La cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión que la Iglesia marca para prepararnos a la gran fiesta de Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados, de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

Por ello, la cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En cuaresma aprendemos a conocer y a apreciar la cruz de Jesús, con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

Un medio para concretar mi deseo de convertirme en esta Cuaresma es hacer una buena Confesión y a través de las obras de misericordia que son:

ESPIRITUALES: Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia las molestias de nuestros prójimos, rogar a Dios por los vivos y por los muertos.

CORPORALES: Visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al  sediento, socorrer al cautivo, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, enterrar a los muertos.

El Miércoles de Ceniza señala el comienzo de la Cuaresma, es decir, los cuarenta días de preparación a la celebración de la Pascua, es un día especialmente penitencial, en el que manifestamos nuestro deseo personal de CONVERSION a Dios.

Al imponernos la ceniza: Nos reconocemos pecadores, nos comprometemos a cambiar nuestra conducta de pecado, libremente aceptamos vivir este tiempo en ayuno, abstinencia y penitencia por nuestros pecados y de los demás.

La ceremonia de la imposición de la ceniza es un “sacramental” de la Iglesia y tiene en nosotros eficacia cuando lo acompañamos de una debida disposición. Recibir la ceniza es rechazar libremente nuestra vida de pecado, despreciar ese “yo” que ofende a Dios. Aprovechemos este tiempo de gracia para darle un rumbo distinto a nuestra conducta, siendo más fieles al compromiso de nuestro bautismo.

El sacerdote bendice las cenizas y las impone en la frente de los creyentes, haciendo la señal de la cruz y diciendo: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”.

Somos personas que quizá muchas veces hemos hecho cosas malas y necesitamos arrepentirnos de ellas, de aquí la necesidad de hacer una buena confesión. Somos personas que muchas veces nos dejamos llevar por nuestro egoísmo y que, por lo tanto, necesitamos empezar a pensar en los demás, de aquí la necesidad de la limosna (tener caridad). Somos personas que muchas veces perdemos de vista el fin para el que fuimos creados por Dios, necesitamos pues, recobrar la vista, de aquí la necesidad de la oración. Esta es la razón por la que celebramos la cuaresma.