Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

 “Miren al Cordero de Dios”. Junto con el Bautista, también la Iglesia nos ofrece este anuncio feliz: “Aquí está el Cordero de Dios”, trayéndonos la filiación divina, las gracias, las bendiciones celestiales que tanto esperábamos, porque con el pecado nosotros sufrimos un gran desconcierto, desequilibrio; pero saber que Dios ya nos ha regalado a su Hijo, y precisamente bajo este perfil  “Cordero de Dios”, nosotros los creyentes, alcanzamos la paz, alcanzamos la serenidad, el consuelo incluso en esos momentos absurdos, difíciles, dolorosos, en que por ejemplo, se presenta la muerte; pero gracias a esa presencia del Cordero de Dios, nosotros como vemos diferentes las cosas, los acontecimientos y nuestra propia realidad.

 Con nosotros está Dios, y  en una forma tan humilde, tan cercana, tan apacible; y por eso también nosotros le podemos decir: “Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad” Yo pienso que si en este momento quisiéramos poner en labios de nuestra querida hermana Yina algunas palabras, estás serían las apropiadas, “Aquí estoy Señor, quiero seguir haciendo Tú voluntad”;  hacer su voluntad como lo hizo tantas veces al acercarse a la Iglesia para adorar a Dios, y servir a su Pueblo Santo: ¡Aquí estoy, Señor, a Tú servicio, aquí estoy Señor, para cumplir Tú voluntad! Hemos de pedirle a Nuestro Señor, que nos conceda terminar nuestro recorrido por este mundo, en el seno de la Iglesia, en el Espíritu de Cristo, y precisamente con estos sentimientos, con esta oración: “Aquí estoy Señor para Ti”

 Muchas personas no han querido quedar en el espacio de Cristo, no han querido ponerse a las órdenes de Cristo, y por lo tanto, su vida pues es un desconcierto, y es presa muchas veces incluso, de la malicia, de la maldad, y no se tiene esa experiencia tan agradable de la inocencia del Cordero de Dios. La iglesia por eso, tiene una oración bellísima que dice: ‘Padre Dios, nosotros hemos perdido la inocencia, pero desde que llegó tu Hijo, el Cordero, Tú nos ayudas a recuperar, Tú nos das la inocencia que hemos perdido, sigue teniendo cariño por nosotros′.

 Pues con esos sentimientos mis queridos hermanos, entregamos a esta querida hermana nuestra, en las manos de Dios, dejamos que ella sea quién dialogue, dejamos que ella sea la que reciba la suavidad, la frescura de esa Palabra de nuestro Padre que nos ha creado, y de su Hijo Jesucristo que nos ha redimido. El Bautista, hoy a la Iglesia le regala, le recuerda este tesoro, está con nosotros el Cordero que vino a salvarnos, que vino a darnos vida, que viene a darnos el plus inimaginable de la felicidad, de la inocencia, para estar muy tranquilos en la presencia del Señor, y seguirle diciendo: “Aquí estoy, estoy para Ti, estoy a tus órdenes, me siento bien llegar a Tú presencia, y quedar en tus brazos de Padre. Amén.