Miércoles de Ceniza
Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo De Texcoco
14 de febrero de 2018.
Miércoles de Ceniza
Queridos hermanos, al iniciar nuestra celebración solemne de la Cuaresma, hemos comentado que toda obra de Dios, todo servicio a Dios a través de Jesucristo, nos llena de luz, de retos, de llamados, todos constructivos.
En un primer momento al decir “Miércoles de Ceniza” pensamos en un mundo tan bello que se deterioró, que se nos vino abajo “polvo y ceniza”, y lo mismo fuimos observando, cómo la obra humana, si no cuidamos la obra de Dios, tampoco fuimos capaces de cuidar tantas obras humanas, obras de arte, obras de arquitectura, obras sociales que costaron tanto esfuerzo quedaron reducidas a la ceniza.
Al llegar al corazón del mensaje, nuestro Divino Señor nos ayuda a poner los ojos en nuestro mundo más inmediato, no hemos cuidado a la familia humana, no hemos atendido, no hemos sido lo suficientemente responsables, nobles, de cuidar a las personas, y muchas han caído en la miseria, en pobreza, pobreza extrema. Y por eso el primer llamado que se nos hizo en el Evangelio: recuperar desde elementos muy sencillos ese amor, ese respeto, ese cuidado por los que no pueden, por los que no tienen, y técnicamente a eso se le llama la limosna.
La limosna es salir, la limosna es fijarnos, la limosna es detenernos, la limosna es apoyar a nuestros semejantes, que son hijos de Dios, creados en tantas cualidades, en tantos elementos bellísimos, pero que no se han podido atender; no se han podido atender por la enfermedad, por la adversidad, por la pobreza, por la miseria. Y entonces nosotros, toda la comunidad cristiana salimos a poner un signo de apoyo, un signo de amor, un signo de reconstrucción, y a eso se le llama la limosna. Jesucristo en persona nos pidió, nos enseñó, insistió, en tener una relación personal con las personas que de uno u otro modo han caído en la necesidad, han caído en pobreza, han caído en miseria.
Hoy muchas personas no quieren, se burlan de la limosna, desprecian la limosna, y se pierden esa oportunidad tan bella de ser imagen de Dios que tiende la mano, que se acerca misericordiosamente a las personas; hoy muchas personas no quieren abrir su mano, su bolsillo, y dar un poquito de apoyo a sus semejantes, comentan: lo va a usar mal, lo va a llevar a los vicios, lo va a llevar a cosas que no son útiles; como si nosotros fuéramos los únicos que tenemos derecho a usar el dinero como queramos, a la hora que queramos y en lo que queramos, y eso es soberbia. La limosna pues, nos hace dar un acto de fe y un acto de amor en favor de nuestros semejantes.
En seguida, el texto sagrado nos invita a la oración, nos invita a la intimidad, nos invita a tener el pan del alma. Una persona sin oración, es una persona sin alimento; una persona sin trato con Dios, destruye su corazón, su corazón se le convierte en cenizas, en nada, se le muere; la oración nos vitaliza, la oración nos purifica, el trato con Dios nos ayuda a recobrar la muerte del alma, salir de la muerte del alma y recobrar ese sentido divino de estar unidos a Dios. Y claro, mis queridos hermanos, cómo se nos insiste en el valor de la oración, y es importante buscar nuestra oración personal: cultivarla, mantenerla, perfeccionarla en espacios en donde no haya contaminación, distracción.
Y también se nos invita a la oración pública, necesitamos el apoyo, la presencia, el gozo de la comunidad, necesitamos la ayuda; decía san Pablo, hay veces que no sabemos qué hacer, qué decir, cómo orar; venimos a la Iglesia, y la Iglesia nos presenta la Palabra, nos presenta los temas, nos presenta los regalos y las promesas de Dios, y entonces, el alma cobra vida. La oración es para sacar de las cenizas nuestra propia alma, sacar nuestro corazón, nuestro interior de una muerte que sin Dios, pues es fatal.
Finalmente hermanos, el ayuno también se nos pide, así como hemos de respetar los árboles, las plantas y no convertirlas en ceniza, así como hemos de respetar los patrimonios culturales y no convertirlos en basura y en ceniza, así también, respetar nuestro cuerpo; que nuestro cuerpo no reciba alimentos echados a perder, que nuestro cuerpo no reciba alimentos exagerados que lo vayan a dañar, a enfermar, que nuestro cuerpo también guarde un orden, nuestro cuerpo una disciplina, para nuestro cuerpo una sabiduría, para nuestro cuerpo también hay modestia y humildad, y entonces nosotros nos integramos maravillosamente en la obra creadora de Dios.
Interpretemos pues, nuestro miércoles de ceniza, interpretemos bien nuestro sagrado tiempo de cuaresma y, vivamos la vida que Jesucristo nos trajo. Aprendamos a vivir, aprendamos a comer, aprendamos a relacionarnos, aprendamos a trabajar y a construir un mundo que tenga las características de Dios, que es luz y que es hermosura. Así sea.