada (orar en el Monte de los Olivos), un modelo excelente para nuestras propias vidas. “Oren para no caer en la tentación” (v. 40). Jesús sabe que Satanás ha exigido “zarandear” a los discípulos, y ahora tienen la oportunidad de rezar por ayuda. “Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas” (v. 41). La postura normal para rezar es de pie (18, 10-14). Quizá al arrodillarse, Jesús demuestra su humildad en presencia de Dios o su disposición para recibir la voluntad de Dios. “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (v. 42). Esta bella oración reúne ambos el deseo de Jesús de no sufrir y su sumisión al Padre. Es una oración importante para que emulemos nosotros. A veces Dios responde una oración concediéndonos lo que pedimos. “Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían hasta el suelo” (vv. 43-44). San Lucas considera sus lectores helénicos, que interpretarían agonía (en el sentido de una lucha interna) como debilidad. “La palabra traducida como la ‘agonía’ de Jesús, como la imagen del sudor cayendo de su cuerpo, viene del campo del atletismo. No expresa vacilación ni incertidumbre, sino la energía intensamente enfocada de un atleta que está a punto de empezar una competencia. La oración encuentra a Jesús enfocado y listo para la lucha que avecina. Si Jesús está en agonía, también sus discípulos. “Por fin terminó su oración, y se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: “¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación”. Si Jesús está en agonía, también sus discípulos. “Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena” San Lucas también suaviza el fallo de los discípulos añadiendo la frase, “la pena” Sobrellevados por unas circunstancias que ni pueden controlar ni comprender, se duermen. “¿Por qué están dormidos? Levántense, y oren para no caer en la tentación” (v. 46). Todo padre reconoce la frustración tras las palabras de Jesús a los discípulos. Sabe que la hora es crítica, les dijo que se prepararan, y fallaron. Ahora es demasiado tarde. De nuevo les dice que recen, pero será interrumpido por la llegada de la multitud.
D) Judas lo besó
“Judas, ¿con beso entregas al Hijo del hombre?” (v. 48). Esta traición se hace aún más pérfida por el gesto de amistad de Judas. “Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él dijeron: “Señor, ¿los atacamos con la espada?” Y uno de ellos hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha” (vv. 49-50). Los discípulos piden consejo, pero sin darle a Jesús la oportunidad de responder, uno de ellos ataca con su espada. Desde nuestra perspectiva es fácil criticar a los discípulos. Sin embargo, en una situación tensa, confundidos y temerosos, actúan como lo hace la gente confundida y temerosa. Debemos admirar su lealtad a Jesús, a quién quieren defender. Jesús intervino, diciendo: “¡Dejen! ¡Basta!” Le tocó la oreja y lo curó” (v. 51). Está claro que Jesús sabe que Dios está a cargo, y se mantiene tranquilo ante la confusión. Pone fin a la violencia y repara el daño hecho. Aún en ese momento, Jesús sana. Podemos preguntarnos como se sentirá el siervo. Hace un momento, era enemigo de Jesús. Ahora, Jesús lo sana. ¿Está agradecido? ¿Está sorprendido de ver que Jesús ayuda a su enemigo? ¿Está convencido por esta demostración de la capacidad de sanar de Jesús? ¿Y qué de los discípulos? Si Jesús no hubiera sanado al siervo, las autoridades les hubieran identificado como fuera de la ley y les hubieran arrestado. La atención de Jesús hacia la herida del siervo permite que las autoridades enfoquen toda su atención en Jesús, dándoles a los discípulos oportunidad de escaparse. “Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “Han venido a aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado con ustedes en el templo y no me echaron mano” (vv. 52-53a). Jesús llama la atención al hecho de que no actúan en público porque “tenían miedo del pueblo,” (22, 2) que seguramente saldría en defensa de Jesús. “Pero ésta es su hora y la del poder de las tinieblas” (v. 53b). Lucas nos dijo que, después de la tentación, el diablo “se fue de él por un tiempo” (4:13). Ese tiempo ha llegado. No solo es oscura la noche, pero parece que las fuerzas de las tinieblas están en control.
E) Negación de Pedro
“Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos” (v. 54). Sería fácil criticar a Pedro por seguir a lo lejos, pero fíjese de que es el único discípulo que lo sigue. “Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: “Este también estaba con él”. Pero él lo negó diciendo: “No lo conozco, mujer”. Poco después lo vio otro y le dijo: “Tú también eres uno de ellos”. Pedro replicó: “¡Hombre, no lo soy!” (vv. 54-60a).
