Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Misa por la Patria
14 de septiembre de 2022
“Dichoso el pueblo escogido por Dios”. Es la razón por la que estamos aquí, mis queridas, mis queridos hermanos religiosos, consagrados, porque nos descubrimos, nos sabemos, un Pueblo escogido por Dios, un Pueblo escogido por la Santísima Virgen de Guadalupe, un Pueblo que ha recibido gracia tras gracia, bajo todos los puntos de vista que se puedan examinar acerca de una Nación.
El Salmo 32, el Salmo 149 con que abrimos la oración de la mañana, se centra precisamente en la existencia, en el valor de ser pueblo «Dichoso el Pueblo que sabe aclamarte, caminara, se abrirá pasó con tu luz», «Dios ama a su pueblo y se complace en los humildes; y por eso canten, bailen, griten, aplaudan, aplaudan con gritos de júbilo, porque Dios está en medio de su pueblo»; escogió a Israel y ama a Jerusalén, a Sion, es pues el camino de la fe y de la salvación el que nos ha enseñado amar a nuestro pueblo, a ubicarnos, a encarnarnos en nuestro pueblo y celebrarlo y cuidarlo; a invertir por la bondad, por la sabiduría, por la hermosura de nuestro pueblo, y eso estamos haciendo queridos hermanos, que dicha que nuestra Diócesis lanza este signo de amor a nuestra Patria desde la Vida Consagrada.
Gracias mi querido padre Manuelito, Vicario de Pastoral, Vicario de Pastoral de la Vida Consagrada, que con tu equipo has convocado a esta celebración tan bella en favor de nuestra Patria; y gracias a ustedes queridas religiosas, queridos religiosos, sacerdotes, que han respondido con tanta nobleza y alegría para hacer Patria, para recuperar ese amor, esa emoción que se nos está yendo de las manos; hoy el fervor patrio, el tener esa distinción de disfrutar nuestro Himno Nacional, en donde Dios aparece en una forma providencial y espléndida como el magnífico constructor de nuestra Patria, que nos ha dado en cada hijo, en cada hijo de nuestra patria un soldado, un obrero, un trabajador en favor de la vida, en favor del servicio, en favor del amor, en favor de la entrega total de la sangre que aquí nosotros reconocemos, que la sangre de todo héroe mexicano ha caído como la de Cristo, en el altar de la Patria.
Queremos hacer pues, de nuestra Patria, un Santuario, queremos hacer de nuestra Patria un Templo, queremos hacer de nuestra Patria un Altar, del que brote la ofrenda más agradable a Dios nuestro Padre; hemos venido adorarlo, hemos venido agradecerle que nos plantó en esta tierra tan bella, y en esta Patria tan valiosa, tan rica material, humana, antropológica, histórica, cultural, espiritualmente, llamada México. Para nosotros los consagrados, México nuestra Patria es un espacio, es un lugar sagrado, y a nuestra Patria se le ama, a nuestra Patria se le respeta, a nuestra Patria se le valora, se le celebra se le dignifica, como fue también la ilusión del pueblo de Israel, tener un pueblo dichoso, un pueblo feliz, en plenitud, no un pueblo herido como ahora empezamos contemplar nuestra Patria, no un pueblo derrotado, no un pueblo sin alas, sino un pueblo con ilusiones, con ideales humanos, sociales, espirituales.
Gracias, mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, por hacer que la celebración del día de hoy, sea verdaderamente digna de nuestro Dios, el Señor de la Vida, el Señor de los Pueblos, el Señor de la historia, y ciertamente de nuestra patria. Gracias por valorar la historia y la vocación de nuestro México, gracias por recoger esta enseñanza tan bella del Evangelio, que nosotros seamos gente sencilla, que México siga teniendo esos talentos tan bellos: artísticos, espirituales, humanos, intelectuales, que siempre ha tenido gracias a la Santísima Virgen; que nosotros no seamos personas que nada le satisface, que nada les gusta, que de todo se quejan, que de todos se distancian, y no se comprometen a esa construcción preciosa de la Patria y de la comunidad.
Hoy nuestro Señor claramente nos dice: «no sean problemáticos, no sean conflictivos, no sean soberbios, nada les gusta; si los invitamos a la alegría quieren estar tristes, si les decimos hay que solidarizarnos con el dolor no les importa, hemos cantado canciones alegres y no las secundan, hemos cantado canciones tristes y no se comprometen a ser solidarios; queridos hermanos hagamos otra vez de México un país acogedor, un país amable, no un país conflictivo, arisco, violento, hagamos de México esa casa, esa familia, ese hogar amable, lleno de la dulzura, de la ternura de la Santísima Virgen de Guadalupe. Así sea.