Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
XXIV Domingo de Tiempo Ordinario
11 de septiembre de 2022
“Baja del monte porque tu pueblo se ha pervertido, se desviaron”. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, como es elocuente y profunda la sabiduría de Dios a través de la escritura, a través de la santa Palabra, que domingo a domingo la Iglesia Católica recoge con tanta emoción y cuidado. Hoy, empezando por su servidor, aprendo o recuerdo este mandato, esta voluntad del Señor: “Baja del monte, busca a tu pueblo, atiende a tu pueblo, acércate a tu pueblo, no sea que se pervierta, no sea que se desvíe”; lo vemos en el Santo Evangelio también, prácticamente es el mismo mandato de Dios; “Vuelve a tu casa, regresa con tu padre, intégrate a tu familia, busca a tu hermano”,esa es la voluntad de Dios.
Y, estoy seguro que ustedes y yo vamos a disfrutar el texto sagrado del Santo Evangelio cuando, en el primer renglón: se acercaban a Jesús los publicanos y los peores, los fariseos y los escribas veían mal y criticaban y murmuraban ‹como que recibe a los pecadores ¡Mira! come con ellos›, por una parte el gran Moisés, el pastor, el liberador, el profeta, el hombre santo, el más humilde, pues llega un momento en que se aleja de su pueblo, no sabemos porque se descuidó, sí por hacer oración, por escuchar a Dios, o por un poco de fastidio que muchas veces el pueblo le ocasionó.
Y entonces digo, cuánta lección profunda para nosotros, los que somos encargados, los que estamos al frente de las personas, al frente de los niños, al frente de la familia, al frente de los necesitados, al frente de las comunidades y de los pueblos, como nos hace bien esa indicación del Señor ‹bájate, te alejaste, te subiste mucho›. Para mí Obispo, es una enseñanza preciosa, pídanle a nuestro Señor que yo la tomé muy en serio, para poder servir a mi pueblo como lo va necesitando-
“Baja del monte”, imagínense que los dirigentes, los encargados, los responsables, los jefes, sobre todo los padres de familia, los maestros, todos los que tenemos que interactuar con los demás, tuviéramos siempre esto en cuenta: “bájate, acércate, ubícate” así era Jesús; Jesús si cumplió al pie de la letra este mandato, esta voluntad de Dios, se acercaba a Él a los publicanos, a los peores, a los pecadores; convivía con ellos, comía con ellos, como los recibía con educación y ternura, los buscaba, y los buscaba hasta encontrarlos y les cargaba.
Bien sabemos en ese texto de San Lucas como ese Buen Pastor, cuando encuentra a su ovejita herida, la recoge, la sube, la pone en sus hombros, y se la lleva al redil; se enternece, corre, va en busca, en serio, de la oveja, de la moneda, de la persona que se le alejó, y lo abraza, lo besa, y le ofrece lo mejor: su túnica rica, la más rica −no dice la más elegante o la más bonita− se entiende que si es la más rica pues es la más bonita, es la más elegante; piensa en el anillo, piensa en las sandalias, piensa en la comida, el mejor becerro, la mejor fiesta, la mejor música, los mejores cantos, el banquete.
Ese es nuestro Dios, queridos hermanos, “Hijo tú siempre estás conmigo” o en otras palabras, “Yo siempre quiero estar contigo”, ese es el Espíritu de Dios, esa es la actitud de Cristo; por eso como amamos, como hemos de aprender, como hemos de vivir estrechamente unidos a Cristo, porque Él siempre quiere estar con nosotros, en favor de nosotros; como Isabel le dijo a la Santísima Virgen “¡como que la Madre de mi Señor para mí!, no tanto es conmigo, sino para mí solita, para mí todita”, la Santísima Virgen en el Espíritu de Dios, en el Espíritu de Cristo, estrechamente comprometida con aquellos que Dios le ha encomendado, o aquellos a quienes Dios los dirige.
Mis queridos hermanos, si tuviéramos este espíritu de Dios, las religiones, las Iglesias, las comunidades, el trabajo, el estudio, todas las actividades públicas, serían otra cosa totalmente distinta; por eso como necesitamos recobrar la fe, como necesitamos aprender de nuestro Dios, el único Dios verdadero, el Dios que no nos engaña, el Dios que no nos desvía o nos defrauda de lo que es nuestra felicidad auténtica, de lo que es nuestra identidad y nuestra estima que todos hemos de vivir de perdidos seremos encontrados, de muertos pasaremos a la vida. Así sea.