A continuación te ofrecemos la transcripción del mensaje de este domingo.

Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

 XIII Domingo de Tiempo Ordinario

 26 de junio de 2022

 “Enséñame Señor el camino de la vida”. Y cómo es importante que nosotros, como lo hemos repetido tantas veces a la luz de la experiencia y de la oración del Salmista, nos acerquemos a Dios, nos acercamos a Cristo,  -como ya hemos dicho tantas veces-   en una forma rica, en una forma amplia, en ocasiones alabar a Dios, fundamentalmente, adorarlo, grandísimo; sí solo a eso nos dedicáramos perfectamente empleado nuestro tiempo y nuestra vida; en otras ocasiones pedirle perdón, en otras ocasiones humillarnos ante Él, en otras ocasiones reflexionar y aprender; creo que esa puede ser hoy la actitud con que nosotros nos acerquemos a la palabra de Jesús.

Aprender”, cómo aprendemos estando cerca de Jesús; por ejemplo en el texto del Libro de Los Reyes, el primer libro, ya al final de la vida del Profeta Elías, el Señor le ordena que vaya por Eliseo, y en una forma verdaderamente excepcional Elías se quita el manto y se lo echa encima al Profeta, al profeta Elíseo; Eliseo inmediatamente corre detrás de él; pero hay un momento en que dice ′déjame primero ir al besar a mis padres, me despido′. Por otra parte el profeta  -claro, Elías le concede-  Eliseo, aparece siempre como un hombre lleno de dulzura, un poco contrariamente a su maestro Elías, Elías era estricto, celosísimo, duro, incluso  -ya lo sabemos-  dos veces mandó bajar fuego del cielo contra un general y sus cincuenta hombres; cuatrocientos sacerdotes de Baal, fueron pasados a cuchillo por el profeta Elías. En cambio el profeta Elíseo, el reverso de la moneda; es una persona muy humana, ′voy a despedirme de mis padres′, ′ah, voy a despedirme de mis trabajadores′, y mata a sus bueyes, y les hace un banquete, una comida a todos sus colaboradores para despedirse de ellos.

Yo estoy seguro que Nuestro Señor Jesucristo, en muchas de sus obras y actitudes, tuvo a contraluz la figura del profeta Elíseo; qué multiplicó los panes, que siempre ayudó: por ejemplo a un hombre que se le cayó el hacha en el río Jordán, el profeta se la saca con ese poder que él ha recibido; también él se preocupa por una viuda; también el cura pues, a Naamán haciendo caso a lo que una muchachita le había dicho allá en Damasco; el profeta Elíseo es una figura típica, en relación a nuestro Señor Jesucristo, que también hará tantas obras de misericordia y multiplicará los panes.

Y así queridos hermanos, hoy estos relatos nos ayudan a entender como debe ser nuestra actitud; hoy muchas veces no se piensa en los que están con uno, eso me pasa a mí sin duda, no piensa uno bien, no se detiene a fijarse en las personas, como están, qué necesitan, que les pasa; y el profeta Elíseo hoy nos enseña eso, antes de irse a su ministerio pues él, atento con sus padres, atento con sus colaboradores. “Enséñame Señor el camino de la vida”, porque  -dice el salmista-  yo quiero que mi vida este en tus manos, yo quiero que tú seas mi riqueza mi herencia, y si tu me enseñas pues, a vivir, tendré mucha alegría, gozo, felicidad perpetua, estar junto a ti.

Y viene pues el Santo Evangelio mis queridos hermanos tan rico, ya vemos a Jesús en, también en la última etapa de su vida, todo lo contrario también un poco del profeta Elías; y Él va a Jerusalén y se encuentra con una descortesía, para los Apóstoles fue una majadería muy grande de los samaritanos, de no quererlo recibir, y Santiago y Juan en su amor a Cristo se encienden y le piden permiso de que baje fuego del cielo, como Elías, que ante cualquier, por este… quítame estas pajas… Elías se prendía y mostraba el poder de Dios, ‹baja, ¡hacemos que baje fuego del cielo y queme, arrase, acabe con estos samaritanos irrespetuosos!›, y Nuestro Señor  -ya lo vemos-  les dice ‹bájenle, es una descortesía, ellos no saben, no me conocen y ellos, pues están defendiendo lo suyo, sus principios, sobre todos sus principios religiosos, porque saben que vamos a Jerusalén.

