Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
29 de octubre de 2017
“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Queridos hermanos, queridas, queridísimos jóvenes qué oportuno, qué grande es el misterio de nuestra salvación. Cuando el día en que ustedes vienen a adorar a Dios a la Catedral, a la iglesia reciben y son recibidos con esta palabra, la palabra de cariño, la palabra del amor, la palabra del corazón de Dios.
Todos sabemos que sí existe amor en el mundo, pero se ensució, se hizo muy chiquito, se enfermó, muy frágil; cómo necesitamos el amor de Dios y cómo luce el amor de Dios en los niños, en los jóvenes, en los universitarios, en los catedráticos, en las mamás, en los abuelitos, en las abuelitas, y hoy que nosotros consagramos nuestro tiempo, nuestra súplica a Dios en favor de los jóvenes, pues yo creo que esto va a ser lo más importante que vamos a suplicar a Dios, que a nuestros jóvenes no se les acabe la capacidad de amar, la capacidad de tener ideales, la capacidad de tener frescura, la capacidad de tener verdaderamente una simpatía muy grande a los demás.
Decía Walt Whitman “el hombre que no camine con amor, camina hacia sus funerales” sin el amor, pues seguimos tristes; hoy el mundo se está haciendo bien duro, bien difícil. Hoy nuestras relaciones humanas se están haciendo incluso agresivas, hay mucha crispación, a toda hora todo nos cae mal, de todo desconfiamos; qué hermoso que los jóvenes vienen a suplicar a Nuestro Señor que les llene su corazón de amor; porque no, de dulzura, de ternura, pero de esa ternura cristiana, para que tengan ese amor profundo, ese amor leal, ese amor fiel a Dios, a sus semejantes.
Hoy queridos hermanos a nosotros nos queda claro otra vez que Dios es amor, y que a Dios que por siglos se sufrió porque no lo veíamos, no lo sentíamos, no lo escuchábamos, al enviarnos a su propio Hijo, nos dejó ver, oír, tocar, sentir, palpar al Hijo de Dios encarnado como uno de nosotros, y Él a su vez decidió encarnarse en todos los seres humanos, en todos los que nos encontremos, nuestros próximos, en todos nuestros amigos, también en aquellos que no entendemos o no nos entienden, también en aquellos que nos han agredido o también en aquellos a quienes les hemos fallado. Un amor total, un amor grande, un amor que ni siquiera se regula por la reciprocidad.
En el mundo lo más sublime es la correspondencia, la paga, ser recíprocos ¡me diste, te doy! ¡me debes, te debo! ¡me pagas, te pago! ¡me saludas, te saludo! Ahora el amor de Jesús nos hace confiar tanto en nuestros semejantes, que aun cuando se equivoquen, aun cuando estén caídos, aun cuando estemos sucios, aun cuando parezcamos como indignos, el amor también existe para nosotros.
“Ámense como yo”, el punto de partida, la luz espléndida del amor es Jesucristo que me amó, se entregó y dice “Esto es mi cuerpo”, por eso la Iglesia viene a la Eucaristía, y por eso me da tanto gusto que los jóvenes pidieron esta sagrada Eucaristía para iniciar esta etapa de cariño, de cuidado, de formación, de convocación a todos los jóvenes, adolescentes, universitarios que ciertamente en nuestra diócesis han querido participar. Recordemos que hay muchos jóvenes del Movimiento Familiar Cristiano, hay jóvenes de la Acción Católica, tenemos jóvenes en otras experiencias, por ejemplo universitarias, tenemos los adolescentes que van terminando la catequesis -se llaman mini catequistas o auxiliares de catequistas- tenemos jóvenes adolescentes misioneros y tenemos que enriquecer esa evangelización para ellos y desde ellos, para que los jóvenes evangelicen a los jóvenes.
Invito a toda la comunidad a que durante este año, todos pensemos en conocer, apoyar, escuchar, bendecir, estar cerca de alguna o de algún joven, algún adolescente estudiante y que nos preocupemos porque ellos tengan paz, porque ellos puedan seguir con sus estudios. Recuerden que he pedido a mis párrocos que cada parroquia llegue un momento en que pueda ofrecer una beca a un estudiante, que así como se ofrecen despensas para las personas necesitadas, también cada parroquia ofrezca una beca a un joven que necesita cubrir sus estudios, los gastos de todo lo que es su formación intelectual; también hemos pedido que cada parroquia vea que las personas más pobrecitas tengan un cuartito, una casita, todo esto va a hacer de la iglesia un proyecto fascinante. Imagínense noventa profesionistas que puedan llegar a feliz término con su carrera, gracias a la fe, gracias al apoyo de los católicos en nuestra querida diócesis. Lo platico para que también ustedes queridos jóvenes se emocionen porque Dios nos va a conceder mucho cariño, mucho respeto para ustedes, y que sigan abriéndose espacios para sus trabajos, profesiones que Dios les ha concedido.
Vamos a hacer pues una etapa muy alegre en nuestra diócesis con la presencia y con la oración, y con el invertir nuestro cariño y lo que podamos en favor de los jóvenes. Felicidades queridos jóvenes que les ha tocado esta etapa tan bella en donde nuestra patria necesita su frescura, necesita su autenticidad y necesita sobre todo su amor a Dios. Así sea.