“El Señor es mi pastor, nada me falta”.
Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
22 de julio de 2018
“El Señor es mi pastor, nada me falta”.
Queridos hermanos, por qué no disfrutar hoy el texto del Salmo 23, en donde aparece la figura apacible, luminosa, inspiradora del Buen Pastor. Nuestro mundo está muy agitado, vivimos desconciertos, desórdenes, incluso tragedias; que hermoso es que la Iglesia llega ante su Divino Maestro y Señor, y se encuentra con este regalo, con esta experiencia: “El Señor es mi pastor”. Aquí está el que me cuida, me conoce, me acaricia, me purifica, me endereza, me lleva correctamente por la vida, porque de hecho mis queridos hermanos, Dios siempre ha puesto personas providenciales en todos los órdenes, es como el universo, todo el universo está perfectamente organizado en familias, o por grupos, o por sistemas, como le quieras llamar.
Pensemos en lo más alto, las estrellas, son un concierto de orden, de luz, de velocidad y de dinamismo. Nosotros pensamos que las estrellas están como un foco ¡y no!, no son estables, no hay ninguna estrella que este acomodadita en un lugar, todas circulan a una velocidad inimaginable, miles, cientos de kilómetros por hora navegan, a cientos de kilómetros por hora navegan las estrellas. Pensamos, el cielo está quietecito, calladito ¡no!, las estrellas hacen un sonido, un ruido que nosotros no soportaríamos, simplemente el oír pasar el sol a la velocidad en que va, nos tronaría el sistema auditivo, nervioso, es impresionante el sonido de los astros por el universo.
Y así podríamos seguir mis queridos hermanos, viendo como es este universo de Dios; las piedritas, tenemos piedra caliza, piedra volcánica, tenemos mármol, tenemos cantera, tenemos granito, las piedras mismas están agrupadas en familias, en sistemas, y los que hemos metido desorden, los desobedientes somos nosotros; pero gracias a Dios, Él siempre ha buscado la forma de organizar, de conducir la historia, y nos regala líderes, autoridades, encargados, mayordomos, llamémosle como le llamemos, y los distintos niveles, autoridades sanitarias, autoridades educativas, autoridades gubernativas, autoridades religiosas.
Pero bueno hoy, hermanos disfrutemos la imagen de la perfecta conducción, el Señor, el que mejor organiza, el que mejor establece, el que nos ayuda a establecer las mejores relaciones, es Nuestro Señor, el que mejor nos puede coordinar es Nuestro Divino Señor, Él ya lo había prometido, ser el mismo pastor, ser el encargado directo, ser el que vele, el que cuide a los seres humanos, porque los seres humanos en ese universo grande necesitamos por ejemplo, una atracción.
Y de hecho digámoslo, hoy muchos científicos dicen que el universo se explica por el big bang, un tronido, una explosión inmensa, cósmica, que aventó partículas por todos lados, estrellas, puede ser que físicamente eso haya sido en un momento, pero la fuerza grande, la fuerza número uno del universo, es la atracción, no es la masa, no es la velocidad, no es el peso, el atractivo. Si la tierra no tuviera atracción sobre cada uno de nosotros y sobre todos los elementos que la conforman, saldríamos disparados en una forma devastadora, destructiva; si el sol no tuviera atracción y gobernara a los satélites que están a su alrededor chocaríamos, nos desintegraríamos, los astros se volverían carros locos, carros chocones y todo sería desastre a cada rato, gracias a la atracción desde los más pequeñitos, desde el átomo o desde los nuevos sistemas que han descubierto hasta las estrellas más grandes podemos experimentar el orden.
Bueno, hermanos, lo mismo en las personas, lo mismo en el ser humano. Todo ser humano debe tener un lugar de atracción, llamémosle nuestra conciencia, llamémosle nuestra familia, llamémosle nuestra comunidad, llamémosle nuestra patria, la atracción es la mejor forma de dinamizar, de organizar y de llevar al ser humano; si no hay atracción nosotros nos desplomamos, el alma se muere, los sentimientos se confunden, se alocan y por eso la atracción.
