Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

19 De Noviembre De 2017

“Llamó a sus propios servidores y les dio todo lo que tenía”. Mis queridos hermanos, qué bueno que el Evangelio de hoy nos enriquece en una forma tan espléndida.

En primer lugar, hay que descubrir, hay que recordar que todo el universo, todas y cada una de las personas tenemos un dueño, un padre; el cristianismo así lo menciona, un guía, tenemos un apoyo, tenemos un patrono, tenemos una persona espléndida, rica, y que nos junta. A primera vista, aparecía que daba cinco, daba dos o un talento, traduzcámoslo como se quiera -mil dólares o un millón de dólares, o plata, o dinero, o bienes, o posesiones- pero hay un dato interesante, eso sucedía a los ojos de los que estaban viendo, al final cuando Nuestro Señor habla, siempre a todos les dice: “te di poquito y fuiste fiel, te di poquito y trabajaste mucho”. Como desde la perspectiva de Dios, te di poquito, te di poquito e hiciste el doble, hiciste más, mucho más, te daré, ahora sí te daré, te multiplicaré todo lo que tú trabajaste.

Pero bueno queridos hermanos, queda tan claro el que nosotros recordemos llevar instrumentos -los necesarios- y cada quién con los que puede, para desarrollarse, para aumentar, para acrecentar las gracias, los dones recibidos de Dios; entre nosotros se habla de talentos musicales, de artesanía, para los negocios, para el estudio, para la vida espiritual; poco quiere decir que somos universo de Dios, todos distintos, todos con un espacio propio, todos con un tiempo también muy propio que nos ha dado ese gran Señor y que nos considera suyos, y que nos ha juntado, y que nos ha dado y que nos ha confiado, y que no nos deja, y que nos llama, y que nos recompensa, y que nos mete a un sistema χαρά, de alegría, de fiesta, de gozo. Bueno queridos hermanos, se trata aceptar las diferencias y las responsabilidades, aunque nos parezcan modestas todos tenemos responsabilidades, tenemos personas a las que podemos beneficiar.

Pero queridos hermanos, me parece que toda la fuerza de la parábola descansa, se ofrece para el de un talento; bueno ustedes saben, personajes como Alejandro Magno, como el emperador César Augusto, como san Pedro, como el rey David, como Salomón, como Lincoln, como Benito Juárez, como Hidalgo, pues hay uno, esos digamos de cinco talentos que aparecen en la historia, pues no se dan en racimo, son garbanzos de a libra.

Bueno, bajémonos a que todos somos chiquitos, un talento, pero veamos que hay una gran enseñanza para los de un talento que podría resumirse, bueno pues no te escondas, y no andes haciendo hoyos sino lánzate, muévete, trabaja; imagínense un piano sin una nota, imagínense una orquesta sin un instrumento, imagínense ustedes una casa sin un papá, imagínense una casa sin un hijo que cuide a sus papás ancianos, que diferencia, que diferencia que en una iglesia, por decir, haya una persona que está rezando, que en la calle camine una persona que no va armada, imagínense qué importante que haya una persona que salude, o una persona que sonría, o una persona que platique.

Hay veces en reuniones todos callados, y pues aquello se echa a perder, con una que empiece a hablar, que empiece a motivar, a coordinar, a entusiasmar, la cosa es diferente, con una persona buena, con una persona disponible, con una persona para adelante, todo cambia; con una persona que falte en determinado lugar, en determinada casa, en determinada comunidad, pues todo se desploma, por eso aquí la fuerza de la parábola está en motivar, en acicatear a esa gran multitud que nos llamamos uno, que tenemos uno, que solo tenemos el uno; con que tú lo pusieras todo es diferente. Una combi, un chofer o un avión y tantos espacios, tantos lugares, una persona de confianza, una persona trabajadora, una persona responsable, es lo que da la armonía universal de los hijos de Dios.

Mis queridos hermanos, no se nos olvide pues, que todos nosotros hemos sido llamados a poner con oportunidad, oportunamente, en el sitio correcto nuestro talento, de lo contrario, como les digo, a enterrar, a sepultar, a ser amargosos, a ser envidiosos, ¡mira aquel tiene mucho! no pues yo aquí no soy necesario, mira ahí están esos, no ya con esos, con esos basta. ¡No!, nunca hay que caminar en la vida, nunca caminemos con amargura, nunca con desconfianza, nunca con envidia, nunca con pereza, nunca con agresividad; fíjense ese pobre que le dieron uno, de repente muy gallo ¡tú eres esto y tú lo otro, y tú siempre quieres recoger donde no sembraste, y tú quieres pedir lo que no es, y tú ya, ahora es un! ahí se convirtió el que no podía, el que no tenía ideas, el que no tenía ganas, el que no tenía motivos, ahora tiene muchos motivos para reclamar, para gritar, para maldecir, para despreciar. Ojo mis queridos hermanos, ustedes y yo, nunca caminemos con resentimientos, con desconfianzas, con negatividades, con pesimismos, con dudas, duda sistemática, nunca acusando, sino con grandeza de corazón.

Pidámosle a Nuestro Señor ese espíritu precioso de Cristo, Cristo Nuestro Señor unigénito del Padre, con el único Hijo del Padre, fiel, puntual, humilde, sacrificado, sabio, se llenó de hermosura, de salvación el mundo entero. En esta sagrada Eucaristía yo quiero pedirle a mi Señor, a Nuestro Divino Señor para ustedes, para ustedes, ustedes pidan para el Obispo. Pido para mí, para ustedes, para sus seres queridos, ese gozo, esa gratitud, ese entusiasmo, esa ilusión de vivir con alegría desde nuestra pequeñez, desde nuestra modestia, pero no ser mediocres, detesta Nuestro Padre Dios la mediocridad. Lo bendecimos porque a todos nos ha llamado, nos ha distinguido, nos ha entregado, nos tiene perfectamente indicado el tipo de, el momento de, gran servicio para su gloria, para nuestra infinita alegría y felicidad. Así sea.