Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
3° Domingo de Cuaresma
20 de marzo de 2022
“Quítate las sandalias, porque este es un lugar Sagrado”. Quiero empezar con estas palabras del Libro del Éxodo en su capítulo 3, mis queridas, mis queridos hermanos, porque sin duda son muy importantes para nosotros en el momento de acercarnos, en el momento de dirigirnos, en el momento de estar con Dios, “Quítate las sandalias”, despójate de lo que te da seguridad. Aquí en México nosotros lo vemos como los huarachitos, se han convertido en zapatos, en botas y hay muchos estilos de botas: bota vaquera, bota charra y al final, pues todas dan mucha seguridad, dan como donaire a nuestros pasos, forman parte del atuendo festivo, grandioso de nuestra Patria; ¡Quítatelas! para que aquí no vengas a taconear, para que aquí no pienses que tú puedes mandar, aquí manda, aquí el que debe escucharse, el que debe imponerse ‒por qué no decirlo‒ es el Señor. Esa imagen, ojalá nosotros la recojamos espiritualmente siempre que nos acercamos al Señor en la intimidad o en las comunidades, forma solemne, comunitaria, “despojarnos” para que sea Dios el que dirija nuestros pasos, nuestra mentalidad.
Enseguida mis queridos hermanos, aparece esa visión inmortal de una zarza que ardía, bueno, me gustaría dar así rapidísimo la referencia al paraíso, una de las características del paraíso pues es la hermosura, el agua, los árboles, los animalitos, claro el ser humano, el hombre y la mujer, pero los árboles, y árboles muy importantes, árboles decisivos, el árbol de la vida, el árbol de la ciencia del conocimiento del bien y del mal, a lo largo de la literatura bíblica tenemos árboles plantados en la corriente de las aguas, tenemos árboles plantados en una tierra llena de sol, lo veíamos ayer, antier como en un viñedo estaba una higuera muy bonita, pero no daba frutos; en otra parábola Jesús se acerca una higuera a cortar higos, y la maldice porque no tiene higos, árboles. Bueno llega un momento queridos hermanos, que los árboles representan al ser humano. Cuántas veces todavía decimos “árbol que crece torcido, torcido, nunca sus ramas endereza”.
Vemos en el Libro de los Jueces una parábola, en donde el pueblo pide un Rey, y hay que escogerlo, hay que elegirlo, y entonces van con el Olivo, y le piden que sea su rey ‹¡no! qué voy a hacer su rey, yo tengo una función preciosa, dar frutos, aceituna, de ahí viene el aceite, es indispensable el aceite para el cuerpo, para el perfume, para la cocina, que voy a andar yo perdiendo mi tiempo brincoteando por todos los árboles y descuidando ese fruto precioso›. La Higuera, ‒se tu nuestro rey ‒ ‹¡no! yo doy un fruto precioso, dulcísimo, buscado, necesario, ya es y forma parte de la alimentación humana, como se aprecia el higo, sus frutos de la higuera ¡yo no voy a andar saltando entre los árboles y descuidando y que desaparezcan y que se acaben los higos!›.
Y así queridos hermanos llegan con la Zarza, ‒y le dicen‒ tú, sé nuestro rey, y la zarza se infla, se cree lo máximo ‹¿de veras quieren que yo sea su rey?› ¡claro que sí queremos que tú seas nuestro rey!, no tenemos quien nos dirija, y quien nos gobierne, y quien ponga orden› ‒y dice la zarza‒ ‹pos ¡claro que sí!, yo le entro, pero si no me hacen caso los quemó y prendo fuego y los acabo›. Con esta parábola inmortal en el Libro de los Jueces, aparece retratada la condición humana, como nosotros más que conducirnos como los árboles buenos, como los árboles sensatos, como los árboles productivos, el ser humano se comporta muchas veces como la Zarza. ¿Y qué significa la Zarza? pues, lo peorcito, lo más inútil, que no se endereza, no se preocupa de nada ni de nadie, mas que, producir espinas, problemas.
Ahora sí podemos acercarnos a esta visión, mis queridos hermanos, en donde Moisés se queda sorprendido, ‹como que esa zarza estar ardiendo, y no se quema›. Bueno pues hay que distinguir, ante todo, el fuego, la luz representa a Dios, ese fuego, la divinidad; Dios ha decidido bajar, venir, diríamos, integrarse, hacerse uno con el ser humano, así como es, así como está, como una zarza, enredado, problematizado, agresivo, inútil; y Dios ha venido a hacer alianza con el ser humano; Dios ha venido y decidido a crear acuerdos, caminar de acuerdo con el hombre, y trae luz y trae fuerza, trae pureza, trae fuego, pero no para destruir, no para acabar, no para consumir al ser humano.
