Se han dedicado muchas líneas sobre la violencia en nuestro país, en las que se ha dado puntual seguimiento, desde hace años, a un México que sufre constantemente la notificación de delitos, crímenes y ultrajes contra la vida humana, sin distinción de persona y del lugar donde se encuentre. Por supuesto que donde hay mayor abandono, deterioro y marginación, estos males se magnifican.

El Estado, en sus distintos niveles de actuación, no ha podido superar la corrupción ni garantizar la seguridad y protección de los ciudadanos, y tal pareciera que no podrá. Se ha tornado en un caso muy difícil de solucionar. Por lo que ahora enfrentamos una violencia diversificada y cruel.

Será posible que algunos sectores de la sociedad, y en particular, la vida de las comunidades, ofrezcan alternativas de solución ante los graves y descomunales problemas sociales que enfrentan día tras día. La respuesta la seguimos encontrando en la organización de la ciudadanía y del diálogo productivo que pueda establecer para llegar a acuerdos, desarrollar el principio de bien común, generar relaciones más sanas y duraderas con base en la justicia, y potenciar la solidaridad, y por todo esto, contribuir a alcanzar la unidad y la paz. Si esto es de nuestro interés personal y comunitario, se tiene que tener como un deber máximo: participar, ¡participar juntos!, Piénselo…