Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

50 Aniversario del Equipo Laico al Servicio de la Pastoral, en la Diócesis de Texcoco

06 de junio de 2022

 

“¡Mujer! ahí está tu Hijo; ahí está tu Madre”. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, el día de hoy celebramos a Santa María Virgen “Madre de la Iglesia”, y precisamente en este acontecimiento universal de la Iglesia la Escuela de Pastoral se integra, sigue fiel, gozosamente a la Iglesia, ciertamente aquí en nuestra Diócesis de Texcoco.

 Y como quisiera empezar a recoger la Palabra dando una lectura eclesial, sabemos que toda la Escritura tiene como centro a Jesús, al Mesías al Hijo de Dios, al Salvador, pero el Evangelio y el Nuevo Testamento en especial, brillan por el tesoro infinito de tener en el corazón, en su corazón al Hijo de Dios; pero junto al Hijo de Dios, con el Hijo de Dios esta su Santa Madre, la Santísima Virgen, a quien cierta mente, a quien ciertamente ustedes en Escuela de Pastoral como veneran, como la quieren, como se encomiendan a ella.

 Y precisamente todos nos fijamos en el capítulo primero de Hechos de los Apóstoles,  como después de la Ascensión de Nuestro Señor, los discípulos  –ya, a punto de ser Apóstoles–   se reúnen en la oración, en la plegaria, en el recuento de la obra salvífica de Jesús, en el aguardar el don del Espíritu Santo con María. Y hay una palabra que a todos los que nos acercamos a la Escritura nos impresiona y nos da una enseñanza profunda “La Casa”; los apóstoles estaban reunidos en La Casa aguardando el don del Espíritu Santo, y es como la culminación del recorrido histórico de Jesús.

 Pero bueno, el misterio históricamente ubicado de la salvación, todos sabemos que empezó en una casa, le llamamos La casita de Nazaret ; después la Santísima Virgen con su sagrado Hijo en el seno, su Divino Hijo, va a las montañas de Judea a visitar a su prima y entró en la casa; estrictamente el texto dice: “Entrando en casa de Zacarías, saludó a Isabel”; después la Santísima Virgen, san José buscan una casa en Belén y, pues físicamente no encuentran lo que se llama una casa, y Nuestro Señor providencialmente hizo que su Hijo naciera en un hogar; José y María, de un corral, de un  muladar lograron hacer una casa, su casa; estando la Santísima Virgen con san José, el Niño llegó en  una familia, a una casa.

 Posteriormente sabemos que la primera gran señal de Jesús pues, se dio en Caná en una casa, unos esposos celebraban su matrimonio y estaba María, y llegó Jesús, y ahí Jesús les regaló espléndidamente, por intercesión de la Santísima Virgen, la felicidad del hogar y, no hicieron el ridículo, no quedaron mal, estaba María y Jesús y hubo vino en abundancia. Posteriormente Jesús estará en una casa, y Nuestra Señora llega y, por desgracia en ese tiempo era una situación muy adversa porque los grandes, los escribas decían que Cristo estaba fuera de sí; bueno ahora queridas hermanas, todo ese itinerario de nuestro Divino Señor otra vez, en una casa, y casi yo diría: ‹el lugar de Cristo, el lugar del Espíritu Santo  –como ustedes ven–  “El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra” le dijo el Ángel a María en la casita de Nazaret; “Tan pronto como llego tu saludo a mis oídos  –dijo Isabel–   el Niño saltó de gozo en mi seno, estaba llena del Espíritu Santo, y María llena del Espíritu Santo proclamo “Bendice, adora mi alma al Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”›

 Y bueno pues ahora, cuando Nuestro Señor el texto del Santo Evangelio se despide, la casa no se ha derrumbado “¡Mujer! ahí está tu Hijo, ahí está tu Madre” y desde ese momento  –que bonito que algunos traducen que–  san Juan se la llevó a su casa. Ya ustedes queridas queridos hermanos, están recogiendo deliciosamente gracias al Espíritu, este deseo y esta experiencia feliz de que la Iglesia, que la Escuela de Pastoral sea una casa, la casa donde se recibe el Espíritu, la casa en donde se manifiesta la acción del Espíritu, la casa en donde se recoge a la Madre de Jesús, se acoge y se vive estrechamente, comprometidos y cercanos con la Madre de Jesús, al punto de que como dice el texto griego: estaidía (εσταϊδια), se le considere como propia, nuestra, le decimos nosotros “Nuestra Madre”. 

