Día de la Juventud Católica
El domingo 28 de agosto la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Texcoco celebró el Día Nacional de la Juventud Católica, en el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús, en la Vicaría “Santo Domingo de Guzmán”.
Se congregaron jóvenes que forman parte de los grupos juveniles de la Diócesis de Texcoco para dar gracias a Dios por el don de la juventud y celebrar con alegría el regalo de la fe, dispuestos a renovar su compromiso de continuar en la construcción de la Civilización del Amor.
Iniciaron el día con alabanzas al Señor y la animación del ministerio de música de la Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo de la parroquia sede, después el Asesor Diocesano de la Pastoral Juvenil, Pbro. Francisco Javier Flores Reyna, compartió un tema en el cual resaltó el valor y dignidad que los jóvenes poseen ante Dios, su Iglesia y la nación.
También disfrutaron de talleres (danza, teatro, artes plásticas, música, juegos-dinámicas, evangelización juvenil, espiritualidad juvenil y de líderes-coordinadores) cuyo objetivo fue proporcionar habilidades y herramientas a los jóvenes para auxiliarlos en su labor apostólica.
Posteriormente vivieron un momento personal de amor y adoración con Jesús Eucaristía; y salieron a marchar por las calles, dando muestra de su fe, y de que vale la pena ser de Cristo.
La jornada culminó con la Celebración Eucarística, en la cual los jóvenes que recibieron la “Cruz de la Misión Joven” hicieron entrega formal de ella a nuestro querido obispo don Juan Manuel Mancilla Sánchez, al que le compartieron un mensaje que resaltó las experiencias suscitadas durante la peregrinación de la cruz por el territorio diocesano. Esta Cruz fue bendecida por el papa Francisco en Morelia, en su encuentro con la Juventud de México durante su visita pastoral, y los envió a misionar: “haciendo lío, un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza”.
A continuación ofrecemos el mensaje íntegro, que los jóvenes: Isaac Álvarez, coordinador diocesano de Pastoral Juvenil y Kevin Sánchez, coordinador de la Pastoral Juvenil en la vicaría Santo Domingo, dirigieron a don Juan Manuel Mancilla.
«Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, padre Miguel, padre Francisco, en esta tarde de domingo, día del Señor, los jóvenes de nuestra querida diócesis de Texcoco les saludamos con todo el amor, cariño y respeto.
Hemos peregrinado hasta este lugar de misericordia acompañados de este signo del amor de Cristo, la cruz entregada a los jóvenes de todo México por nuestro querido papa Francisco.
Esta cruz nos ha acompañado por cada rincón de nuestra diócesis, como testigo de la fe de los jóvenes, una fe sostenida por las familias, regalo de vida del Padre, quienes han caminado a nuestro lado sin dejarnos caer.
El mundo nos ha roto el corazón con la violencia que vemos a diario en nuestra sociedad, con el auge y propagación de la cultura de la muerte, desvalorizando cada día más la vida tan hermosa que Dios nos ha dado, con el relativismo de los valores humanos, con el crecimiento de la tecnología que nos impide sentir las necesidades del hermano que tenemos a nuestro lado, con el materialismo, con el miedo a vivir pero sobre todo con la venda del pecado que nos impide ver el camino de la cruz.
Teníamos miedo de regresar al Padre, nos hemos llegado a sentir indignos del perdón de Dios por estar hundidos en el pecado, pecados de los que los jóvenes somos blanco fácil. Pecados que llevan a la juventud a pensar incluso en quitarse la vida, pecados que nos hacen cerrar los ojos, pecados que nos hacen pensar que el pecado no existe y que lo que hacemos está bien, pecados que nos llevan a quedarnos de brazos cruzados mientras el mundo se destruye.
Pero Dios nos enamora a cada instante, nos toma de su mano para no soltarnos jamás, nos llama a ser sus mensajeros, a que demos testimonio de su perdón y compasión. Él es quien sana nuestro corazón, quien lo toma entre sus manos para derramar sobre él su infinito amor.
En cada uno de nosotros se ha forjado un corazón que está dispuesto a aceptar la gran aventura de seguir a Cristo, a no tener miedo de remar mar adentro, de adentrarse a lo desconocido, un corazón que está dispuesto perdonar, a amar y a servir.
Este corazón lo entregamos a Cristo, ponemos al pie de la cruz nuestros sueños, anhelos y metas, pero también nuestros miedos, tristezas y pecados, porque sabemos que Él lo toma todo para transformarlo en algo nuevo. Queremos ser misioneros, que tomando nuestra cruz, una cruz de amor a Dios, amor a nuestros hermanos y amor a nosotros, podamos anunciar lo que hemos visto y oído.»
«Jóvenes con valor, misioneros de la Misericordia»
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