Y entonces ya empieza a enseñarnos Cristo; entre sus seguidores, o sea nosotros, no debe haber soberbia, mecha corta, entre nosotros no debe haber prepotentes, jamás agresivos, gente que se pone al tú por tú, los discípulos de Cristo deben ser humildes y modestos, y no andar exagerando; como exageramos las descortesías y los defectos ajenos, hacemos un escándalo, y todos otra vez  -empezando por mí-  como hacemos, como exageramos alguna falta de nuestros hermanos, y perdemos la modestia evangélica que hoy el Señor nos está pidiendo.

En la parte final del Evangelio, aparece mucho la palabra “primero” déjame primero enterrar a mi padre, déjame primero arreglar mis cosas, y esa palabra choca mucho también con Cristo, pero Él en una forma muy sencilla dice ‹lo que yo he venido hacer, lo que yo he venido a proponer, es que entre ustedes sea primero Dios, la prioridad absoluta que es el reino de Dios, “busquen primero el reino de Dios y lo demás se da”; y porqué queridos hermanos, pues precisamente como no hemos dejado que Dios sea el primero, como no hemos entendido que Dios debe ser lo más importante, el primero, por eso nos va tan mal, y por eso cometemos tantos errores, y por eso estamos perdidos y ciegos, y desatinando a cada rato, porque la primacía de Dios para nosotros, a veces en lo ordinario, no cuenta.

¡Primero Dios! hoy que a ustedes y a mí se nos vuelva a recordar, ¿y por qué? porque los dones de Dios es lo primero que hemos recibido. La vida, ¿quién nos la dio? ¡Primero Dios! La fe es un don de Dios  -decía San Pablo-  “todo don perfecto es de Dios, viene de lo alto”. El amor ¿quién es el amor? ¿quién inventó o quién enseñó, quién facilitó nuestra capacidad de amar? Trabajar como pudiéramos trabajar si Dios no nos regala la tierra, los árboles, los animalitos, las semillas. Dios en todo nos ha dado lo primero, para Él también nosotros somos primero.

Y además, los dones de Dios, lo que Él nos ha dado primero, es infinito, es eterno, absoluto, Dios nunca anda quitándonos, así lo pensamos porque nuestra mente es muy chiquita y nuestra fe casi nula, pero Dios no quita, Dios da, Dios acrecienta. Enséñame señor el camino de la vida, ayúdame a crecer, ayúdame a ser mejor, ayúdame a ser más sabio, ayúdame a tomar mejores decisiones; teniendo pues a Dios, teniendo su reino, ya no tenemos que andar arañando y papaloteando, manoseando otras cosas, ya tenemos lo mejor, lo esencial, lo sublime.

Quiero resaltar por último mis queridos hermanos, algo tan simpático que hoy aparece en el Evangelio, pero que tiene una trascendencia infinita; a un discípulo Jesús le dice: de las zorras, tienen madrigueras y las aves, los pajaritos, nidos; vean como es importante esto ¡enséñame Señor! prevenme, ayúdame, a no equivocarme; y el Señor pone estas dos imágenes: las madrigueras y los nidos; hoy en el mundo hay muchas madrigueras en todas partes, todos tendemos a tener nuestras madrigueras y ahí nos escondemos y ahí tramamos, y ahí nos defendemos, y ahí se organizan.

Hay un dicho muy bello en Italia acerca de los ladrones, los ladrones todo el día están en sus madrigueras planeando, organizando, incluso peleándose, se pelean, desean  -sobre todos los ladrones de Pisa-  de todo el día se pelean y en la noche se van a robar juntos; cuando salen a robar, se reconcilian, se ayudan, se defienden unos a otros. “Madrigueras” sin duda Jesús vio, le dolía, que tal vez muchas veces o en algunos lugares, en la Iglesia, lejos de ser una comunidad, se hicieran madrigueras, y por desgracia todavía hay, como dice el Papa Francisco “personas con olor a oveja”; qué desgracia que podamos existir personas con olor a madrigueras, tramando, defendiendo nuestros espacios, intereses, etcétera.

“Nidos”, hay así de nidos, minerito, cómodo, que nadie me moleste, que aquí nadie se meta, aquí no cabes, aquí petit comité, puros cuates, puros cuadernos, aquí no, tú no, ¡no! ya no ya no hay lugar para ti. Queridas hermanas, queridos hermanos, en la vida, bueno hoy le hemos dicho a Jesús que nos enseñe, y nos está enseñando esto: no hagamos de la vida, no hagamos de nuestra relaciones, no hagamos de nuestro trabajo, madrigueras; no hagamos de nuestro trabajo, de nuestra vida nidos, no seamos los comodinos, no seamos los intocables, no seamos los escondidos; vivamos como el Hijo del Hombre, que no ha venido a ser servido sino a servir, a dar la vida, Él nos conceda eso a ustedes y a mí. Así sea