Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

 Con un texto tan bello y completo, como el del Evangelio de San Mateo, la Iglesia abre esta Semana Santa dándole gracias a Dios, que Jesús sigue presente en medio de su pueblo; todos nosotros seguimos entendiendo, gracias a Él, que nuestro padre Dios es humilde, cercano, sencillo; el Salmo 113 lo había dicho con claridad: “Aunque Dios se siente en su trono sagrado, aunque Dios viva en majestad infinita, Él se abaja, se agacha para mirar, al pobre que está tirado en el polvo, al necesitado que fue a parar al basurero, al muladar; y no solo se compadece, sino que los purifica, los baña, los viste, y los sienta entre los príncipes de su pueblo.

 Ahora vemos a Jesús Nuestro Divino Señor, Él mismo, como Dios Nuestro Padre, abajándose, identificándose con todos los seres humanos, en especial con los que han sufrido, con los que han sido avergonzados, condenados, rechazados, considerados como de los peores, hasta llegar a perder el donaire del rostro, del ser humano, perdió esa hermosura que tienen los hijos de los hombres, sufrió para que todos pudiéramos experimentar en la cercanía, en la delicadeza de Dios, sobre todo en nuestros abismos, en nuestras derrotas, en nuestros peores momentos, Él se identificó, Él se hizo uno de tantos para salvarnos, para dejarnos el sello divino, y podernos resucitar.

 Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, durante esta Semana Santa unámonos a Cristo, identifiquémonos, aprendamos de Cristo: aprenderemos a amar, aprenderemos a ser humildes, solidarios, sobre todo con los que más lo necesitan, y Dios Todopoderoso, delicado, a todos nos levantará, y nos llenará de luz y de gloria, y de hermosura. Amén.