Pedro traiciona a Jesús tanto como Judas, aunque le falta la premeditación y la mala intención de Judas. Sería fácil criticar a Pedro por su triple traición, pero antes debemos mirarnos a nosotros mismos para ver lo abiertos que somos con nuestra fe cuando una amistad o un trabajo están en juego. “Y como después de una hora, otro insistió: “Sin duda que éste también estaba con él, porque es galileo”. Pedro contestó: “¡Hombre, no sé de qué hablas!”. Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Y Pedro se acordó entonces de las palabras que el Señor le había dicho: “Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente”. (vv. 60b-62). La redención de Pedro comienza inmediatamente después de cantar el gallo y Jesús se da la vuelta para mirar a Pedro. Él recuerda que Jesús predijo su traición, y llora. La mirada de Jesús le ha cortado hasta el corazón, Jesús rezó que Pedro se diera la vuelta y apoyara a sus hermanos (22:32), y ese momento comienza con esta vuelta. Pedro está plenamente arrepentido, y nunca jamás volverá a abandonar a Jesús en momentos de peligro.
F) ¿Ustedes quien dicen que soy Yo?
“Adivina quién te ha pegado” (v. 64). La ironía es que la traición de Pedro acaba de demostrar la capacidad profética de Jesús. “¿Si tú eres el Mesías? Dínoslo… ¿Entonces tú eres Hijo de Dios?” (vv. 67, 70a). Estas preguntas son las correctas, pero se preguntan por motivos equivocados. Que Jesús sea el Mesías y el Hijo de Dios es central a su identidad, su misión, y su ministerio. El motivo por preguntar es, sin embargo, es obtener pruebas contra Jesús. Él se niega a participar en su juego, y les dice directamente que no son capaces de creer. El resto de sus respuestas se parecen a Daniel 7, 13 y Salmo 110:1. “Ustedes mismos quien dicen, que yo soy” (v. 70b). Si contesta que sí, Jesús sería culpable de blasfemia, imputable bajo ley judía pero no romana. De nuevo, Jesús no responde directamente, pero pasa la pregunta a sus interrogadores. El lector que haya estudiado bajo el LXX estará encantado al encontrar la ironía de los altos sacerdotes llamando a Jesús ego eimi sin darse cuenta (el ‘Yo soy’ de la revelación del arbusto en Éxodo 3, 14, ego eimi). Ego eimi es el nombre de Dios. Yahvé. “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. (v. 71). ¿Oído qué? Jesús ni ha confirmado ni negado que él es el Cristo o el Hijo de Dios. Pero han venido a acusarlo, y eso es lo que hacen.
G) Lo llevaron a Pilato
El consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y los escribas se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato. Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey”. Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey” (vv. 1-2). Líderes judíos no tienen la autoridad de imponer la pena de muerte, por eso, llevan a Jesús ante Pilato, que sí tiene la autoridad. Ya que Jesús no es un ciudadano romano, tiene pocos derechos. Las preocupaciones principales de Pilato son (1) el mantenimiento del orden romano, (2) el mantenimiento de la paz, y (3) el castigo de comportamiento criminal.
Consideraría blasfemia u otros delitos religiosos como problema interno de los judíos, y no estaría preparado para aceptar responsabilidad por resolver tales problemas. Por lo tanto, líderes judíos necesitan declarar cargos que Pilato tome en serio, sedición, rebelión, y la presunción equivocada de autoridad. Lucas nos ha preparado para el tema de los tributos. Antes, líderes judíos intentaron atrapar a Jesús preguntándole sobre el pago de tributos a los romanos, y Jesús contestó, “Den al César lo que es de César” (20, 25). 9 “Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Él le contestó: “Tú lo has dicho”. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”. Ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí” (vv. 3-5). Ciertamente éste es un relato incompleto. Pilato no pregunta de tributos. No llama testigos. Acepta fácilmente como negación la respuesta de Jesús acerca su puesto como rey. Seguro que hay más de esta historia que no se incluye. Pilato pronuncia inocente a Jesús, la primera de tres veces que lo hará (vv. 4, 14, 22). Los altos sacerdotes y la multitud protestan, diciendo que Jesús alborota al pueblo, y mencionan que Jesús es de Galilea. “Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días” (vv. 6-7). La mención de Galilea parece mostrar la totalidad geográfica de la actividad de Jesús, pero también puede marcar a Jesús como un posible insurrecto. La mención de Galilea tiene el no intencionado efecto de proporcionar a Pilato una “salida.” Galilea está bajo la jurisdicción de Herodes. Al mandar Jesús a Herodes, Pilato: (1) elimina su problema y (2) muestra honor a Herodes al reconocer su autoridad. Herodes, “Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó ni una palabra” (v. 9). Herodes se ofende al ver que Jesús se niega a contestar y se une a sus soldados, burlándose de Jesús. La nota en v. 12 que Herodes y Pilatos se hacen amigos este día puede ser el resultado de que Pilato refiriera el caso a Herodes, así reconociendo su autoridad.