 La Virgen cuando vino a visitarnos en México, no es casualidad, pidió un jacalito; me encantaría que tradujéramos “Yo quiero que ustedes me construyan un jacalito”, jacali, “cali” es casa, una casa chiquita, porque en una casa chiquita hay una paz infinita; y entonces, ella llegó pidiendo una casa, una casita, como sin duda al Apóstol le dijo: <Yo quiero estar en una casita˃, como quien dice no andar, como decía Cristo: «no anden de casa en casa» buscando una casa más grande, buscando una casa más curra, buscando una casa mas elegante, confórmense con la casa a donde ustedes lleguen.

 Escuela de Pastoral, tu eres esa casa, tu eres esa casita sagrada, tu eres ese jacalito para Cristo, su Santo Espíritu, para su Santísima Madre. Que este toque que se te regala al llegar a una etapa de madurez muy bonita después de 50 años, siga marcando tu vida, “Tu eres la casa de Dios, Tu eres la casa de Cristo, tu eres la casa del Espíritu Santo; vamos a hacer en ti la casa de la Santísima Virgen, por lo tanto, la casa de la Iglesia”. No hay cosa más fascinante que hacer un hogar; si algo nos debe emocionar es convertir a nuestros hermanos en esto, alguien muy cercano, muy propio, hermanos, amigos; “Escuela de Pastoral, recuerda que tu misión es ubicar, plantar, resguardar, facilitar la intimidad, todo el gran paquete de gracia que sucede en una casa”; por ejemplo, que Escuela de Pastoral sea también, la casita de Betania, en donde Martha y María con su hermano Lázaro atendían preciosamente a Cristo Nuestro Señor.

 En lo que se refiere ya más al texto del Santo Evangelio, mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, tenemos esa entrega desprendida, espontanea, dolorosa de Jesús “¡Mujer! ahí está tu Hijo”; como quiero decirle a la Santísima Virgen: “Aquí están tus Hijos”, yo quiero decir en nombre de Cristo hoy, a mi queridísima Escuela de Pastoral “Aquí está tu Hijo, ellos se han portado, ellos han descubierto, ellos se han sentido felices, Madre, ¡Madre Santísima! porque son tus hijos”; y ustedes se la llevan a su casa, se la llevan en sus corazones, se la llevan a medio ambiente, a los lugares en donde tiene que vivir, en donde tienen que moverse, en donde tienen que evangelizar; y así pues tenemos ese gozo de que la Iglesia no se acaba, el amor no se acaba, y con este toque tan bello, del hogar, de la familia, de la intimidad, de la vida.

 Después Nuestro Señor, todavía pronunció estas palabras: “Tengo sed”; si alguien ha entendido de los Movimientos de Iglesia hasta la fecha, “Tengo sed”, es la Escuela de Pastoral; ustedes han tratado de ofrecer a ese Cristo sediente, sediento, han tratado de ofrecerle el agua viva que llevan en su corazón “¡De los que crean en mí, ríos de agua viva brotaran!” de su seno, de su interior, de su corazón. Muchos Cristos agonizantes, muchos Cristos crucificados gritan a la Iglesia  –y yo digo–  a mi queridísima Escuela de Pastoral: “Tengo sed”; tengo sed de la verdad, porque hay muchas mentiras; tengo sed del amor, porque hay mucho odio; tengo sed de la paz, porque hay mucha violencia; tengo sed de la comunión, de la unidad de la familia, porque como hay divisiones, como hay desencantos, como hay desencuentros; se multiplica esa capacidad de dividir, esa capacidad de rechazar, parece que nos estamos especializando en: a ver quién hace más daño, a ver quién es más hábil, a ver quién es más rápido para sembrar las divisiones y agrandar las distancias. Escuela de Pastoral, tu eres totalmente distinta, tu respondes, te duele, te preocupa la sed de la fe, del amor, de la esperanza que Dios nos ha regalado en Jesucristo Nuestro Señor.

