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LECTIO DIVINA

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

5 de noviembre de 2017

¨En la Diócesis de Texcoco, nos reconocemos, valoramos y aceptamos como personas para ser casa y escuela de comunión¨

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Señor Jesús, te pedimos que nos envíes la luz del Espíritu Santo para poder entender tu Palabra, que es fuente de vida y nos de la capacidad para entenderlo, y nos haga capaces de ser más coherentes en todos los actos de nuestra vida, te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

  1. LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Mt 23, 1-12)

¿Qué dice el texto?

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame «maestros».

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen «maestros», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen «padre», porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar «guías», porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». Palabra del Señor.

 

Pistas de reflexión 

Contexto bíblico

Los capítulos 21 y 22 están llenos con los conflictos entre Jesús y el liderazgo religioso judío, y donde se dirige a estos líderes directamente. El capítulo 21 comienza con la entrada triunfal a Jerusalén el Domingo de Palmas (21, 1-11) y rápidamente va a la descripción de la limpieza del templo (21, 12-17), un hecho altamente provocativo que enciende el conflicto con los líderes religiosos.

En el capítulo 23, Jesús habla a las multitudes y a sus discípulos (v. 1), abordando el fracaso espiritual de los escribas y fariseos (23, 1-36). Se lamenta sobre Jerusalén, y predice su próxima destrucción (23,37–24:2) que ocurrió en año 70 d.C., varias décadas después del ministerio terrenal de Jesús y una década antes de que san Mateo escribiera su Evangelio. La destrucción total de la Ciudad Santa y su templo estaría fresca en la memoria de san Mateo al escribir el Evangelio.

Los capítulos 24 y 25 son bastante apocalípticos (preocupados con el fin de los tiempos), e incluyen un buen número de parábolas sobre estar preparados. En este Evangelio, Jesús comienza su ministerio con el Sermón del Monte (caps. 5-7), el segmento más substancial de su enseñanza en las Escrituras. Ahora concluye su ministerio público con este extenso discurso, otro gran segmento de su enseñanza. 

Texto bíblico

A) NO HAGAN COMO HACEN LOS FARISEOS

Jesús sigue en el templo al dirigirse a las multitudes y sus discípulos. Su primera declaración nos sorprende: “En la cátedra de Moisés han sentado los escribas y los Fariseos: Hagan, pues todo lo que les digan, pero no imiten sus obras” (v. 2).

En los dos capítulos previos, Jesús entró en serio conflicto con los escribas y los fariseos cuando les dijo, “De cierto les digo, que los publícanos y las prostitutas se han adelantado al reino de Dios” (21, 31). Los fariseos están dedicados a la rectitud personal, pero Jesús le dijo a sus discípulos, “Porque les digo que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraran en el reino de los cielos” (5, 20), y “Déjenlos; son ciegos guías de ciegos” (15:14) y que “…les dije que no guarden de la levadura de los fariseos y saduceos…” (16, 11). Ahora, en este pasaje, Jesús les dice a sus discípulos que hagan lo que los escribas y fariseos enseñan. ¿A qué debemos atribuir este comentario tan sorprendentemente positivo?

Jesús dice que los escribas y fariseos “En la cátedra de Moisés se han sentado” (v. 2). Moisés, por supuesto, fue el gran dador de la ley, y sentarse en la cátedra de Moisés tal vez sea algo metafórico, y signifique continuar con la obra de Moisés, hablar con la autoridad de Moisés; o, para el tiempo de Jesús, es posible que la cátedra de Moisés fuera de hecho una silla que se colocaba al frente de la sinagoga. En cualquier caso, ‘la cátedra de Moisés’ se refería a la autoridad de los maestros cuya interpretación de la tradición proveía un puente de unión con Moisés, el dador de la ley y maestro por excelencia.

Jesús dice, “Así que, todo lo que se dijera que guarden, guárdenlo y háganlo” (v. 3a). A pesar de su fracaso personal, estos escribas y fariseos son mayordomos de un gran tesoro espiritual, y Jesús quiere que sus discípulos aprovechen ese tesoro para ellos mismos. Esto está de acuerdo con la anterior declaración de Jesús “No piensen que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a darle cumplimiento” (5, 17). También está de acuerdo con la ley deuteronómica, que requiere a los judíos consultar con autoridades religiosas por asuntos espirituales difíciles y cuidar de “hacer según todo lo que te manifestaren” (Dt 17, 10).

Así que los discípulos de Jesús deben honrar el honorable cargo que estos hombres ocupan y hacer lo que enseñan, siempre y cuando estén de acuerdo con la Torá. Los escribas y fariseos habían extendido la ley poniéndole parches, añadiendo reglas y reglamentos, y Jesús no les dice a sus discípulos que las desechen, como a ellos les gustaría que lo hubiera hecho. La razón podría ser que Jesús está por llegar a un PERO, y que el núcleo de su mandamiento tiene que ver con lo que sigue a ese PERO.

