Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo a la derecha de Dios.

 

Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco, durante la Celebración del Domingo de Resurrección del Señor, en la Catedral de Texcoco, el domingo 21 de abril de 2019:

Busquen los bienes de arriba, donde está Cristo a la derecha de Dios.

Queridos hermanos estamos celebrando el milagro más grande de la historia, del universo. Para nosotros los que hemos tenido la dicha de conocer a Jesús, descubrimos, como enseñaban los apóstoles, que todo fue creado por Él y para Él. El ser humano y todos los elementos con los que Dios quiso rodear la casa donde Dios quiso poner al ser humano, la lleno de luz; la ceremonia de anoche comenzaba con el fuego nuevo, encendiendo la luz, y después venían el agua, el perfume, la vestidura blanca, y todos los elementos con los que se reconoce que Dios llenó de hermosura el universo.

En esa primera etapa, el Espíritu Santo, colaborando con el Padre para Cristo, embelleció, lleno de hermosura todo el universo, pero cual será nuestra sorpresa que al llegar Jesús, Dios se dedica a embellecer el universo del hombre, el corazón del hombre, porque su alma, su pensamiento, sus palabras, van heridas, han bajado, han decaído, y también anoche había una frase preciosa gracias a la resurrección de Jesús: “Se levanta todo lo que estaba caído”. Esta tarde, mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, estoy seguro que ustedes y yo pedimos a nuestro Divino Señor, Cristo, nos integre en su dinamismo glorioso, en su dinamismo de amor, en su dinamismo de entrega, de buscar siempre al Padre, estar con el Padre, adorar al Padre, obedecer al Padre; se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz, por eso Dios lo levantó, por eso Dios lo engrandeció, porque Él supo vivir al pendiente de su Padre, y porque Él supo amar al estilo de su Padre, y digo, que todo el universo se llena de luz, mis queridos hermanos, porque la fe en Cristo es la única que nos puede cambiar, el amor de Cristo es el único que no se puede transformar.

En una ocasión Dante Alighieri decía, donde encontraremos las fuerzas que transformen la tierra, donde podremos encontrar las energías para transformar la historia del universo, y él se responde: “El amor”. El primer amor, Cristo, es el único que puede mover el sol y todas las estrellas; la única fuerza que transforma también al ser humano es el amor; la única fuerza grande para cambiar todas esas realidades que van de picada, porque si lo vemos, cómo todo decae, todo se acorrienta, todo como que se vuelve prosaico y vulgar y, entonces, viene Jesús, y Él, todo lo levanta, todo lo ilumina, todo lo sublima.

Pero, yo quisiera fijarme junto con ustedes sobretodo en este aspecto, el corazón del hombre, entenebrecido. Él ha venido a iluminarnos: “Yo soy la luz del mundo y el que me sigue no camina en tinieblas; vénganse conmigo, conocerán la verdad, y la verdad os hará libres. Y ustedes son la sal de la tierra, ahora también ustedes son luz del mundo, ahora también ustedes vayan por todo el mundo y deje en Jerusalén”. Yo no entiendo cómo hubo este mandato tan difícil de cumplir, si Jerusalén era la ciudad mágica, la ciudad espiritual, emblemática, heroica, nacional. No está aquí, está, quiere estar, en cada corazón, con todos los hombres, con los que reciban el evangelio, donde estén los adoradores del Padre, que no lo adorarán ya en Jerusalén, o en este monte, sino que abordarán al Padre en espíritu y en verdad.

Por eso queridos hermanos si hay algo que necesitamos es este milagro, el milagro de la resurrección de Cristo encarnado en nosotros, así, aunque veamos nuestra vida demacrada, debilitada, venida a menos, que decae, teniendo a Jesucristo todo se levanta, todos se renueva, todo sube, siempre se pasar al siguiente nivel, y siempre lo mejor está por venir, cuando tenemos a Jesús, porque Él nos ha participado no sólo su enseñanza, no sólo sus amigos, sus apóstoles, su Madre, al Padre Dios espléndidamente, nos ha dado el Espíritu, pero también nos ha dado su sabiduría, el buen gusto, el estilo.

Jesucristo cuando nosotros nos acercamos a Él nos hace diferentes, nos enriquece, nos aconseja, nos previene, nos hace precavidos, nos hace prudentes, sabios, generosos, “pasó haciendo el bien”, decía el apóstol; por eso mis queridos hermanos llenémonos de fe, de amor, en Cristo, el amor, es la fuerza que todo lo transforma, las fuerzas que transforman la historia son las mismas que transforman el corazón de cada uno, recogiendo a Jesucristo en una forma personal, en una forma íntima, en una forma gozosa, confiada, se empiezan a cambiar muchas cosas que están mal, muchas experiencias que son experiencias de muerte, experiencias tenebrosas, experiencias de mucho peligro, de mucho dolor.

Dejémonos iluminar por Cristo, mis queridos hermanos, y transformaremos la historia. México necesita mucho la presencia, la luz, la fuerza de Jesucristo, como si lo ha tenido en muchas etapas, pero en este momento estamos en peligro de alejarnos de Él, de alejarnos de Dios, qué bonito que en estos días se cantarán con frecuencia el gloria, recordemos y valoremos todas esas ofertas de la iglesia católica que canta: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz”; con Cristo, sólo con Cristo recuperamos perfectamente a Dios y se recupera la paz, sólo con Cristo nos podemos acercar dignamente, constructivamente a Dios, y también nuestra vida se hace constructiva, porque si respetamos a Dios, respetaremos a nuestros hermanos; si nosotros confiamos en Dios, haremos espacios de confianza, de intimidad, de respeto, de paz. Si nosotros llevamos a Dios, entonces el cielo se abaja, entonces, toda la riquezas celestiales nos van llenando de esa gloria tan hermosa que tiene Jesús y que tiene el Padre. 

Ustedes y yo fijémonos hermanos cómo termina hoy el texto pequeñito de la carta del apóstol San Pablo, es el capítulo tercero, en su carta a los Colosenses: “Un día también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con Cristo”. En este mundo tan empobrecido, en este mundo tan revolcado, tan afeado, tan sucio, los cristianos llevan la hermosura de Dios, la gloria de Jesús.

Eso les deseo, que ustedes la experimenten a través de la fe, a través del amor, a través de la delicadeza de estar pensando, estar aprendiendo, de estarse manteniendo cerca de la Iglesia católica, donde Jesús depósito los tesoros de su gloriosa resurrección. Así sea.