 Que no pase ya en el mundo eso que sucedió en la cruz, que con un palo y con una esponja sucia y en un vaso que estaba tirado en el suelo con vinagre  –no vino–  Cristo lo primero que dio acuérdense, en una casa de Caná, Cristo ofreció el mejor vino que se ha tomado en la historia de la humanidad, el más abundante, y ahora cuando Él necesitaba, con una esponja aterrada y un vaso ahí tirado en el suelo, empapan y quieren darle, ¡qué bueno que Nuestro Señor es lo único que rechazo!; el que nos dio el mejor vino, el que nos dio la fuente de la alegría, de esa emoción y entusiasmo que produce en su medida, con medida el buen vino, el autor de ese vino, que bueno que no aceptó el vinagre; para que también la Iglesia aprenda a decir ¡No! a lo bajo, a lo vulgar, a lo corriente, a lo feo. Nuestro Señor no lo aceptó; y ahí viene nuestro aprendizaje: a quien clame, a quien nos necesite, a quien este agonizante o desesperado, nunca vayamos a ofrecerle porquerías, sobras, polvo, migajas; nosotros estamos para ofrecer el vino mejor, el de la salvación, el de la sangre preciosa de Cristo.

 “¿Cómo le pagare al Señor todo el bien que me ha hecho?”  –decía el salmista–   y como sintió alegría cuando el Espíritu Santo le contesto: pues toma el vaso, levanta el vaso de la salvaciones, levanta el vaso que contiene la sangre preciosa, el vino más delicioso del Mesías, y con ese harás feliz a Dios, harás felices a tus hermanos, cantaras victoria, te sentirás libre, te sentirás grande; por eso que bonito que la Iglesia hasta el día hoy, todos los días en la celebración eucarística, levanta el vaso, el cáliz de la salvación, contrario a lo que los soldados y los verdugos de Cristo trataron de hacer junto a la cruz del Señor.

 Queridos hermanos, y bueno, ustedes y yo por último, porque la riqueza de la Palabra es infinita, y yo me he largado porque ustedes tienen sed de Dios, tienen sed de aprender el Misterio de Cristo; pero quisiera terminar este encuentro festivo, tan bello con esta expresión: “Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre y  otras mujeres”, este mensaje es para ti, Escuela de Pastoral, que de aquí en adelante  –y para mí–  nosotros tratemos de estar siempre junto a Jesús, junto a su cruz; y esto lo digo porque otra vez, si repasáramos la historia de la Santísima Virgen, ella de las cosas bellísimas que aprendió, que cumplió, que practico, fue “estar junto a…”

 Cuando los Magos llegaron, lo primero que vieron, a la Madre de Jesús junto al niño, pegadita al niño; otro texto dirá “¡José! no dudes en recibir a María” pégatele a María, déjala que este junto a ti; es la Santísima Virgen y Cristo quienes hicieron inmortal “Padre de la Iglesia” a san José; junto a José peregrina a Belén, los Magos la encuentran junto al niño; después en Caná, junto a… a los esposos, junto a Jesús; crucificado ella está junto a Él; junto a los Apóstoles, esta Nuestra Señora. Qué bonito que el Apocalipsis dice que, en la última página de la historia humana, cuando los cielos se abran para el juicio final, y para la acción definitiva de Dios en Cristo, se abrirá el cielo, y lo primero que se va a ver junto a Dios, una mujer, esta mujer. Ya hoy María esta junto a Dios, está junto a Cristo, en su Trono de Gloria, y tuvo, y consiguió ese privilegio hermosísimo de estar por la eternidad con Dios, porque a lo largo de su vida terrena, ella aprendió, ella practico, estaba acostumbrada a estar, siempre, junto, al más pequeño, al más necesitado, al más conflictuado, al más herido, a los más angustiados y desprotegidos, como en ese momento eran los Apóstoles.

 Escuela de Pastoral, que sigas junto a, pegadita, a los que no saben, a los que no quieren, a los que no pueden, a los que están tristes, a los que han sido hundidos por la ignorancia, por el abandono, incluso por la maldad. Escuela de Pastoral, ahí comienza tu gloria, en eso está tu secreto, de estar a la derecha de Dios y de ofrecer sus dones de salvación en Cristo Jesús. Así sea.