Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo De Texcoco

05 De Noviembre De 2017 

“Todo lo que les digan, háganlo y guárdenlo, pero no imiten sus obras”.

Mis queridos hermanos, si vieran la vergüenza que se siente estar aquí bajo esta palabra; si vieran ¡qué poca cosa!, ¡qué nada!, ¡qué chinche!, ¡qué!, ¡pónganle muchas palabras! siente el Obispo al escuchar estas palabras que hoy hemos todos, con reverencia escuchado, y que les pido supliquen a Dios, el Obispo ponga cuidado, el Obispo escuche, el Obispo se ponga muy en serio bajo la enseñanza, el mandato, el espíritu de esta palabra.

Hoy se trata de dirigirnos a los sacerdotes. Hoy esta palabra se dirige a los líderes de santidad, de justicia, de amor, de verdad, y ciertamente sin merecerlo. El Obispo todos los días tiene que decir -y con todas sus fuerzas ante el pueblo- para Dios: “indigno siervo tuyo”, este indigno siervo tuyo, soy yo su servidor; confieso que me queda el saco, me queda perfectamente, todo, cada una de las partes que se han proclamado el día de hoy. 

“Han apartado del camino”. Cuántas veces no habrá habido personas que se aparten por culpa de este Obispo, personas que ven que no está bien esto, que no está bien dicho lo otro. Confieso, me arrepiento, pido perdón a Dios, pido perdón a ustedes por las veces en que se han apartado del camino y han tropezado por culpa mía.

“Han anulado la alianza que hice con la tribu sacerdotal de Leví, por eso yo los hago despreciables y viles ante todo el pueblo”. Si un día a ustedes les nace insultarme, pídanle a Dios que me humille, que recoja eso en humildad y en súplica a Dios para que me ayude a conseguir misericordia, a conseguir perdón, a conseguir su gracia como pasó a muchísima gente, en concreto, por ejemplo, al rey David: el día que lo insultaron, el día que le echaron tierra en la cara, el rey David aguantó, ofreció a Dios, se humilló y Dios lo volvió otra vez a elevar, a colocar en el trono, esto en lo que se refiere a la primera lectura mis queridos hermanos, profeta Malaquías.

Quiero también asomarme junto con ustedes al texto del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses “cuando estuvimos en medio de ustedes, fue tan grande nuestro cariño por ustedes que hubiéramos querido entregarles no solo el Evangelio sino también nuestra propia vida”, pues con humildad también les digo, esto es cierto, cuántas veces en la oración el Obispo suplica a Dios que cuide, proteja, llene de bendiciones a su pueblo; yo les aseguro que por la misericordia de Dios tenemos los mismos sentimientos del apóstol, al amanecer es lo primero que hacemos, es lo primero en lo que pensamos, en el pueblo de Dios.

A mí me ha tocado estar en las diócesis, bueno soy de la diócesis de Matehuala, de San Luis Potosí, soy de la diócesis de Cd. Obregón, soy el quinto obispo de Cd. Obregón, y ahora inmerecidísimamente Obispo de ustedes, Obispo de Texcoco, y puedo asegurarles que no doy un paso sin pedir a Dios bendiciones, gracia, bondad, luz, consuelo, salud para mi diócesis, para todos ustedes. Quisiera ser como una madre, si yo pudiera encontrar o cuando encuentre a personas que sufren, si me emociona abrazarlos, me emociona consolarlos, me emociona acariciarlos y porque no, también les hemos dicho “hijos” y hemos querido entregarles también nuestra propia vida porque son sumamente queridos, su Obispo los quiere; cuando puedo escucharlos, los escucho; cuando puedo detenerme, me detengo, esa es mi intención, detenerme siempre ante mi pueblo. 

Y de hecho, ya lo digo, porque he de caminar con el corazón en la mano, hasta hace poco sufro cuando me piden entrevistas; me piden entrevistas, a ver, muchas veces no estoy, recuerden que tengo noventa parroquias, recuerden que hay muchísimos grupos y pendientes, y he oído, sufro cuando alguien me dice ¡pues pedí cita y hasta tal fecha o no se me concedió”, entonces de ahora en adelante, yo daré las indicaciones de que cuando su servidor pueda estar en la oficina, conforme vayan llegando los iré recibiendo, como lleguen, porque los protocolos muchas veces son vicios, muchas veces son injusticia, entonces cuando el Obispo esté, conforme vayan llegando.

