“Te bendecimos porque tu palabra, tus mandamientos Señor, alegran el corazón”.

 

HOMILÍA MONS. JUAN MANUEL MANCILLA SÁNCHEZ, OBISPO DE TEXCOCO

30 de septiembre de 2018

“Te bendecimos porque tu palabra, tus mandamientos Señor, alegran el corazón”.

Queridos hermanos, el día de hoy quiero compartir con ustedes algo que me llama poderosamente la atención, y repito solo la Iglesia tiene esta clase de enseñanzas; «Yo me he esforzado por cumplir tus preceptos, pero Señor, hay cosas malas que yo he cometido sin advertirlo, sin darme cuenta yo he cometido errores»; quiero observar para mí, quiero pedirle a Nuestro Señor me dé su espíritu, su sencillez para decir ‹‹pues no todo está bien Obispo, cuántas cosas sin querer, por irresponsabilidad, por superficialidad has hecho mal››. Y junto con el salmista digo: perdóname Señor mis errores ignorados. Y pienso que nos puede servir a todos.

Caminemos con mucha modestia, caminemos con cuidado en la vida, que sin darnos cuenta fallamos, ya cuando acordamos, ¡ya!, nos hemos equivocado y hemos perjudicado, o descontrolado a otros. Ser observantes, qué bonito que Nuestro Señor nos quiera de esa calidad, de esa altura; poner mucha atención en la forma como llevamos la vida. Y enseguida dice “presérvame Señor de la soberbia, del orgullo porque me puede dominar, y este es el gran pecado, que yo esté libre de ese gran pecado”. Entonces a mí me sirve mucho mis queridos hermanos esto, de tener una vigilancia constante en la vida, y también de buscar siempre la humildad, la sencillez de Nuestro Divino Señor.

Por eso fíjense, qué bueno que la carta del apóstol Santiago a todos nos dice, pues cuidado, no camines con un espíritu de rico, un espíritu autosuficiente, porque donde quiera se mete la soberbia, donde quiera. Hoy tenemos dos ejemplos de cómo el egoísmo, el encerramiento y la soberbia se meten en la fe, en el corazón del pueblo de Dios. Tenemos por ejemplo el caso de Josué. Josué desde niño aprendió los caminos de Dios, las virtudes del Señor y, sin embargo, pues llegó este momento en que él se sintió celoso porque unos hombres tenían el espíritu lejos del santuario, no en la comunidad y le dice ‹‹Señor prohíbeselos, impídelos, regáñalos››, sin duda eso dijo Josué – un gran hombre – a Moisés.

Y qué bueno, mis queridos hermanos, que Moisés en la humildad, en la sencillez con que condujo al pueblo, rápido, clarito ‹‹que diera yo porque el espíritu de Dios se derramara en todo pueblo, en su pueblo, en todas partes y que los hombres recibieran, entendieran, hablaran de Dios con mucha libertad y con mucha paz››.

Vemos en el Santo Evangelio lo mismo, fíjense, san Juan es pues, el evangelista modelo, el apóstol de los apóstoles modelo; claro que él había sido una persona muy impulsiva, una persona muy primaria “mecha corta”. San Juan era mucho muy violento, “trueno”, era como cohete, diríamos en México, era un cohete, con cualquier chispita explotaba; después se convertirá en el gran apóstol del amor, testigo del amor de Dios.

Y hoy también como Josué, quiere presumirle a Cristo, ‹‹nosotros hemos parado en seco, un hombre que sacaba demonios en tú nombre y ¡se lo prohibimos!›› – le dice san Juan a Nuestro Señor – y otra vez nuestro Señor “No se lo prohíban”, mejor fíjense en tantas personas que les han ofrecido un vasito de agua, una persona que les ofrezca un vasito de agua, son personas acogedoras, son amigos, están con nosotros, caminan hacia Dios, valoren desde el vasito de agua, la monedita, la ancianita, la espiguita, la uvita. Nuestro Señor nos enseñó a que la grandeza de Dios se percibe y se cultiva desde lo más pequeñito, desde lo más sencillo, desde lo más modesto, desde lo invisible; cuántas obras buenas hemos de realizar y sin que nadie se dé cuenta, dice Nuestro Señor “Y tu Padre ve lo escondido, tu Padre ve lo secreto y Él te recompensará”. 

Bueno queridos hermanos es el día de hoy, meternos en todo ese sistema tan hermoso de Dios; no tener criterios humanos, superficialidad humana, malicia y soberbia humana, sino ser buenos como Dios, es la invitación constante del pueblo, de la Iglesia; que nosotros nos acerquemos, recuperemos la capacidad de ser buenos y buenos a carta cabal. Hoy nos dice: y cuiden la mano, y cuiden el pie, y cuiden el ojo, no se conviertan en instrumentos de maldad, en instrumentos que los echen a perder. Qué bonito que nuestro Señor nos quiere completitos en este sistema de bondad, en este sistema de servicio, de productividad humana y espiritual. Esta tarde nosotros le pedimos a nuestro divino Señor que nos permita participar, construir, servir en su reino sagrado con dignidad. Así sea.