Miércoles de Ceniza
“Regresen a mí, de todo corazón”
Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
06 marzo de 2019
Miércoles de Ceniza
“Regresen a mí, de todo corazón”
Mis queridos hermanos, qué alegría para nosotros tener esta oportunidad tan bella de iniciar un tiempo sagrado en una forma tan digna, en la casa grande de la Diócesis, escuchando la Palabra y recibiendo la luz, de las más profundas que pueden existir en un itinerario espiritual. El día de hoy, nosotros recibimos una claridad, una inmensa sabiduría como regalo de Dios para conducirnos en la vida.
Comienzan los textos sagrados invitándonos –o mejor‒ ofreciéndonos la oportunidad de regresar a Dios, caminar con Dios, no atrevernos a vivir sin Dios, tener muy en serio la presencia de Dios; y el Santo Evangelio nos dice algo espléndido «un Dios Papá, un Dios que desde antes de que tú existieras ya estaba dispuesto a darte lo mejor, a establecer contigo vínculos que nunca se romperían, a tener conductas que te llenaran de luz, de paz, incluso de felicidad».
“¡Conviértanse!”, vénganse con Dios, vénganse conmigo, yo los saque de Egipto de la esclavitud para traerlos a mí, que no fuera el faraón el que les organizara la vida, que no fuera el faraón el que anduviera decidiendo a cerca de ustedes, que no fuera el faraón el que el que los tuviera en su puño. Yo los he liberado de la esclavitud, era cruel, era muy inconsciente, muy absurda la forma como el faraón injustamente los trataba, los saque para que vinieran a mí.
Mis queridos hermanos, al iniciar la Cuaresma, este debe ser para nosotros el principio, debe ser la ley fundamental, la búsqueda más profunda, la actitud de parte nuestra, más sencilla ~volver a Dios, estar con Dios, sentir a Dios, caminar con Él~ ¿Por qué mis queridos hermanos?, porque si no estamos, porque si no valoramos a Dios, no valoramos a nadie; si no nos importa Dios, no nos importa nadie, y por eso lleguemos rápido a algo esencial en nuestra fe cristiana; a partir de Jesucristo, el encargado de traernos la presencia de Dios, el Espíritu de Dios, el corazón de Dios, a partir de Jesucristo Dios está con sus hijos, Dios está con los pobres, Dios está con los necesitados, Dios está con los antipáticos, Dios está con los abandonados; por eso vean cómo el texto sagrado de san Mateo, dice: “Tengan cuidado y hagan bien sus obras de piedad”; este término “piedad” significa un gran obsequio y una forma muy educada de tratar a los papás y de los papás a los hermanos, y de los hermanos a los familiares, y de los familiares a los vecinos, y de los vecinos a todo ser humano.
“Piadosos”, no descarados, no marginadores, no distantes; el piadoso es una persona delicada, obsequiosa; y luego empieza inmediatamente “cuando des limosna”, qué quiere decir, ¿por qué es lo primero que nos pide?, porque nos hemos olvidado de mucha gente necesitada –los necesitados no te preocupan, no te interesan, has guardado, has ido acumulando, has hecho proyectos muy egoístas, ¿vas hacia Dios?‒ ¿has decidido caminar hacia Dios?, sé compasivo, tienes que ser sensible, tienes que saber compartir y ya en eso estás encontrando, en eso estás honrando, agradando, cumpliendo el deseo de Dios; que quiere que todos sus hijos tengan lo necesario para vivir, que tengan las satisfacciones mínimas como sería el alimento, que tengan el vestido, que tengan el conocimiento, la convivencia digna que ellos necesitan para manifestarse como hijos de Dios.
Limosna, compasión, ayuda, tengan una disposición muy seria en apoyar, en fijarse en los demás y no con exhibicionismo, no para recibir aplausos, no egoísmo, el egoísmo los está marginando, los está secando; el gozo de ver feliz, el gozo de tener a tu hermano en buena condiciones. Oración, ¿ustedes viven en una superficialidad?, ¿ustedes viven en una forma irresponsable?, entonces hay que hacer oración, porque la oración te planta auténticamente en el universo de Dios, y entonces ya no vas a ser hipócrita, falso, ventajoso; vas a ser una persona muy autentica, muy honesta.
Por eso mediten, escuchen, aprendan las cosas divinas, para que ustedes ante Dios sean honestos y sean muy honestos con los demás; van a ser muy buenos amigos, van a ser muy atentos, van a escuchar, van a saberse relacionar en una forma constructiva, y entonces “vete a hacer oración con Dios, ante tu Padre”, ahí no mentirás, ¡Él menos, nunca te mentirá, nunca te engañará! y entonces, tú ya no engañarás, tú ya no te aprovecharás de nadie jamás.
Ayunen. Bueno, ha habido exageraciones, ha habido inversiones irresponsables de los bienes y solo has pensado en ti, y ahora conviene disciplina, porque muchos hermanos tuyos padecen hambre, tienes que compartir el pan, tienes que aprender a buscar la salud, a buscar incluso la felicidad de tus hermanos, guardando tú más disciplina, y que eso no lo hagas con tristeza, que eso a ti no te cauce dolor, ¡felicidad! Como si estuvieras acercándote a una fiesta, es una fiesta servir, es una fiesta amar, es una fiesta compartir, es como si te pusieras perfume. Cuando tú estás pensando en el bien de tu hermano estableces felicidad, estableces un ritmo festivo, alegrísimo, por eso cuando ayunes no te pongas triste, no estires la cara, no andes queriendo apantallar, no quieras esconderte, o hacerte el interesante, ¡no! al contrario, perfúmate la cabeza; Dios te da felicidad cuando desde el orden, desde la disciplina de tu propia vida, vas causando beneficios a tus semejantes.
Mis hermanos, el sagrado tiempo de la cuaresma nos saca del egoísmo, y nos saca de las equivocaciones, y nos saca de las malas conductas, y nos saca de muchas desviaciones fatales que al final nos pueden perder en la vida, y encontramos a Dios, y encontramos el amor, y encontramos la sabiduría de la conducta, encontramos a Jesús que es nuestro único camino, que es nuestro único maestro, que es nuestro único hermano, que con autenticidad nos va dando los itinerarios y los modos de los desplazamientos y movimientos espirituales que debemos hacer en la vida.
Demos gracias a Dios mis queridos hermanos, porque el día de hoy nosotros tenemos esa oportunidad gozosa de encontrarnos con Dios y recibir su propia luz, su propia sabiduría, su propia santidad. Así sea.