«Y se transformó delante de ellos». Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, en la Catedral de Texcoco, en la Solemnidad de la Transfiguración del Señor.
Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo De Texcoco
06 agosto De 2017
“Y se transformó delante de ellos.”
Como espero la historia ese momento mis queridos hermanos, aparece bien claro hoy, en el texto del profeta, que podemos llamar: el profeta de la historia, filosofo, Daniel, es un recuento, un repaso de la historia, y encontró que no se puede llamar historia humana, y por una razón, porque ha sido muy tenebrosa, muy cruel, un imperio sobre otro, contra otro, y al final todos dejan un mal sabor al pueblo, a la gente sencilla, porque se trata de guerras, devastaciones, derrumbes, pobreza, y una serie de problemas muy grandes, pero en el fondo es la crueldad.
El profeta Daniel se preguntaba ¿cuándo miraremos, cuándo veremos que esta historia es humana? no bestial; de hecho el profeta Daniel es de los profetas junto con Ezequiel que nos hablan de bestias, que dragones, que leones, que aves, o también otro tipo de animales carniceros, muy crueles, crueles, bestias. ¿Cuándo aparecerá alguien con rostro humano, cuándo daremos a la historia un rostro humano? ¿quién nos enseñará a disfrutar esto que se llama “ser humanos” los seres humanos?
El profeta Daniel estaba en esa reflexión cuando Dios le concedió que se abrieran los cielos, y que de allá bajara alguien con rostro humano, ¡y que rostro!, un rostro lleno de luz, hoy eso es lo que celebra la iglesia, un rostro que ilumina, un rostro que produce emoción grandísima, éxtasis, arrobo. Pedro, Santiago y Juan se quedaron atónitos, nunca habían visto un rostro tan resplandeciente, nunca habían visto vestiduras, imagínense los contrastes ¡rostro como el sol, vestiduras blancas como la nieve! no hallaban como descifrar, como explicarse esa visión y quedaron fascinados ¡qué bueno es estar, como quisiéramos estar siempre aquí!.
Pues queridos hermanos, hoy a todos nosotros nos debe consolar, a nosotros nos debe dar mucha paz eso de que Jesucristo, después San Pedro lo diría en una forma tan modesta pero tan apropiada “Es una lámpara que ilumina nuestra obscuridad”. Jesucristo siempre tendrá un rostro resplandeciente para ti, para los seres humanos, para las culturas, para las religiones, para todos los hombres, que bueno que usamos este término, de buena voluntad.
Y lo necesitamos hoy mis queridos hermanos, porque hoy, bueno hablemos de México, muchos rostros están deteriorados, hoy en México los rostros van perdiendo su chispa, su gracia, su sonrisa, su alegría, su expresividad, son rostros inexpresivos, rostros adustos, incluso amenazantes, deformados, así estamos haciendo el rostro con esta cultura sin Dios. Cristo tenía en plenitud a Dios, su rostro era resplandeciente, expresivo, motivador, lleno de luz.
La iglesia, y yo sé que ustedes y su servidor, hoy le pedimos a nuestro Padre que nunca caminemos sin Cristo, que nunca perdamos a Jesús, nosotros tomemos en serio esa invitación del Padre ¡Este es mi Hijo, este es mi Hijo muy amado, yo estoy muy contento con él, escúchenlo! péguensele, hagan propio su destino, su vida, su doctrina, todo lo que él es, recójanlo, disfrútenlo, aprovéchenlo, este es mi Hijo, él les va a dar mucha garantía, él les va a dar mucha seguridad, él les va a dar mucha paz, mucha felicidad.
Jesús pues, mis queridos hermanos, y hoy la iglesia como lo disfruta, nos mostró su rostro, y ahí nos estaba mostrando el rostro de Dios. Dios tiene rostro, Dios es expresivo, Dios mira, Dios escucha, Dios habla, y Dios nos ha hablado en Jesucristo y Dios nos ha mirado y nos seguirá viendo en Jesucristo, y Dios nos seguirá escuchando en Jesucristo, y porque no, Dios nos ira sonriendo.
Hace poco he comentado a los jovencitos que recibían el sacramento de la confirmación, con una sonrisa, les decía ¡me encanta, recibes el Espíritu Santo con una sonrisa, que Dios te sonría toda la vida. De ahí yo saco para mí y para ustedes la conclusión: Cuando vengamos a la iglesia, cuando escuchemos las cosas de Dios, que eso nos emocione y nos ayude a sonreír, hay que sonreírle a Dios, hay que sonreírle a su mundo, hay que sonreírle a su amor, a su misericordia, a su palabra, a su sabiduría, a su Hijo muy amado, porque Dios tiene rostro. Y entonces queridos hermanos, pues, habrá expresividad, habrá proyección, habrá comunión, dará gusto estar, no hoy, que todos nos queremos ir, nos queremos ir ya, nos queremos ir de aquí, nos queremos ir de allá, de más allá, somos migrantes del alma, por eso, que bueno hermanos que la fe nos convoque, que la fe nos una, que la fe nos dé un solo corazón y una sola alma.
Por ultimo mis queridos hermanos, no quiero terminar este momento tan bello de compartir con ustedes, sin decirles: aquí en Texcoco se enseñó, aquí en Texcoco se dijo, aquí en Texcoco se luchó, se buscó porque el pueblo tuviera rostro y corazón. Educar, amar, es dar rostro y corazón. No hay algo más hermoso en una persona que tenga rostro, corazón; también si quieren, que dé la cara y que actué, como Salomón había dicho “con un corazón atento”, un corazón respetuoso, xayakatl, hoy, xayakatl rostro, yóllotl corazón, xayakatl yóllotl, rostro corazón.
Que nuestros niños tengan rostro corazón, que no existan esos rostros fatales esos rostros inexpresivos porque no hay yóllotl corazón, crezcamos, pidamos corazón, y entonces se transformara nuestro pueblo, recuperara su rumbo y su destino. Así sea.