“Mas no imiten sus obras” (v. 3b). ¡Eso es todo! ¡Es lo que Jesús vino a decir! La enseñanza de los escribas y fariseos puede ser buena, es buena si enseñan sin adornos excesivos; PERO su ejemplo personal es abominable. Dios los ha llamado a una alta posición para que pudieran proveer consejo experto en asuntos espirituales a la gente que tenía que trabajar para vivir, a la gente que no tenía la oportunidad de estudiar la ley día y noche, que frecuentemente eran analfabetas y que no tenían acceso a los preciados rollos incluso si pudieran leer. Dios llamó a estos escribas y fariseos para ser siervos de estas personas, pero ellos han tratado el llamado como si fuera un privilegio más que una vocación, como un honor más que como una manera de servir.

Como resultado de este equivocado entendimiento, los escribas y fariseos cometieron los siguientes tres pecados:

1) “dicen una cosa, y hacen otra cosa” (v. 3c). Cuando se trata de enseñar, nada es tan efectivo como un buen ejemplo y nada tan destructivo como un mal ejemplo. Su conducta personal debe proveer una lección visible: debe mostrar a la comunidad cómo es la conducta apegada a la ley y los beneficios que esto acarrea. Pero estos hombres que enseñan la ley de la Torá fallan para practicar lo que enseñan. Su falta de integridad socava su obra. Como suele suceder con muchos sacerdotes que no damos buen testimonio.

2) “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover” (v. 4). Los escribas y fariseos se creen responsables ante Dios para obligar a los demás a mantener altos niveles de conducta, más que como responsables por la gente para ayudarles a obtener esos altos niveles. Es este “acercarse por el lado equivocado” lo que crea el problema. Observando al rebaño desde su posición superior, lo que sienten es desprecio más que compasión. La distancia que hay entre donde está la gente y donde Dios quiere que estén es tan grande que los escribas y fariseos ven la situación sin esperanza alguna. Sin querer ensuciarse las manos y perder su tiempo, ellos se evaden por el camino fácil. Pasan sus días debatiendo los puntos finos de la ley, y cargan al pueblo con sus hallazgos. Ellos ven esto como si fuera la responsabilidad de la gente sobrellevar la carga resultante, y rehúsan siquiera levantar un dedo para ayudarles.

3) “Antes, todas sus obras hacen para ser mirados por los hombres” (v. 5a). Jesús manda a sus discípulos a que “así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus obras buenas, y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos” (5:16). Los escribas y fariseos son culpables de buscar la gloria para sí mismos y que en realidad le pertenece a Dios. Una vez más “llegan por el lado equivocado”, buscando la gloria personal en vez de buscar dar la gloria a Dios. Ellos aman el gran honor que está asociado con su posición.

Este amor al honor se manifiesta de varias maneras. “Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos” (v. 5b). Filacterias (también conocidas como tephillin) son cajas de cuero que contienen uno o más rollos inscritos con pasajes de la Escritura de acuerdo con Deuteronomio 11, 18, que dice “Pondrán estas mis palabras en su corazón y en su alma, y las ataran por señal en su mano, y serán por frontales entre sus ojos.” Las filacterias servían como un constante recordatorio de la ley de Dios, e incluía ciertos pasajes de la ley (Ex 13, 1-16; Dt 6, 4-9; 11, 13-21). Los escribas y fariseos también “aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas” (Mt 23, 6). En un banquete formal, los invitados serían puestos en forma de U. El lugar principal era el que estaba en el centro del triclinium (sillón para tres) que estaba en la cabecera de la mesa, y este sería ocupado por el anfitrión. El invitado de honor compartiría su triclinium, y los otros tomarían su lugar en orden descendente según su importancia. Recordamos que la madre de Jacobo y Juan solicitó que sus hijos se sentaran a la derecha e izquierda de Jesús (Mt 20, 21).

En la sinagoga, los buenos asientos eran los que estaban cerca del frente, y los mejores asientos eran los que estaban sobre la plataforma y que daban el frente a la congregación. Durante todo el servicio de la sinagoga, los miembros de la congregación veían a las personas en la plataforma, y así se les recordaba continuamente su importancia.

Además aman “las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabí, Rabí” (Mt 23, 7). La plaza es donde la gente se reunía para encontrarse y saludarse. La cortesía oriental requería que la extensión y el cuidado del saludo fuera igual o adecuado al honor y estatus de quien se saludaba… Ya que… los maestros de la Tora eran considerados por Israel los miembros más valiosos de la comunidad, los honores que se les debían en el saludo estaban especialmente llenos de calidez. Nosotros pensamos en un Rabí como otra palabra para maestro, y tiene esa connotación. Sin embargo, también significa “el grande” o “amo”, y de esta manera implica superioridad: una persona con buenas conexiones, poderosa, importante.

 B) QUE NO LOS LLAMEN MAESTROS

Hasta aquí, Jesús se ha dirigido a las multitudes y sus discípulos. Ahora revela el propósito de esta extensa condenación de los escribas y fariseos. Los está usando como una lección objetiva, una ilustración de su sermón, sobre los ejemplos negativos. Los discípulos no deben ser como ellos, sino que deben evitar la preocupación por el honor personal. 

