Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo De Texcoco

11 de febrero de 2018.

“Y se le acercó a él un leproso, suplicándole de rodillas”.

Mis queridos hermanos, como siempre acerquémonos a la Palabra Divina, pues yo creo como se acercó este leproso.

Qué crueles son las enfermedades, qué duras. Qué crueles son las respuestas que muchas veces damos a las enfermedades. Qué crueles a veces también las maneras como se tratan las enfermedades; en ocasiones, o muchas o pocas se escucha que llevas a tu mamá a una institución de salud y que te la trataron muy mal, creo que todos alguna vez hemos tenido ese tipo de experiencias.

En México por lo general, la familia es la única que resguarda, ayuda, se preocupa, apoya, porque nuestras familias siguen teniendo un sabor cristiano, un sabor a Cristo; pero queridos hermanos, hoy el texto sagrado nos hace tantas y tantas enseñanzas; este hombre despreciado, cuando leían “leproso” yo escuché “mugroso”, así eran: asquerosos, todo mundo se apartaba, como muchas veces nos apartamos nosotros de una persona que está sufriendo una enfermedad difícil; bueno este hombre se acerca, va con todo, con toda su fe, mucha confianza donde Jesús y le suplica, y dobló sus dos rodillas.

Aquí me vuelvo a invitar a mí mismo y a ustedes, que no perdamos el gusto de arrodillarnos, la cultura nos quiere quitar hasta eso; sí somos libres, dignos, hijos de Dios, sin duda, pero hay ocasiones en que es bonito tirarse, caer, caerse por humildad, por necesidad, por amor, por súplica, por lo que quieras, llamar la atención incluso a Dios nuestro Padre, a su Hijo. Qué bueno que la Iglesia católica aún conserva incluso, ese lenguaje tan calladito, de que en todos los templos siempre habrá una banca, espero que nuestras bancas de catedral sean cómodas para que se me duerman a mí, y para que cuando vengan despiertos escuchen la palabra con atención ¡no, no!, yo nunca me quejaré de mi pueblo. Pero hay un reclinatorio, hay donde te puedas arrodillar, tú te puedes arrodillar y ponerte así, en humildad ante nuestro Divino Señor.

Es delicioso tomarle ese gusto a la genuflexión, a la inclinación, “arrodillarnos”, cuando en nuestro cuartito podamos, ojalá, pecho a tierra, por tierra hacer oración; podemos nosotros renovar esa cercanía, ese calor gozoso de estar ante Dios, solo ante Él, nos humillamos, solo para Él, nos doblamos.

Nuestro señor, queridos hermanos, le ofrece inmediatamente su simpatía, le robó el corazón, le ganó, y Nuestro Señor espontáneamente también se acerca a él, lo recibe, extiende su mano, Él lo toca, le habla, lo consuela, le manifiesta ¡Sí, sí quiero! ¡Su poder infinito sana! Me permito comentar para su servidor, para mí y para ustedes: Nno perdamos esta enseñanza de Jesús: la capacidad de dar un toque personal a la vida, a las relaciones humanas”.

Hoy hay muchas instituciones ¡ya tú con que ayudes a tal institución, ya! ¡No, yo ya ayudé, yo ya cumplí!, nada, nada suple tu toque personal, tu sello, tu mirada, tus pasos, tu acercamiento, tu inclinación, tu respuesta. Hoy en la Iglesia, bueno qué bien que ya se acerca la cuaresma, y la cuaresma nos va a invitar luego luego el miércoles de ceniza a la oración, al ayuno y la limosna. Hoy muchas personas ¡no, no le des es un borracho!, pues bueno, dime quién administró, dime quién ha administrado correctamente los dones de Dios ¡Tú sí, el no! No perdamos esa fluidez, naturalidad, incluso una delicia de acercarse a una persona, saludarla, ofrecerle el propio calor, el propio toque. Eso es salud, saludar, eso es levantar el ánimo, eso es abrir y abrirnos al poder infinito de Dios, a la mirada atenta, providente de Dios, tu toque personal.

Y si no nos hemos fijado, hay que fijarnos, todos tenemos un modo, todos tenemos un estilo. No nos dejemos llevar, como hoy la Iglesia tanto nos insiste. No nos dejemos llevar de la crueldad, del egoísmo, del despotismo y menos en México, menos en México, no se vale, no se vale ser duros, no se vale ser distantes, orgullosos, eso a nadie le queda bien, pero menos a un mexicano; nosotros tenemos que continuar esa vena sabrosa que nos dejaron nuestros antepasados; yo les he comentado y lo comentaré muchas veces: qué sorpresa cuando descubrí como se saludaban nuestros pueblos náhuatl, aquí en Tenochtitlán. Cuando una persona encontraba a otra lo primero que le decía “que yo no te empuje” y el otro respondía “que tú no te caigas”, y hoy todo es empujones, como si quisiéramos empujar.

Y otra vez, la delicia de ser personas, la delicia de ser diferentes, tenemos que cultivarla para hacer relaciones humanas constructivas, para hacer un trato más agradable, eso aquí, hay un momento en que, agradable a Dios, queremos ser agradables a Dios, pues también a nuestros hermanos, sobre todo cuando adversidad, cuando enfermedad está asolando a las personas. Bueno me repito a mí mismo, debo buscar mi toque personal cuando se pueda, o hacer el esfuerzo de ir caminando en la vida con un toque personal, directo a los ojos, cara a cara, no tenemos por qué huir o porqué desconfiar o porque tener otras actitudes ante los demás.

Y bueno, hermanos también voy a esto, todas las enfermedades y todas las culturas han tenido lo que técnica o corrientemente se llama tabú, tabúes, es un tabú, ¡No, no toques!, ¡no te acerques!, ¡no vayas!, tiene esta enfermedad, tiene la otra, tiene la… más allá, tiene… no, no te obliga, ¡cuídate! Por cierto que ya que vino esa expresión ¡cuídate!, ustedes y yo, no andemos diciendo ¡cuídate!, tenemos que recuperar “que Dios te cuide”, ese es nuestro perfecto patrocinio, providencia, seguridad.

Bien pero, los tabúes, hay muchos tabúes: físicos ¡no yo! o sociales o culturales o virtuales ¡no yo esto!, ¡no yo… a mí… el no! ¡Yo esto no! eso no lo… eso no lo acepto! ¡yo eso no!, tabú. Aprendamos hoy de Jesús a romper, a superar, a brincarnos; tenemos donaire, nosotros tenemos otra chispa, nosotros pertenecemos, llevamos bendiciones inmensas, inimaginables; y lo que voy es, a decir: No seamos asquerosos, o, superemos el asco -muy frecuente- el asco, pretextos, justificaciones, distanciamientos, tenemos nosotros mucha razones para no amar, servir, quitémoslas.

Claro que una persona sana o un niño, o limpia, muy bonito, claro, pero bueno, tengamos la capacidad, miren, en México se dice: de darnos baños de pueblo; metámonos a la vida, caminemos tranquilos, contentos por nuestras calles; cuando de mí dependa, pues sí que no haya basura, que este limpio lo que este a mi alrededor, en mi espacio, tratemos de ser más limpios, tratemos de ser educados, pero no se puede vivir con tantos tabúes, con tantas barreras, con tantos ascos y razones para no hacer, y ser la familia de los hijos de Dios. Así sea.