Cuantas veces hoy nuestra Iglesia diocesana haciéndose esta pregunta que Pedro le hizo a Nuestro divino Señor; con mucha alegría, con mucha humildad pregunta a su Señor: ¿Cuántas veces tengo que amar? ¿Cuantas veces tengo que servir? ¿Cuantas veces tengo que estar cerca de mi hermano? ¿Cuantas veces tengo que perdonar? ¿Cuantas veces tengo que arrepentirme por mi dureza de corazón? como ha sucedido en el Pueblo de Dios tantas veces, tantas etapas y en tantas circunstancias.
Queridas hermanas, mis queridos hermanos, escuchemos pues a Nuestro Señor con una enseñanza sagrada que tiene ese toque profundo y ese toque infinito “Setenta veces siete”, siempre, hasta el final; si alguien nos identifica y nos hace imagen de Dios, es recoger la auto presentación número uno que Nuestro Señor hizo en todos los relatos históricos de la historia de salvación, y en todos los textos en donde se ofreció a Israel la súplica más hermosa a través de los Salmos.
“El señor es compasivo y misericordioso”, que difícil fue para Israel entender a este Adonai clemente, compasivo, tardo significa nunca hacia la ira, hacia la crudeza, hacia la violencia, hacia el desprecio a los demás; esta auto revelación de Dios empapa hoy, penetra hoy en el corazón de nuestra Iglesia Diocesana a través de esa opción, no por los pobres, opción por el Padre Misericordioso, opción por el Mesías que en pobreza, en castidad Él jamás se adueñó de nadie, jamás arrebató nada a nadie, jamás dejó de servir a todos, a sus hermanos; como estaba admirado el Apóstol principal, Pedro, cuando decía “Paso haciendo el bien, a todos tendía la mano y los levantaba”
Queridas hermanas, hoy pues, queridos hermanos nuestra Iglesia Diocesana se quiere llenar, se quiere impregnar intensamente de esa caridad de Dios, manifestada histórica, física, pastoral, espiritualmente en Cristo Jesús; también otro gran apóstol como decía ”Caritas Christi arguit nos” y eso por mil y más años la Iglesia lo repetía a cada instante, el amor de Cristo nos entusiasma, el amor de Cristo nos convence, el amor de Cristo nos impulsa, el amor de Cristo nos lleva al encuentro con los demás.
Y Por eso esta celebración también tan hermosa, que Caritas Diocesana, Cáritas Acolhuacan Texcoco quiere ofrecernos, es para que nosotros tomemos distancia de ese “siervo malo”, no queremos ser siervos malos, siervos insensibles, siervos crueles que abandonan, que se dejan ir contra los demás porque los ven más pequeños y los culpan de tantas situaciones que a nosotros nos suceden. Tu –decía en la parábola el Señor– debiste fijarte, debiste conducirte, debiste ser como yo, que te perdoné, te perdoné todo, como yo que te di todo, como yo que nunca te fiscalice en los dones que yo te daba, que te he ofrecido, y en cambio tu si exiges, tu si desprecias y castigas a tu hermano con tu dureza de corazón
¿Cuántas veces tenemos que amar? ¿Cuántas veces tenemos que servir? ¿Cuántas veces tenemos que tener el gozo y el privilegio, de estar cerca, de estar inmersos pues, en el mundo del dolor, en el mundo de las necesidades? Pues que nuestra Iglesia inspirada precisamente en Papa Francisco, y en tantos grandes servidores del Pueblo de Dios, como hay muchos Obispos; en México tenemos toda una gran Comisión Episcopal preocupada, entregada para que no se acabe el amor, para que no se acabe la delicadeza, la generosidad, la cercanía con nuestros hermanos que sufren; prueba de ello está que, tenemos al Señor Obispo Joel que con tanto entusiasmo y espíritu de sacrificio, está con nosotros para entusiasmarnos, para animarnos a nombre de los señores Obispos de México, para que tengamos este acierto evangélico tan urgente y tan bello de extender, practicar la caridad, hacer de nuestra Diócesis un espacio de misericordia, en donde Jesús pueda abrir a cada instante los tesoros del amor infinito de nuestro Padre, en Él se inspiró “Todo lo que yo les he dicho se lo escuche a mi Padre”, “Todo lo que les he enseñado, yo lo vi en mi Padre”
El Padre Dios creador de todos es el que suscita, y es el que regala siempre este gozo de amar: perdonando, comprendiendo, identificándonos, adornando la vida de todos nuestros semejantes. Pues mis queridos hermanos, mis queridas hermanas, demos gracias a Dios porque, ciertamente a partir de hoy, a nosotros nos marca en el alma esta dicha de servir y de amar. Así sea.