Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
“Dame de beber”. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, el día de hoy toda la Iglesia se engalana con este texto tan bello del encuentro de Jesús con una mujer extranjera, no judía, no en un templo, no en una universidad, ni siquiera en una casa, sino en el campo, junto a un pozo, “el pozo de Jacob” que será suplantado ‒Jesús se sentó sobre el pozo‒ por el pozo del Padre Celestial, Fuente de agua viva será Jesucristo, el Espíritu Santo que Él nos ha regalado. Y queridas hermanas, mis queridos hermanos, hemos de disfrutar profundamente esto, de que, porque el texto lo dice: mediodía, la Iglesia por lo general a mediodía, a las 12 del día hace el Ángelus, ‒ojalá ustedes y yo lo hagamos diariamente‒ “El Ángel del Señor anunció a María”, El Ángel de Dios se puso a dialogar con una mujer escogidisíma, consentida de Dios, la Santísima Virgen, que nos enseñará a hablar ya no con la serpiente, la mujer nueva ya no dialoga con el maligno, dialoga con Dios.
Y hay un Ángelus para esa mujer pura, limpia, buena, H Μητέρα του Κυρίου μου, “La Madre de mi Señor, la llena de gracia” toda ella agradable, Totlalzonantsin, como decían nuestros pueblos náhuatls “Toda hermosa”. Y así como Dios hizo un anuncios hermoso y feliz, el Evangelio a la Santísima Virgen, a una mujer buena, hoy, el mismo Dios en persona, en su Hijo Jesucristo, El Mesías y Salvador, hace su anuncio, su Ángelus, ‒digamos‒ a una mujer mala, ella misma lo reconoció: ‘cinco maridos has tenido, ese no es tu marido′; pero es que su marido iba a ser Cristo; al final nadie podía decir ‘yo soy tu marido′ porque no era así, que haya habido encuentros o lo que sea, pero el marido de esa mujer samaritana, ‒samaritis‒ pecadora, su marido inmortal será Cristo, Nuestro Divino Señor. Qué bueno que San Agustín dice: esa mujer es la figura de la Iglesia, esa mujer es la Iglesia que vendrá de los pueblos extranjeros, y se pondrá a dialogar, y a convivir, y a identificarse, y a ser purificada por Cristo.
Mis queridas hermanas este texto es para una reflexión infinita, lo más frecuentemente posible, porque, cómo es posible que aquel que vino a quitarnos el hambre, a quitarnos las heridas tan profundas de nuestra historia personal, aquel que vino a quitarnos la sed, pide de beber, solo Dios, solo Cristo pudo ser así, solo Cristo pudo hacer eso; Él, que vino a quitarnos la sed ‒dice san Agustín‒ está pidiendo de beber; misterio infinitamente bello, pero muy auténtico del encuentro de Cristo con el ser humano pecador, con esa mujer pecadora, que en una forma tan inteligente y deliciosa, representa la Iglesia. Esta mujer es modelo de vida espiritual, esta mujer es modelo de libertad, esta mujer es modelo de sabiduría, esta mujer es modelo de belleza y de donaire, y por eso, nosotros aprendemos de ella; primero aprendamos esta petición inmortal “Dame siempre de esa agua”, no le dice: dame agua ¡no! “¡dame siempre de tu agua!, de tu agua, de tu espíritu”, se refería Cristo al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él.
Y en segundo lugar vemos como esta mujer le plantea a Cristo la pregunta más inteligente de toda la historia de la religiones “¿dónde hay que adorar?”; es la Iglesia la que siempre dirá y recibirá la respuesta perfecta y correcta, para la adoración a Dios, como fue esa samaritana, figura de la Iglesia, la primera que conoció la catequesis, el estilo, la manera, como hay que adorar a Dios; a partir de ahora los adoradores, los que quieran llegar a la plenitud de la relación con Dios adorándolo, lo adorarán en el espíritu de la verdad, espíritu verdad, ¿dónde hay que adorar? Ningún sabio, ningún fariseo, sumo sacerdote, escriba, discípulo, jamás le preguntó, se interesó por pedirle a Jesús la catequesis de la adoración, de la vida perfecta en Dios.
Y bueno, esta mujer tiene todo un proceso: Judío, Hombre, Profeta, ¡Salvador del Mundo!, otra cosa tan original de esta mujer que nadie ‒gracias a ella‒ nadie había dado este título a Jesús: “¡Salvador del Mundo!”; se le dieron muchos títulos, san Juan de la Cruz pone 365 títulos para El Mesías, para Cristo, de muchas maneras se le puede llamar: El Emmanuel, El Mesías, El Cordero, La Puerta, El Camino, La Vid, pero el título “Salvador del Mundo” lo debemos a la samaritana; para que nosotros valorando a esta mujer, dejándola como a nuestra maestra espiritual, la hagamos llegar, identificar con la Iglesia.
Es la Iglesia la que te dirá que Jesús es el Salvador del Mundo, y te lo dirán mediante los sacramentos: el bautismo, la sagrada eucaristía, la confirmación, el sagrado matrimonio, el sagrado orden sacerdotal, la unción final de la vida; es la Iglesia la que lleva en su ser, en su quehacer, la salvación, el tesoro de la salvación que Cristo nos ha traído. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, acerquémonos pues, a Jesús a través, al estilo de esta gran mujer, que quedó como una figura inmortal de la Iglesia; démosle gracias a Dios porque nosotros somos la Iglesia, nosotros también somos esa samaritana, nosotros también podemos hacer ese encuentro, ese diálogo tan exquisito y delicioso, con nuestro Divino Señor. Así sea.