“Más ustedes, no quieran ser llamados Rabí; porque uno es su Maestro, el Cristo; y todos ustedes son hermanos” (Gr. ἀδελφοὶ, adelphoi, hermanos, Mt. 23, 8). Como ya se observó antes, la palabra Rabí sugiere una persona superior. Los discípulos de Jesús no deben buscar esa superioridad sobre sus hermanos (y hermanas), sino que deben reconocer su igualdad bajo su maestro.

“A ningún hombre sobre la tierra lo llamen padre, porque el padre de ustedes es solo el Padre celestial” (23, 9). Los judíos consideraban a Abraham como su padre (Mt 3, 9; ver también Lc 16, 24, 30 y Jn 8, 35), y los cristianos consideramos a los líderes de la iglesia primitiva como padres de la iglesia. Jesús nos llama a recordar que solamente tenemos un Padre espiritual, y ese Padre está en el cielo.

 C) EL MAYOR DE USTEDES SEA SU SERVIDOR

Recordamos las palabras de Jesús, “Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros” (19, 30, ver también 20, 16). El reino de Dios es un mundo de cabeza, como un espejo donde todo se ve al revés, un reino en que las reglas son lo opuesto de aquellas con las que vivimos día con día. Alguna vez se han imaginado como sería ir al trabajo y encontrarse con que ¡todas las reglas cambiaron! ¡Sería bastante confuso! ¿¡No querrían que alguien les explicara las nuevas reglas para que ustedes pudieran pararse sobre tierra firme una vez más!? Aquí (y en todo este Evangelio) Jesús nos dice las nuevas reglas del reino. Un ejemplo es “El que es el mayor de ustedes sea su servidor.” ¡Realmente eso es bastante diferente! Si quieren ser grandes, comiencen por limpiar los zapatos del otro, y hagan las camas de otras personas y alimenten a los hambrientos niños de otros padres. Otro ejemplo es “Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será ensalzado” Eso, también, es bastante diferente de un mundo que nos dice que, si no hacemos sonar nuestro propio cuerno, nadie lo hará por nosotros.

El énfasis de estos versículos es escatológico. En otras palabras, Dios hará realidad este Gran Revés de la historia al final de los tiempos. Sin embargo, es bueno saber que también estas palabras algunas veces son realidad en nuestra experiencia cotidiana. Los supervisores aprecian la competencia quieta, y algunas veces promueven al trabajador callado pero bueno y no a la persona más ostentosa. Algunas veces las personas con una santidad verdadera son reconocidas e incluso canonizadas. ¡Pero solamente algunas veces! La realización completa de esta verdad se llevará a cabo en el reino de Dios y en el tiempo de Dios.

Preguntas para la lectura

  • ¿Qué les dijo Jesús a las multitudes y a sus discípulos?
  • ¿Qué les dijo de los fariseos?
  • ¿Qué no deben imitar los discípulos?
  • ¿Cómo actuaban los fariseos?
  • ¿Quién tiene que ser el único Maestro?
  • ¿Qué dijo Jesús del que quiera ser grande? 
  1. MEDITACIÓN (Qué me dice la Palabra de Dios)
  • ¿Siento que soy sincero ante Dios y ante mis hermanos?
  • ¿Soy arrogante y poco humilde con los miembros de mis comunidades?
  • ¿Si soy miembro de algún grupo o encargado, me siento importante y porque?
  • ¿Doy testimonio ante los de más de ser un buen cristiano?
  • ¿Me considero un buen servidor?
  • ¿Soy coherente con lo que digo y hago?
  1. ORACIÓN: ¿Qué le respondo al Señor? ¿Qué le decimos?

Gracias Jesús, Tú que nos has amado dando la vida por nosotros, y por darnos la gracia de los sacramentos, por darnos la capacidad de amar y compartir nuestros carismas y talentos con nuestros hermanos. Por eso te damos gracias. Gracias Señor, gracias Señor.

Perdón Señor Jesús, por mirar siempre mi beneficio personal, siendo una persona arrogante con mis hermanos, y en ocasiones sintiéndome que nadie me merece. Perdón por todos los momentos de desaliento y amor hacia a Ti. Por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón Señor.

  1. CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
  • A Jesús instruyendo a sus discípulos.
  • A los sacerdotes que han dado un buen testimonio de la fe ante sus comunidades.
  • A los fariseos que se sentían grandes ante los hombres.
  • A ti que muchas veces flaqueas en tu fe.
  • A los buenos cristianos que día a día van entregando su corazón al Señor.
  1. ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?

La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de noviembre es:

Universal: Derecho de los trabajadores y desempleados

“Por los cristianos de Asia, para que, dando testimonio del Evangelio con sus palabras y obras, favorezcan el diálogo, la paz y la comprensión mutua, especialmente con aquellos que pertenecen a otras religiones.”

Intención personal: Explotar mis carismas y virtudes que el Señor me ha regalado, para el beneficio de mis hermanos y seres queridos más necesitados.

Intención comunitaria: Ayudar a los miembros de mis pequeñas comunidades, el valor de la humildad, y esto nos haga caminar y crecer junto en la búsqueda del Señor.