HOMILÍA DE MONS. JUAN MANUEL MANCILLA SÁNCHEZ, OBISPO DE TEXCOCO

1° Domingo de Adviento

01 de diciembre de 2019

“Vayamos con alegría al encuentro del Señor”. 

 

Que así sea mis queridos hermanos, que a partir de esta celebración, del primer domingo de Adviento, nosotros nos pongamos en camino hacia Dios, hacia Cristo, hacia su Iglesia católica en una forma gozosa, entusiasta, porque ahí están los lugares del amor, del perdón, de la misericordia, de la paz “Haya paz dentro de tus muros, que haya siempre el reinado del amor en ti Jerusalén”.

Queridos hermanos, 1° domingo de Adviento, y los textos sagrados nos dicen cosas muy sencillas; en primer lugar esto de que nosotros nos despertemos, que nosotros nos despabilemos, que no caminemos por la vida así como inconscientes, adormilados sino despiertos, vivos; qué bonito que Cristo a nosotros nos quiera al final ¡especiales!, que nosotros seamos personas diferentes, especiales, y no que nos dejamos llevar por lo que pasaba en tiempos de Noé, ‒Nuestro Señor lo dice con mucha claridad‒ antes del diluvio la gente comía, bebía, se casaba, los casaban, compraban, vendían y el diluvio barrió con todos ellos porque andaban ocupadísimos en sus negocios y no miraban hacia arriba o no miraban su conciencia, y entonces los llevó, los arruinó a todos.

Ahora Nuestro Señor nos pide estar bien atentos y nos pide que cuidemos la casa –el padre de familia no debe descuidar nunca su casa, si descubre un boquete, rápido taparlo porque el ladrón le llega y por ese boquete le quita todas sus pertenencias‒. 

Fíjense que bonitas imágenes, Dios nos quiere en la casa, quiere que tengamos lo necesario en la casa, y que cuidemos lo que el trabajo, y sobre todo la providencia de Dios, nos han regalado; que tengamos ese sentido de protección y también de uso y de disfrute tranquilo, así, muy despejado de las cosas que Nuestro Señor nos da; no hacer las cosas mecánicamente, no llevar la vida en rastras sino con mucha chispa, el Señor así nos quiere. 

A mí me agrada bastante que el Señor repita gregoreite gregoreite, ¡velen, atentos, estén despiertos! ¡fíjense!, que no los engañen, que no se los lleve la corriente, porque hay muchas mentiras históricas, hay muchas mentiras culturales, hay muchas mentiras sociales, populares; por ejemplo les digo en tiempo de Navidad me gusta tomar algunos dichos para que se vea que la llegada de Cristo cambió las situaciones, por ejemplo “piensa mal y acertarás” ese dicho nadie lo contradice, todo mundo “piensa mal y acertarás”, y en la Iglesia, y eclesiásticos, y gente muy preparada, y maestros -dicen- “piensa mal y acertarás”. ¡No señor! Desde que llegó Cristo el bien se nos ha regalado en una forma espléndida, Jesucristo es bueno y nos trajo el bien, el bienestar de Dios Nuestro Padre y nos quiere buenos, y hay opción y conocimiento del bien y del mal. 

Finalmente llegó el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal, y entonces nosotros estamos unidos a esa sabiduría deliciosa de Jesucristo Nuestro Señor que nos hace optar por el bien desde dentro, no decir –este, bueno yo trabajo, yo cumplo, hago obras buenas‒ ¡No! nada de “piensa mal y acertarás”. ¡No! el bien nace en tu conciencia, el bien se construye intelectualmente con sabiduría, el bien se construye en el alma, en el corazón, los sentimientos. Fíjense “piensa mal y acertarás”, pues es que tu pensamiento, que tu corazón, que tus pasiones, que esas sean las que te dicten por dónde caminar, qué decidir. ¡No señor! nada de “piensa mal y acertarás”, ¡no!, vamos a buscar la bondad infinita.

¡Maestro bueno!, ustedes lo saben, en el Evangelio cuántas veces las personas tuvieron que decir “Maestro bueno”. Maestro, sabemos que eres bueno y que haces y que enseñas el bien y dices la verdad, ¡dinos la verdad! -y por eso les digo- hay muchas mentiras históricas, culturales, sociales y nadie se detiene a reflexionar y a poner un alto a todo eso; por ejemplo la tecnología, claro que es un bien, sin duda es un bien, pero es un bien que hay que usarlo con buen espíritu, con buen entendimiento, con buena circunstancias, con buenas finalidades, aprovechando bien todo eso para no dejarnos envolver en tanta maldad que se puede hacer a través de la tecnología.

Queridos hermanos, gregoreite, es despiertos, atentos; fíjense si entre nosotros fuéramos más atentos, si entre nosotros fuéramos más cuidadosos, piensen en la familia, en la familia muchas veces descuidamos a personitas que ahí están y que están sufriendo o que necesitan algo y no nos damos cuenta, ¡No! gregoreite, despierten, fíjense, vivan intensamente la vida, ya es hora que despierten del sueño ‒dice hoy el apóstol san Pablo‒ ya no se queden aletargados, no, levántense y báñense y arréglense, caminen, no como en la noche, que como decimos “de noche todos los gatos son pardos” y también eso no debe ser cierto; también en la noche nosotros o donde sea debemos caminar con decoro, con dignidad, entonces ¡ya! caminen como en pleno día con dignidad.

Bueno mis queridos hermanos y, ¿cómo podemos nosotros recibir ese espíritu, como podemos empaparnos en verdad de la mística que el Señor nos dice? “Vamos a la casa del Señor”. En la iglesia siempre se te dará una perla preciosa, una enseñanza infinita, una sabiduría trascendente “Vamos a la casa del Señor”, y vamos con alegría a la casa del Señor, jubilosos dice el salmista; desde la puerta fíjate a dónde vas, dese el ingreso quítate las sandalias porque este lugar es Tierra Santa, aquí tu no mandas, aquí no traigas tus venenos o tus maldades, aquí es la casa del Señor; desde la puerta, desde tus atrios “prepárate, porque vamos a la casa del Señor” y vamos a escuchar y vamos a convivir con las tribus, con las tribus del Señor; así se nos ha ordenado y lo vamos a alabar, alabaremos el nombre del Señor, y también buscaremos la justicia, la honestidad, ahí están los tribunales de justicia. Que haya paz en este lugar, que todos los que te aman disfruten la paz desde las paredes hasta el techo y los pisos, que haya paz porque estamos con los hermanos, y gracias a los hermanos nosotros disfrutamos esa paz de Dios.

Bueno queridos hermanos, este es el Adviento, todo un espíritu, todo un nuevo estilo de ser, y también al final, pues ven, ven, ven, le decimos a Cristo hoy con solemnidad “Ven Señor Jesús”, pero también aprendamos a decirles a nuestros semejantes, vecinos, parientes, seres queridos o no tan queridos, aprendamos a recibirlos, a invitarlos, a integrarlos a nuestra vida ¡ven! es lo más dulce que puede pasar en la vida, que te digan ¡ven! La cosa peor es que te digan ¡vete! lárgate, no te quiero ver, me voy ahí te quedas. La Iglesia hoy al iniciar el año litúrgico ¡ven! que venga Dios, que Él nos dirija, que Él nos ilumine, nos gobierne, que nos dé el buen gusto de la vida; que vengan nuestros hermanos, que vengan las tribus del Señor, que vengan nuestros semejantes, que vengan los niños, los jóvenes, las personas mayores, las familias; ¡vengan! hacemos juntos la casa del Señor y la comunión con Dios nos llena de alegría y de paz. Así sea.