Por Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Siempre saludándolos a todos Pueblo hermoso de Dios, permítanme suplicar tú venia mi querido Señor arzobispo, Toñito ¡Gracias!, con tu permiso mi querido, muy querido Señor Cardenal, con su permiso hermanos Obispos ¡Gracias, gracias, hermanos Obispos!, padre Provincial de nuestros hermanos franciscanos, mi querida, mi queridísima Gobernadora, con su permiso ¡Muchas gracias! Señores presidentes municipales, presidentas municipales que adornan nuestra comunidad con su buen gobierno
“Un Denario”
Esta Palabra, esta acción tan sencilla del gran empresario, el mejor de todos los tiempos, el mejor empresario del universo un día les dijo a sus trabajadores: “Toma, aquí esta tú denario, tu recompensa, tu salario”; algunos murmuraron, algunos se escandalizaron, algunos lo criticaron, tal vez lo despreciaron, para que Él haya dicho: ‹¿porque me miras mal, porque tienes corazón feo, porque no te fijas en que estoy dando lo que este también tenía derecho a recibir su paga para alimentar a su familia, para llevar algo a su casa ¿eso no te conmueve, eso no te alegra?›.
Un solo denario, y este queridos hermanos, Jesucristo Nuestro Señor nos estaba integrando perfectamente al corazón del Gran Empresario, hermosísimo Padre Dios que creó el universo, que escogió a nuestros padres, que llamó a Israel y lo primero que le dijo en el día solemne “¿Escucha Israel! El Señor tu Dios ¡es uno! Uno solo, y lo amarás con todo”; y desde entonces uno solo también es el Pueblo de Dios, uno solo es El Mesías y Salvador que nos ha regalado una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre.
Creo en la Iglesia que es Una, Santa, Católica, Apostólica, un solo Reino, un solo premio, una sola paga, de la mejor, una persona; porque como le dijo el Señor a Martha –aunque así lo traducimos: ‘una sola cosa es necesaria′– ¡No! es “Uno solo es necesario”, en realidad nosotros lo único que necesitamos es a las personas; en el santo matrimonio, con una esposa serás feliz, con un solo marido serás feliz, con un solo hogar serás feliz, es la mejor parte.
La Iglesia lo escogió, la Iglesia lo encontró en la persona de María, y desde entonces también, incluso un pagano, un centurión romano, de todo corazón exclamó «¡Señor, yo no soy digno de que vengas a mi casa, una palabra tuya bastará!» en mi familia, en mi siervo, en mi corazón. Gracias a Nuestro Señor todavía en la Iglesia sabemos que todo fiel ‒ustedes, yo, todos‒ tenemos una palabra de amor, de perdón, de cariño, y con eso basta, y con eso se arreglan mil cosas y con eso se enriquece el cielo; eso, una sola palabra de amor y de ternura ofrecida en nombre de Cristo es valorada, respetada por el cielo, lo que digas, si llegas a dar una palabra de perdón, ¡esa, ya movilizó, enriqueció el cielo!
Una palabra, la palabra hermosa que hoy nosotros hemos venido a buscar y a escuchar, se llama “Nuestro Padre Celestial”, se llama Jesucristo, ¡Él es el Denario!, el único Denario que necesitábamos para salvarnos; Él, Moneda Divina Celestial nos compró y no con oro ni plata, si o con su sangre preciosa; a ese Denario preciosísimo que preside nuestra Diócesis, nuestro Estado de México, nuestra Patria, a ese Denario Santo llamado Jesucristo, a ese Denario poderosísimo y celestial, la Gloria, el Honor por los siglos de los siglos.