Celebración de acción de gracias por el 105 aniversario de la Unión Femenina Católica Mexicana
Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo De Texcoco
Celebración de acción de gracias por el 105 aniversario de la Unión Femenina Católica Mexicana
09 de septiembre de 2017
“Venga, aclamemos al Señor, acerquémonos a Él. Démosle gracias”. Así hemos iniciado, mis queridos hermanos la respuesta de la Iglesia a Nuestro Señor, a su Palabra, a su obra y hacemos muy nuestro el espíritu del Salmo 94, “que toda la Iglesia comienza a disfrutar a partir de esta obra. ¡Vénganse!, esto es la Iglesia; esto han sido los distintos grupos de la Iglesia: una invitación constante, un provocar para que vivamos, caminemos, trabajemos, estemos juntos.
Ustedes saben que muchas veces la respuesta es difícil, pero ¡qué bueno! que la Acción Católica, siempre ha sido eso: “vengan”, invitar, ofrecer la tésera, hacer la teseración, agremiar a nuevas personas -hasta la fecha- “vengan, vengan, vengan”; venimos con el Señor, venimos a escucharlo, venimos a aclamarlo, venimos a celebrarlo, venimos a obedecerlo. Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo, somos sus ovejitas, y pues, ese espíritu queridos hermanos puede ser modestamente pero sigue siendo el de nuestras asociaciones, de nuestros grupos y de nuestra muy querida Acción Católica Mexicana.
Y bueno, hoy aquí se dan algunos matices para este tipo de reuniones. Con que adoremos, con que bendigamos al Señor, con que nosotros estemos con un corazón dispuesto, pidiéndole que no nos quite la alegría de celebrarlo, de escucharlo; la alegría de estar en su casa, la alegría de ver a nuestros hermanos, y que eso, pues engrandezca nuestros corazones, eso es también de los objetivos que nosotros perseguimos al buscar al Señor.
Que nuestro corazón no se muera, que nuestro corazón no se endurezca, recuerden que todos tenemos ese peligro: ser duros de corazón. Hoy lo vemos a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional, cómo la crueldad se convierte en violencia, cómo la violencia se convierte en tragedia y cómo, pues, todo eso al final en derramamiento de sangre. ¿Por qué? Porque hemos dejado que el corazón se endurezca, porque nos hemos hecho sordos a la voz del Señor, porque nos hemos hecho rebeldes, nos rebelamos como el día de Masá en el desierto, -cuando nuestros padres empezaron a dudar de Dios, empezaron a retirársele y entonces pues, vino una serie de cosas malas para el pueblo de Dios-.
Que nuestra Acción Católica siga en ese espíritu; ¡vengan!, ¡juntémonos!, ¡hagamos familia!, tratemos de compartir la fe, la Acción Católica tiene mucho: lo de la formación de las personas, tiene mucho: lo de la educación de las personas, educar el alma, educar las costumbres, educar los modales, educar en todos los aspectos, y pues, no caer en esa dureza que nos margina, que nos aisla y que nos hace extraños unos a otros.
Vamos pidiéndole a Nuestro Señor, pues, mis queridos hermanos que este salmo siga inspirando el alma verdadera de la Acción Católica y de todos sus miembros; una búsqueda profunda, una búsqueda bonita, una búsqueda humilde de nuestro Padre Dios y una confianza, incluso que se asome a la alegría de estar con Dios, a la alegría de escucharlo, a la alegría de obedecerlo, a la alegría de servirlo, a la alegría de adorarlo; y como tanto nos recomienda el salmo “pónganse de rodillas, adórenlo, bendíganlo, Él es nuestro Pastor y nosotros somos sus ovejitas”. Esto en la primera parte del texto sagrado que hoy se nos regala, mis queridos hermanos.
Asomémonos también al Santo Evangelio, veamos cómo en el Evangelio siempre hay una preocupación muy grande por el hermano ¿cómo está tú hermano?, ¿dónde está tú hermano?, ¿en qué condiciones esta tú hermano?, fue incluso la primera pregunta de Dios al ser humano ¿dónde está tú hermano?, ¿qué dices de tú hermano?, y por eso hasta la fecha también nosotros siempre hemos de tener una referencia a un hermano, siempre hemos de tener cuidado de alguien, hemos de buscar siempre estar juntito a alguien.
Miren en esto, bueno Nuestro Señor Jesucristo es el modelo supremo que vino a ponerse junto a todo ser humano, Él vino a plantarse, Él vino a acompañar, Él vino a peregrinar con todo ser humano -sea la condición que sea y tenga la disposición que tenga- Nuestro Señor camina, Nuestro Señor se identifica con los niños, se identifica con las mamás, se hizo presente en el seno, en el corazón de la Santísima Virgen. Nuestro Señor se presentó en el Santuario, se presentó en las calles, se presentó en las plazas, se presentó en el lago, se presentó en los rediles de ovejas. Nuestro señor acudió a los sembradíos. Nuestro Señor acudió a los hogares, total, a todas partes, en el río, en el monte, en el lago. Nuestro Señor se hizo cercano buscando a sus hermanos: ¡Aquí estoy!, como dice la carta a los Hebreos: “Aquí estoy con mis hermanos, los que tú me diste”.
