La comunidad de fieles se reunió el Jueves Santo, en la Santa Iglesia Catedral de Texcoco, para celebrar, junto con su Obispo Juan Manuel Mancilla Sánchez, la Cena del Señor.

“A partir de este momento vivimos la gran fiesta de la Pascua: “Por entre nosotros ha pasado Dios”, así lo señaló Mons. Juan Manuel Mancilla, al explicar en su homilía el origen de la Pascua, cuando Dios liberó al Pueblo de Israel de la esclavitud, del abandono, de la pobreza extrema, de la división, de las tinieblas y de todo abismo.

Lo más hermoso, de este acontecimiento, nos dice Don Juan Manuel, es que “cuando Dios los visitó, ellos harían una comunidad. Hasta la fecha ustedes vean, somos un gran Pueblo, los cristianos nos reunimos con la certeza de que Dios ha venido a salvarnos; ahora de una manera espléndida, a través de su propio Hijo”.

Exaltó ante los fieles que la importancia de la Pascua de Cristo radica en que, “vino a caminar con nosotros hacia la libertad, hacia la tierra prometida, hacia la alegría, por eso es fiesta… de tener a Dios, de tener a Cristo. Por eso queridos hermanos, nosotros hagamos una fiesta comunitaria, una fiesta de pueblo, como es la voluntad de Dios. Por eso nosotros a partir de este momento tratemos de estar juntos como pueblo… peregrinos hacia la eternidad”.

Pidió a los asistentes a la Misa del lavatorio de los pies, centrar su atención en Jesucristo, “el gran Dios y salvador nuestro, quien con toda seguridad dijo -he querido celebrar esta fiesta con ustedes-, antes de pasar hacia el Padre”, quien es “camino hacia el cielo, hacia Dios”, señaló.

Resaltó sobre la fiesta de la Pascua celebrada por Jesús, que “es anticipo de la cena eterna, la fiesta eterna, el banquete por siempre, en la eternidad. Dios nos sentará a su mesa, Dios será nuestro anfitrión, Dios se pondrá a servirnos, Dios abastecerá generosamente su mesa, y para ello Él nos va a limpiar, nos va a purificar”.

Sobre este precioso detalle del Jueves Santo, el Sr. Obispo puntualizó que “Jesús comenzó a lavar los pies de sus discípulos, se los lavaba, se los masajeaba delicadamente, porque venían cansados”. Recordó al apóstol san Pedro quien le dijo al Señor Jesús, “-pero a mí no me lavarás lo pies-, y te lo aseguró por toda la eternidad, nuestro Señor le responde a Pedro, -si no te lavo no puedes participar conmigo-; porque una persona sucia no puede estar con Dios. Con Dios hemos de estar fresquecitos, limpios, incluso el Bautismo nos da no solo el agua sino también el perfume, para hacer más agradable el ambiente comunitario”.

El Obispo señaló: “Y ahora ustedes aprendan a lavarse los pies los unos a los otros, ahora ustedes también pueden quitarse todo lo que sea desagradable. Uno de los elementos cristianos es que construyamos personas, comunidades, agradables, donde se pueda convivir, donde se esté alegre y en paz, donde no haya algo que nos fastidie, y que nos lleve a salirnos, a dejar ahí a los demás, a despreciar. Jesucristo nos dio el sentido profundo de la fiesta. La fiesta se hace cuando nos juntamos, cuando nos aceptamos, cuando nos perdonamos, cuando nos ayudamos, cuando nos da gusto estar cerquitita, y que desaparezca todo lo que es desagradable”.

El obispo, trasladó su ejemplo hasta los medios de comunicación de hoy, en el que muchos de ellos viven y obtienen ganancias porque descubren lo desagradable de las personas, “y lo resaltan, y lo publicitan, y lo divulgan… el cristiano en cambio, tan pronto como ve algo desagradable en su hermano, lo lava, lo limpia, lo quita. Mi hermano no debe tener nada desagradable, mi hermano no podrá ser aceptado si tiene algo desagradable. Ustedes lávense los pies, ustedes quítense lo que sea desagradable, para que puedan estar juntos, para que estén alegres, para que estén en paz”.

Al final de su homilía, Don Juan Manuel apuntó que esta es la última bienaventuranza de Jesús: “Hoy Jesucristo nos garantiza, si se lavan los pies, si se ayudan quitando sus defectos, serán felices. Queridos hermanos, disfrutemos esta enseñanza de Jesús, aprovechemos esta gran enseñanza de caridad y de calidad, cultivemos esa capacidad de ayuda, preocupación, apoyo a nuestros hermanos, para que por donde quiera que vayan sean aceptados, sean respetados, sean integrados, dentro de la familia, dentro de la comunidad. Podemos hacer un pueblo, un unido, podemos hacer un pueblo festivo, un pueblo unido en el corazón y en el alma, un pueblo feliz, si practicamos la caridad, si practicamos el amor de Cristo, al estilo de Cristo”.

Posteriormente, el Obispo Juan Manuel Macilla Sánchez lavó, secó con una toalla y besó los pies de doce personas, quienes representaron a los doce discípulos de Jesús, y con toda calma a cada uno le dedicó su momento.

Al concluir la Eucaristía se reservaron las hostias consagradas, signo de la disposición de la Iglesia a participar de la pasión, crucifixión y muerte de nuestro Señor Jesucristo el Viernes Santo, y se llevaron las sagradas hostias al Templo Expiatorio de la Capilla de la Tercera Orden donde los fieles permanecieron para adorar al Santísimo Sacramento hasta la media noche.

 

Galería Fotográfica

bannerdeenlacealsitio