La Pasión del Señor

 

Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco, durante la Celebración de la Pasión del Señor. Viernes Santo 19 de abril de 2019:

Verdaderamente este es el Hijo de Dios.

Mis queridos hermanos, el día de hoy, toda la Iglesia contemplan a su Divino Señor crucificado. La Iglesia siempre lo ha recibido como el Hijo de Dios. La Iglesia siempre lo ha recibido como el Mesías, lo ha recibido como el Salvador y por estos títulos y sobre todo por estas realidades, la Iglesia se siente pequeñita. Nosotros hemos de sentirnos verdaderamente pequeños ante la inmensidad, ante la grandeza, ante la majestad de Jesús.

El primer texto del profeta Isaías tiene una palabra muy sencilla, como escondida, dentro de lo que nos transmite acerca de ese servidor perfecto de Dios. Nunca se había visto, nunca nadie nos había contado esto, todo es increíble. Nunca nadie dirá, muchas veces, los contemporáneos de Jesús, habíamos oído eso, nadie había dicho eso, nadie hace eso, nunca se había dicho que un ser humano naciera de una virgen, lo hemos reflexionado, hasta en el detalle del burrito, nunca nadie se había montado en el burrito. Cuando le iban a sepultar, nunca nadie había estado en ese sepultura; y la lista es inmensa, queridos Hermanos, porque si nosotros decimos que es Dios, tenemos todos los conceptos, todas las opiniones, de cómo es un Dios. Si le llamamos Salvador todos sabemos, en el lenguaje, en la imaginación, en la historia, en las culturas, en las religiones, como es un Salvador. Nunca nadie se imaginó que, alguien nos pudiera salvar, sin el dinero, sin el ejército, sin las armas, sin el poder, incluso sin la sabiduría, sin la grandeza, de cualquier tipo, y todo lo contrario.

Nuestro Divino Salvador causó horror desfigurado, sin aspecto de un hombre, como una plantita muy débil, como una raíz, como una raicita en el desierto, sin gracia, como nosotros valoramos a tantos artistas y deportistas, con mucha gracia, Él sin gracia, sin belleza, sin atractivo, despreciado, rechazado, varón de dolores, habituado al sufrimiento, despreciado, adolorido, leproso, herido, humillado, traspasado, triturado, apachurrado, castigado, con llagas, bien maltratado, ni una palabra, no abría la boca, como el último de los animalitos, cordero indefenso, degollado, mudo, arrebatado, levantado, herido de muerte, fatigado, indefenso. Y todo esto hermanos, salvación; todo esto, sabiduría; todo esto, ejemplo de vida, amor, fortaleza, vinculación con Dios, acierto, verdaderamente útil, utilidad, todo esto fue útil. Queridos Hermanos, toda la vida, todos nosotros, en verdad, hemos de sentirnos, y hoy, sobre todo, bien pequeñitos, nadie, nadie, jamás, en ningún ambiente le llegará a Cristo, nadie podrá compararse con Cristo, nadie puede traer al mundo, aportar al mundo, lo que Cristo aportó, la forma como lo aportó, Él traía un proyecto, no humano, divino: “mis caminos no son sus caminos, mi estilo no es su estilo”; los caminos de Dios son infinitos, son supremos, nosotros seguimos pensando que la salvación está en el poder, que la salvación está en la grandeza, que la salvación está en lo espectacular, que la salvación está en la salud, en los bienes, en los éxitos.

Nuestro Señor escogió por lo tanto la humildad, vivió hasta el final la humildad, hasta el extremo la humildad; en pocas palabras mis queridos hermanos, Jesucristo nuestro Señor conoció la esencia del amor, la vida, la luz, se gana con Dios, con el amor, Dios es amor, Dios es espíritu, Dios es luz, una luz infinita; y yo creo que, ustedes y yo podemos recoger esta súplica, pedirle a Cristo nos dé su espíritu, que nos dé su esencia, que nos dé sus motivos, que nos dé lo más sagrado que nos abre el santuario de su mentalidad, de su alma, de su pensamiento, de sus actitudes, y a todo esto, el amor humilde, el amor donación, entrega, Él añadió, la obediencia, se hizo obediente hasta la muerte. Muchas veces pensamos que los malos son los que más daño hacen y se nos olvida que los desobedientes somos más peligrosos, los desobedientes, los rebeldes a Dios, también los rebeldes a los demás, somos los que más podemos perjudicar a los hermanos o a la estructura del mundo de la sociedad. La desobediencia de Adán y Eva causaron tantos desastres, las desobediencias de muchos escogidos de Dios que se llenaron de soberbia y que se les pasó la mano, esclavizando, abusando de los temas, desobedeciendo Dios, ellos hicieron mucho daño. Cuando nosotros perdemos la humildad y la obediencia, cometemos los peores errores. También desde otro punto de vista las cosas que más hemos de lamentar en la vida sucedieron cuando nos alejamos de la pasión de Jesús, en la medida en que nos acerquemos a la pasión que aprendamos: ejemplo les he dado, hagan lo que yo, háganle como yo, háganlo en memoria mía. Siempre que hagan esto, háganlo como yo lo hice, con el fin con que yo lo hice, de la manera como yo la hice, por ejemplo, la celebración de los sacramentos y de la sagrada Eucaristía, y entonces queridos hermanos, hoy, nosotros suplicamos a Dios, enséñanos a ser obedientes, enseñarnos a ser humildes y desprendidos, y enseñarnos a ser obedientes.

El autor de la carta los hebreos nos pone otro elemento muy sencillo, pero también valioso: Él con fuertes clamores oró al Padre y fue escuchado durante su vida mortal. Jesús a la humildad y el sufrimiento, Jesús a la obediencia, añadió la oración. Durante su vida mortal ofreció oraciones y súplicas con poderoso clamor y lágrimas, y fue escuchado por su piedad. Nuestro mundo pagano, nuestro mundo laico no ama la oración, vamos pidiéndole a nuestro Señor Jesucristo que nos enseñe a orar, que nos dé el espíritu de oración, y gracias a que Él nos puso este ejemplo, también nosotros seremos escuchados. Él fue escuchado por su piedad, no dudemos que Dios nos escucha cuando lo hacemos con piedad, tal vez con un gran dolor, tal vez con clamores, tal vez chillando, pataleando, pero orar, invocar, adorar a Dios.

Queridos hermanos cuanta paz, tener hoy el privilegio de vivir cerca de Cristo, que gracia tan grande estar con Cristo, llenándonos de su sabiduría infinita, de su divinidad omnipotente, de su luz esplendorosa, en esta tarde en que nosotros conmemoramos la muerte de nuestro Divino Redentor. Supliquémosle que todo esto sea para nosotros, que Él sea para nosotros, la luz segura, la fortaleza, el consuelo, la gracia, de todo nuestro caminar por la vida. Así sea.