Bueno, hoy el Evangelio nos vuelve a insistir que nos parezcamos a Cristo, que imitemos a Jesús en esa preocupación por el hermano, y que cuando descubramos que hay algún pecado, alguna falta, pues inmediatamente ayudemos, que inmediatamente nos involucremos en humildad pero en una educación muy profunda.
Qué bueno que para ustedes y para mí, queridos hermanos, hoy se nos ofrece esta palabra: “Mira, busca a tu hermano y plática con él a solas”. Cómo es bonito ese método de Nuestro Señor, cómo es de veras agradable el espíritu de Nuestro Señor, nunca echar en caballo, nunca descartar personas sino, bueno acerquémonos a las personas: es mi hermano, él puede entender, él se puede corregir, él puede reaccionar, él puede abrir su corazón al espíritu, él puede recoger la gracia de Dios, entonces vámonos acercando, despacito, vámonos acercando con modo, vamos buscándole para que él mejore su corazón y su conducta, y lo podamos salvar; de hecho ese es el gran objetivo: ¡salvarás a tu hermano!, que te ayuden, que te ayuden también los que son sus amigos, tus amigos, ayúdate y no pierdas ese espíritu de estar convencido, de que Dios triunfa, y de que Dios realiza su obra en todos los corazones. Ustedes y yo pues, recojamos, pues esa recomendación de Nuestro Señor para estar al pendiente, para ver las necesidades, para ver lo que podamos hacer en favor de aquellas personas que encontremos.
Luego, hay un momento en que Nuestro Señor nos da una enseñanza infinita: “todo lo que ustedes arreglen aquí en la tierra, también quedó arreglado en el cielo, y todo lo que ustedes aquí en la tierra detengan, pues queda detenido también en el cielo”. En pocas palabras mis queridos hermanos, fué sorprendente que desde que llegó Cristo, el cielo, los cielos se abren desde la tierra. Ahora, el cielo lo abre Cristo, los pasos, la encarnación, el nacimiento de Cristo, el bautismo de Cristo, la oración de Jesús, la transfiguración, la cruz de Cristo, la resurrección de Cristo abre los cielos. Es un hombre, el Hijo de Dios hombre, el que abre el cielo.
Pues hoy, se nos da un segundo mensaje así de fascinante como el primero, así como desde Cristo se abren, así como para Cristo se abren los cielos, ahora también nosotros los cristianos, podemos abrir el cielo. Desde aquí podemos adelantar las experiencias celestiales, por ejemplo, si tú perdonas, si tú perdonas a tú hermano, el cielo te respeta, el cielo te apoya, el cielo obedece esa acción en favor de tú hermano; si tú desde ahora le dices ¡está bien, perdón, ya no hay problema, ya no te voy a reclamar, yo no te voy a acusar!, el cielo recibe esa actividad, esa disposición como algo sagrado, que se tiene también que respetar también en el cielo.
Creo que sí, debemos alegrarnos mucho con esta noticia del Santo Evangelio y practicarla, hacerla, no dejemos que las personas carguen, que las personas lleven, pues, nuestro rencor o nuestra dificultad en comprenderlos, en absolverlos; sí, el sacerdote absuelve, claro, él tiene el ministerio, él tiene la dirección de la comunidad, tiene la gracia profunda del espíritu, pero también los cristianos, también los que han amado a Cristo, también los que escuchan a Cristo, también los que se adhieren al espíritu de Nuestro Señor llevan ese poder sagrado de mejorar, arreglar muchas cosas que aparecerían casi hasta imposibles.
El tercer momentito del Santo Evangelio, queridos hermanos es: pónganse de acuerdo, pónganse a orar y ahí estoy yo, yo estoy con ustedes, yo apruebo, yo apoyo las súplicas que ustedes hagan al cielo, lo que ustedes le pidan a mi Padre, si lo hacen en acuerdo, en solidaria oración, yo vengo y refuerzo, y yo vengo e intercedo, y yo consigo de mi Padre eso que ustedes están pidiendo. Sigamos pues valorando la oración en común, sigamos valorando las actividades de la Iglesia, las propuestas de la Iglesia, los espacios de Iglesia, porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos.
Por lo tanto, nunca, nunca existirá en la Iglesia esfuerzo menor, nunca será despreciable en la Iglesia actividad que hagan dos o tres en nombre de Jesús; nunca quedará infecunda, nunca será estéril la obra, el sacrificio de dos o tres que se reúnan en el nombre del Señor, y que invocan al Padre y le ofrecen su corazón, las súplicas que quieren hacer en favor del mundo, en favor de los semejantes, o en favor de las familias y comunidades.
Bendecimos pues a Nuestro Señor, porque a nosotros nos ha dado estas opciones, porque nos sigue motivando a que no perdamos la confianza del estar juntos. Es como cuando una persona dice ¡no, yo creo en Dios, yo hablo con Dios, yo me entiendo con Dios! sí, pero eres como una hojita, pues si, en un primer momento, qué bonita una hojita de un árbol, qué bonita, tiene figura, tiene color; pero se marchita, se cae. Qué bien las hojitas pegaditas al árbol, qué bien las personas unidas en comunidad, en cofradías, asociaciones, en grupos apostólicos, porque entonces son plantita, son una matita, son un arbolito de Cristo que va a dar mucho fruto. Así le pedimos para la Acción Católica, que siga siendo un arbolito plantado en la casa del Señor.
Así sea.