Así pasa en mi Catedral, así pasa en mis movimientos normales, encuentro una persona, si puedo saludarla o si ella me detiene, me detengo, así trataré de hacer el protocolo de mis entrevistas en la oficina de la Catedral, como vayan llegando las personas tendrán acceso al Obispo. Simplemente el Obispo está, el Obispo trata de recibirte, el Obispo trata de escucharte, todos son mis hijos, todos son mis hermanos y mejor es eso, ¿qué días está el obispo?, ¡va a estar estos días, o va a estar este día, puede de tal hora a tal hora! ustedes lo pueden entender y entonces nos sujetamos a la naturalidad, si con toda naturalidad de como vayan llegando las personas, los hijos muy queridos, que el Obispo los pueda atender. 

No solamente hemos querido dar el Evangelio, también hemos querido darles nuestra propia vida, y por eso quisiéramos multiplicar nuestros esfuerzos, nuestras fatigas y trabajar para bien de ustedes, y pues no serles una carga para cada uno de ustedes. También muchas veces nos molesta, nos duele que algunas personas digan: ¡va a venir el Obispo, tenemos que hacer esto y lo otro!, o se pide dinero. A nadie le he dicho que pida dinero con ocasión de mis movimientos, a nadie, ni le diré. Me ha dolido que en el mercado ha habido personas que van en nombre del Obispo pidiendo, ¡eso no es cierto! Jamás a nadie le he pedido esa tarea: pedir dinero para el obispo, porque a nadie le he cobrado ni pienso hacerlo, no cobrar, sépanlo, lo digo porque así muchas veces ha sucedido, sucede, de que tal vez con buena intención, tal vez con un corazón bueno pero en el método equivocado, verdad, se puede usar la imagen del Obispo para eso.

Bendito Dios, la Providencia es infinitamente espléndida con todos -ciertamente conmigo- y a propósito de las lecturas, lo comento como una exigencia propia para mí. Cuando alguien diga ¿en qué te ayudo? es distinto, les agradezco, todos nos necesitamos, ustedes lo saben, y es la cosa más limpia que alguien te diga ¡te apoyo, te ofrezco, estoy al pendiente!, bendito sea Dios, eso también es muy delicioso.

Queridos hermanos, el Santo Evangelio, pues, es un universo muy grande pero en pocas palabras nos pide, a mí me pide no ser soberbio, no ser falso, no ser duro de corazón, no tener ostentación, no tener ambiciones, no tener títulos, sino caminar en la bondad, en la verdad y en la rectitud, lo pido para mí, suplíquenlo para el Obispo, para los líderes, para los encargados, los padres de familia, los papás también puede pedir mucha bondad, mucha rectitud y mucha sabiduría.

Por eso el Evangelio, llega un momento en que dice, que al final sí se necesita, siempre, todos, un padre y es Dios, todos necesitamos salir de la mentira y necesitamos tener sabiduría, para ello sí necesitamos maestros, sí necesitamos, pero que el gran maestro sea el Mesías, Jesucristo, nuestro Divino Maestro. El divino Maestro, Él siempre nos dirá la verdad y siempre nos conducirá a la sabiduría, porque a veces somos necios, todos, cuando menos acordamos, hacemos cosas ridículas, necias, necesitamos un maestro, corrección, el camino de la verdad, el camino de la sabiduría, y luego perdemos el rumbo, necesitamos el Espíritu Santo, un guía, el guía supremo es el Espíritu Santo, la Iglesia así lo vive y así lo siente.

Pues, queridos hermanos, yo me quiero dejar tocar por esta Palabra, quiero suplicarle a mi Divino Señor que me mantenga bajo esta disciplina, bajo esta conducción tan sobria, tan hermosa, al final tan espléndida para alegría, para felicidad de las personas, de las familias de noble corazón que peregrinan en nuestra diócesis de Texcoco. Así sea.