Hoy repito, que la imagen más atractiva para nosotros sea Dios Pastor, sea Cristo el gran Pastor de las ovejas, que todos tengamos, sintamos una cita muy importante con Cristo, y entonces tendremos esto que dice el salmista «verdes praderas, descanso, fuentes tranquilas» no sobresaltos, no sorpresas desagradables, el justo decía el salmo no temerá las malas noticias, porque sabe de quién depende, quién lo cuida, quién lo protege y sale a su favor, fuentes tranquilas, conducción; nosotros experimentamos debilidad, se nos desgastan las fuerzas, se nos acaba el entusiasmo y el dinamismo, pues el Señor repara mis fuerzas, me vuelve a dar, con muchos elementos me vuelve a dar fuerzas.
Fiel, me ofrece lealtad, hoy en el mundo es de lo que más nos pasa, muchas alianzas están rotas, muchos compromisos fallidos, muchos deberes y obligaciones disparatados, nadie quiere responder y el famoso mexicano: ¡hazle como quieras! ¡oye pero tú quedaste, tú me debes! o así nos organizamos ¡tú hazle como quieres, a mí que me den por muerto! Eso no es de Dios, eso no es humano, el pastor, el conductor perfecto de los hombres nos ha enseñado la fidelidad, la lealtad.
Qué bueno que ustedes vienen a la Eucaristía, hay un momento en que se dice “Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva, fiel, eterna”, porque las alianzas humanas han sido fracturadas, desilusionan, todos los compromisos humanos están descalabrados, hasta descabezados, heridos, tenemos que incorporarnos, tenemos que sustentarnos y organizar todos nuestros pactos, alianzas y compromisos desde la sangre preciosa de Cristo que vino a dar su vida, no andar quitándole la vida a nadie. Por eso dice es fiel, cuando él me hace una promesa, me da un sendero recto, no me dice mentiras, no me engaña y ante los peligros, las oscuridades, cañadas oscuras yo no temo porque tú vas conmigo, siento tú vara y tú callado. Es importante, por ejemplo a nosotros los Obispos cuando nos preparan para el Ministerio Episcopal nos hablan mucho del bastón, se llama báculo, el callado del pastor, y una de las cosas que nos piden que no le pongamos abajo hule, que se oiga que ahí está el pastor, el pastor te convoca, el pastor te conduce y lo hace, como bien se sabe en nombre de Dios, en nombre de Jesucristo.
Luego viene «Me preparas una mesa», vean como hay hambre en el mundo, y hay hambre porque hemos perdido el gozo de comer juntos, de poner una mesa, de ofrecer alimento, de compartir el pan, Jesucristo espontáneamente partía el pan, se le conocía por su costumbre, por su actitud; antes de él mordisquear ya estaba pensando ¿a quién le doy, cómo les doy, cómo les hago llegar el pan, el bocado, la comida? Eso lo hacen las mamás, los papás cristianos siempre instintivamente, primero su esposa, primero su marido, primero sus hijos, primero los demás, primero estar disponibles y cuando nosotros somos egoístas o cuando el alma se ha enfermado maltratamos y hacemos experiencias muy feas en una comida porque no le damos o no le hacemos llegar pronto, o nos parece poco importante darle al otro, ofrecerle al otro, integrar al otro, por eso los cristianos al venir a misa es para aprender a comer, para tener el gusto de estar en torno a la mesa de Jesús, para reunirnos y sentirnos hermanos, y comer del mismo pan y sentarnos a la misma mesa.
El papa Benedicto nos decía: inviten a las familias que coman, sobre todo los domingos, o que escojan un día a la semana donde se reúnan, donde se miren a los ojos, donde puedan platicar, donde ellos puedan renovar el gusto por ver felices al papá o a los hijos, o a los hermanos, o a los amigos también. “Tú mismo me preparas la mesa” y se me acaban los enemigos, me olvido de mis enemigos, aquí no entran mis enemigos mis adversarios, y por si fuera poco, me bañas y me perfumas con perfume y estás al cuidado de mi copa, reboza, hasta se tira mi copa, es tener tu bondad y tu misericordia todos los días de mi vida. Me quedo en tu casa por siempre.
No pierdan su fe católica mis queridos hermanos, está la fuente infinitamente rica, grande de la vida, de los sentimientos, del interior, de la conducta, de las experiencias humanas. Que esta Sagrada Eucaristía a nosotros nos dé la paz de tener a Cristo conduciéndonos suave, correcta, profunda y oportunamente. Así sea.