Homilía Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
“Se quedaron con Él, aquel día”. Que delicioso es el Evangelio mis queridos hermanos, mis queridas hermanas cuando lo escuchamos a la luz de la fe, y dentro de la Iglesia de la comunidad cristiana: “quedarse con el Señor” es un llamado, es un estilo, es una costumbre de la Iglesia, buscar su cercanía, su presencia, “estar con Él”; de hecho el verbo meinen en griego significa aventar, el aparejo y todas las cargas que uno lleva, como el burrito cuando llega al corral de la casa, que como se siente feliz, como se sacude el aparejo cuando ya terminó la jornada en que tenía que cargar.
Todos llevamos muchas cargas, de una u otra manera la vida nos va cargando. Hubo una vez alguien que quiso burlarse de un jorobado, y alguien le dijo: ‘jorobado′ ‒¿te escandaliza, te admiras de él esté jorobado?‒ todos acabamos jorobados por la vida. Nuestro Señor vino pues, a liberarnos de esas cargas, de las cargas del alma, de las cargas del espíritu, de las cargas del recuerdo, de la conciencia; cuantas cosas nos remuerde y las traemos para todos lados y… Por eso el Bautista cuando dice: “¡Miren! Él es el Cordero de Dios” que quita las cargas, quita la más fea, la del pecado, y te da respiro, y te da aire, y te da libertad, y te da la paz.
Felicidades, queridas hermanas, mis queridos hermanos, porque ustedes durante estos días se acercaron a Cristo para exponerle su vida, sus necesidades, el peso de la vida; estoy seguro que cerca de Cristo y después de este encuentro tan bonito con Cristo, ustedes caminarán con mejor respiro, con un buen aliento, incluso con entusiasmo, como los pastores que regresaron a sus rebaños alabando a Dios, cantando, brincando, glorificando al Señor, porque habían visto a Jesús Niño; a ellos se les entregó un niño.
Anciano, el anciano Simeón, Ana, tuvieron en sus brazos un niño, esperaban el Reino de Dios y se les dio un niño; otras personas recibirán un Cristo que sufre, un Cristo crucificado, un Cristo muerto como Nicodemo, como José de Arimatea, que esperaban el Reino de Dios, y solo recibieron un difunto en ese momento −al final sabemos− Cristo resucito y nos quitó, todas las cargas del tiempo, de las fatigas, de los desencuentros y pues, de nuestras miserias.
Queridos hermanos, acerquémonos a Cristo, quedémonos con Cristo, invitemos a muchos a estar cerca de Cristo, como lo hizo Andrés que llevó a su hermano Simón, como lo hizo Felipe que llevo a su amigo Natanael, y así, tantos discípulos que fueron atrayendo, que fueron acercando a Cristo a muchas personas, y esas personas son inmortales, como Bernabé que llevó a Saulo, como Bernabé que acercó a Juan Marcos para que fuera uno de los testigos privilegiados de Cristo.
Queridos hermanas, queridos hermanos, Cristo es el Hijo de Dios, Cristo es la respuesta de Dios a todos los obstáculos, a todas las amarguras, a todas las cargas que nosotros podemos llevar; ustedes estuvieron a sus pies, un día −como san Juan− estarán en el pecho de Cristo. Así sea.