Queda ahí, mis queridos hermanos, ya un mensaje precioso para cuando venga el Mesías: «”Yo soy la luz del mundo” ¡he venido a traer fuego!», como Yahvé, y como Ᾰdonai, que bajo a traer fuego a la zarza, y no la consumió. Meditemos ustedes y yo mis queridos hermanos, estas enseñanzas tan bellas, de cómo Dios ha venido para salvarnos, para purificarnos ‒como decían los Profetas‒ en especial Isaías, para ser el Imanu el, “Dios con nosotros”; pero al mismo tiempo tan distinto de nosotros; se hizo hombre para que nosotros nos hiciéramos semejantes a Él, dioses incluso, llegan a usar muchas veces los textos sagrados.
En lo que se refiere al Santo Evangelio mis queridos hermanos, qué impresionante la enseñanza en base a ese comentario que le hicieron unos hombres a Jesús, ‹oye, fíjate que Pilato sacrificó, mato a unos galileos, cuando estaban haciendo el sacrificio en el templo, ¿eran pecadores?›; y Jesús nos quita ese concepto de que la creencia, la teoría popular de que el sufrimiento es causa, es consecuencia del pecado, quita él ‹ah ese pueblo sufrió un terremoto, es que eran pecadores; estos un maremoto, porque eran pecadores; aquellos un tsunami porque eran pecadores›, rápido ¡No!, son referencias porque las calamidades, las tragedías pues, no miran, no son en relación a culpabilidades, “pandemia” es para que aprendamos a vivir dignamente, correctamente, porque cuando menos esperemos pueden suceder cosas que son fatales. De hecho nuestro señor dice “¡No! yo les digo, si ustedes no cambian, si ustedes no se renuevan, si no adquieren otra mentalidad, otra manera de ser, entonces sí, eso es lo que los hace perecer”, no las tragedias, y no las adversidades políticas o espirituales.
Sabemos que Pilato pues, como representante de un Imperio, tenía actitudes muy crueles; muchas veces la vida civil se ejerce con violencia, imposición, incluso también el aspecto religioso ‒aquellos 18 aplastados por la Torre de Siloé, ¿creen que eran más pecadores que la gente de Jerusalén?, ¡no!, ¿y porque habían muerto esos 18 aplastados por la Torre de Siloé?, porque esas obras, las había emprendido el sumo sacerdote Caifás, la construcción de esa torre tenía un sentido religioso, y el proyecto lo dirigían los sumos sacerdotes, y por descuido, por ahorrar, no la estaban haciendo bien y se desplomó, y mató a 18 habitantes de Jerusalén‒ bueno en pocas palabras, el reino de este mundo, los reinos, las autoridades que dirigen al pueblo sin Dios, han cometido atrocidades, y llevan al fracaso.
En cambio Dios, ‒vean qué delicia es ver esta parábola‒ Dios tiene un viñedo, un hombre tenía un viñedo precioso, y estaba funcionando y venía a recoger los frutos, y llegó a una higuera y no había, y dice ‹ya van tres años que vengo y no da fruto, ¡córtala! , le dice al jardinero, le dice al hortelano, le dice al agricultor›, y salta el agricultor y le dice: Señor, déjala, le voy a poner mucha atención, yo me voy a encargar de ella, yo le voy a mover la tierra, la voy a podar, y vas a ver que da fruto, ya si no da este año, el próximo la cortarás. ¿Quién es ese Viñador, quién es ese agricultor tan noble, tan sabio, tan especial?, es el Mesías, es el Mesías que viene a construir, que viene a defender, que viene a ayudarnos a que no seamos zarzas, espinosas, agresivas, inútiles; árboles inservibles, viene a cultivar para que haya trigo «¡miren los trigales, miren al Sembrador!, miren al Señor que plantó un viñedo y le dio lo mejor, hasta le puso una torre para que resguardara, para que se defendiera el cultivo».
Y Jesús hermanos queridos, rompe con ese sistema atroz, violento, irresponsable, qué los humanos hemos ido construyendo bajo muchos sistemas, y que al final no funcionan porque falta el amor, porque falta la apacible sencillez del agricultor verdadero, porque falta el espíritu de sacrificio «yo voy a acercarme, yo voy a trabajarle la tierra y se la muevo, yo voy a podarla, yo voy a ayudarla para que dé mucho fruto. Demos gracias a Dios mis queridos hermanos, porque los tiempos han cambiado, Jesucristo ha traído el inmortal Año de gracia del Señor, donde la vida humana puede ser gracia, agradable, apacible, fructífera, incluso deliciosa, como son los frutos de la higuera. Bendigamos a Dios, crezcamos en la fe, integrémonos perfectamente a Cristo, el gran cultivador de la vida, en todos sus aspectos, bajo todos los ángulos, para bien y salvación de todos nosotros. Así sea.