H) No encuentro en el alguna culpa
San Lucas no explica por qué la gente, que siempre ha apoyado a Jesús, ahora se vuelve contra él. Quizá los líderes judíos han reunido un grupo de gente complaciente. La ironía es que líderes judíos acusaron a Jesús de pervertir a la gente, pero ahora son ellos los que lo hacen. Herodes suelta a Jesús y Pilato piensa de esto como una absolución. Proclama que Jesús es inocente; la segunda de tres veces que lo hará (vv. 4, 22). Propone castigar a Jesús, lo cual no se justifica si Jesús es inocente. Pilato ofrece media barra de pan, esperando satisfacer a la gente sin una crucifixión. “¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!” (v. 18). El nombre de Barrabás es interesante. Bar significa hijo, y Abba significa Padre, entonces, su nombre literalmente significa “hijo del Padre.” Tienen dos opciones: (1) un verdadero Hijo del Padre, o (2) un falso hijo del padre. Escogen al falso, un insurrecto (v. 19), así rechazando paz y escogiendo violencia.
Al ser escrito este Evangelio, Jerusalén se encontraba en ruinas porque la gente había continuado apoyando hombres violentos. “Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio” (vv. 23-24). Pilato tiene convicciones correctas, pero no tiene el valor que necesita para llevarlas a cabo. Es vulnerable. En dos ocasiones forzó decisiones impopulares sobre la gente, resultando en desorden civil. Otro incidente así le podría costar su trabajo. Pilato escoge el camino seguro, concediéndole a la gente lo que quiere.
I) Tomaron al Cireneo
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ` ¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!’ Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?” “Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús” (v. 26). Un soldado romano puede presionar a un ciudadano bajo ocupación para que haga lo que le diga. Jesús está demasiado débil a causa del castigo para poder llevar su propia cruz, por eso, un soldado le dice a Simón que la lleve por él. “Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el pecho y lloraban por él” (v. 27). Estas mujeres seguramente lamentan de manera ritual, y quizá esperan ganar algunas monedas por sus esfuerzos. “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: ` ¡Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!” (vv. 28-29). Jesús les dice que lloren por sí mismas, avisándoles que, igual que él se enfrenta con tiempos terribles ahora, ellas se enfrentarán con tiempos aún más terribles después. “Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a las colinas: Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?” (v. 30). El llorar a las montañas. “Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, ¿qué se hará?” (v. 31). Si los inocentes (el árbol verde) pueden sufrir, ¿qué les pasará a los culpables? (el árbol seco) (véase Ezequiel 20, 47). Unos años más tarde, Jerusalén será destruido por los romanos y la mayoría de sus habitantes serán matados. Jesús invita a estas mujeres a llorar por Jerusalén.
J) Dos malhechores
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (v. 34). Antes, Jesús les enseñó a los discípulos a orar por sus enemigos (6, 27, 35), y ahora practica lo que predicó. Los soldados romanos verdaderamente ignoran lo que hacen, por eso, la oración les debe incluir. No obstante, los verdaderos enemigos de Jesús son los líderes religiosos judíos, por eso, podemos suponer que él reza por ellos también. Aunque más culpables que los soldados, ellos tampoco entienden quién es Jesús ni la seriedad de su pecado. En la tentación, el diablo presentó tres tentaciones diciendo, “Si eres Hijo de Dios” (4, 1-13). Ahora los líderes dicen, “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido” (v. 35). Los soldados dicen “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (v. 37). El criminal dice, “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros” (v. 39). Solo san Lucas relata la conversación de Jesús con los malhechores. Ambos le piden salvación, pero el primero lo hace de manera burlona. El segundo admite su culpabilidad y le pide a Jesús que se acuerde de él al entrar en su reino. Jesús le concede al segundo ladrón la salvación que ha pedido. Existe un caso documentado de arrepentimiento en el lecho de la muerte, el del ladrón penitente, para que nadie desespere; y uno solo para que nadie de por hecho la salvación.
K) Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
“Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad” (vv. 44-45). Quizá la oscuridad sea una señal de que las fuerzas de las tinieblas prevalecen en esos momentos. Quizá sea una señal de la angustia que siente Dios por su hijo fiel. Quizá sea una advertencia para la gente de Jerusalén. El velo del templo separa a la gente del Santo de los Santos, la morada de Dios. Solo el alto sacerdote tiene acceso al Santo de los Santos, y él solo una vez al año. El velo roto simboliza nuestro libre acceso a Dios como resultado del sacrificio de Jesús (Heb 10, 20; Ef 2, 14-15). 11 “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (v. 46, citado de Salmo 31:5). San Lucas describe la reacción a la muerte de Jesús por parte de cuatro personas o grupos: El centurión responde proclamando la inocencia de Jesús “Verdaderamente este hombre era justo” (v. 47). “Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvía a su casa dándose golpes de pecho” (v. 48). Las mujeres, “estaban lejos mirando estas cosas” (v. 49). Las mujeres presencian la muerte de Jesús, y también serán los primeros testigos de la resurrección. José, “hombre bueno y justo… (El cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos)” (v. 50) “Se presentó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (v. 52) para poder darle a Jesús un entierro apropiado.
Ésta es una acción valiente, conociendo la hostilidad que sentían los colegas de José hacia Jesús. “Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana, y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía”. “Las mujeres que con él habían seguido a Jesús desde Galilea, acompañaron a José para ver el sepulcro y colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y ungüentos” (vv. 55- 56a). Estas mujeres, dedicadas a Jesús aún después de su muerte vergonzosa, están determinadas a honorarlo preparando su cuerpo apropiadamente para el entierro. Lucas concluye diciendo, “y el sábado, guardaron reposo, conforme al mandamiento” (v. 56b). El sábado, cuando se observa de manera apropiada, es un tiempo de sanar. Observar el sábado, empieza a mover de nuevo a la gente de la oscuridad hacia la luz.
Preguntas para la lectura:
- ¿Llegada la hora de cenar, qué hizo Jesús con sus discípulos?
- ¿De qué discutían los discípulos?
- ¿Qué le dijo Jesús a Simón?
- ¿Cuál fue la actitud de Pedro ante la adversidad?
- ¿Qué le dijo Pilato a Jesús?
- ¿Qué les dijo Jesús a las mujeres?
- MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
- ¿Cómo celebro la cena del Señor?
- ¿Somos conscientes del regalo tan grande que nos ha hecho?
- ¿Soy consciente que he sido llamado para servir y no para buscar privilegios?
- ¿Traiciono a Jesús con mucha facilidad?
- ¿Sé aceptar con facilidad mis defectos y errores?
- ¿Reconozco a Jesús como mi salvador y Señor?
- ¿Estoy lo suficientemente preparado para recibir la pascua?
- ORACIÓN: (Qué le respondo al Señor, que le respondemos al Señor)
Gracias Señor por tu pasión y muerte, por el regalo que nos has dado, la salvación. Por los momentos de gloria y paz que nos regalas a cada uno de nosotros, a nuestras familias, a los seres más necesitados de nuestra comunidad. Por eso te damos gracias Señor.
Te pedimos perdón por no respetar estos días santos de preparación para la Pascua, por no tener sentimientos de amor y misericordia con nuestros hermanos, por las ocasiones que no hemos sido capaces de ver las necesidades de nuestros hermanos, por ser tan engreídos y faltos de humildad. Por eso te pedimos perdón; perdón Señor, perdón Señor.
- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
- A Jesús en la cena con sus discípulos.
- A los discípulos disputando quien es el más importante.
- A Jesús traicionado por Judas.
- A Pedro bien aventado para dar la vida por su maestro.
- A los dos ladrones a cada lado de Jesús.
- A las mujeres que se conduelen con Jesús.
- A José de Arimatea interviniendo por Jesús enseñando en el templo.
- ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?
La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de abril:
Universal: Médicos y sus colaboradores en zonas de guerra.
“Por los médicos y el personal humanitario presentes en zonas de guerra, que arriesgan su propia vida para salvar la de los otros”.
Intención personal: Vivir estos días santos con amor, alegría, paz y gozo entre mi familia y con mis hermanos, haciendo un acto de amor y misericordia, con el que más lo necesite.
Intención comunitaria: Con cada uno de los miembros de mis pequeñas comunidades, demostrar un gran interés por estos días santos y que sean para ellos y para mí un momento de salvación.