Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco

 Oficios Litúrgicos del Viernes Santo

 

02 de abril de 2021

 

“Este es el hombre”. Mis queridos hermanos, con palabras tan sencillas la Sagrada Escritura nos presenta el culmen de la vida de Jesús hombre, conforme vaya pasando su vida descubriremos, claro que es un hombre, se encarnó, estuvo en el vientre de una mujer, nació; y por cierto desde que nació, la Santísima Virgen y San José, de un lugar sucio, de un lugar, en donde sólo estaban los animalitos, lograron hacer un hogar, un espacio calientito, lleno de la luz de la vida, de la luz del amor. Y a lo largo de su , Nuestro Señor, camino estuvo con nosotros “hombre”, lo dice claramente el procurador Romano “verdadero hombre”, y de todas las realidades, realidades absurdas, de realidades tristísimas, desde la miseria, de todas las condiciones de enfermedad, de dolor, de desesperación, de confrontación, de pleitos, de todas esas realidades, Jesús fue haciendo una familia, unos discípulos, unas personas libres, sensatas, nobles, e incluso acogedoras; y por eso a lo largo de su vida, no sólo reconstituyo, sano muchos cuerpos, desde arriba abajo, sino que también consoló, iluminó, lleno de gozo y sabiduría muchas almas,

 

Al final de su vida mis queridos hermanos, lo celebrábamos el día de ayer, Jueves Santo, cuando sobre Él se deja venir la etapa más difícil y triste de su propia vida, Nuestro Señor, lejos de correr, lejos de amenazar, lejos de tomar actitudes como las que nosotros tomamos muchas veces,+ de enfrentar con violencia y de ponernos caprichudamente en contra de los demás, y de descalificar, Él preparó una cena en un espacio acogedor, amable, con detalles finos, exquisitos, delicadísimos, y pues precisamente ahí, por ejemplo, Él lavó los pies a sus discípulos, Él les ofreció y les enseñó a partir el pan, Él los dejó con una copa de vino, como había dicho el salmista, “copa de salvación”: salvación, triunfo, victoria, éxito, en el momento más obscuro de su vida; así Jesucristo fue cómo vivió esos instantes fatales, que para nosotros quedan como, un modelo perfecto de vida, de salvación, de presencia amorosa de Dios.

 

Y por eso mis queridos hermanos, vemos como Jesucristo Nuestro Señor, puede ser llamado como el evangelista San Juan que es el que nos ha proclamado la pasión, “Él es el Salvador del mundo”, fue dicho claro, a propósito de su encuentro con una mujer extranjera, con una mujer samaritana, que descubrió en Él a un profeta, pues en verdad al Hijo de Dios, al que nos había traído la verdadera adoración, el verdadero conocimiento de Dios, “Aquí está el hombre”, este hombre queridos hermanos, nos quitó la fatal tentación de vivir como animalitos, de vivir como tiranos, de vivir arbitrariamente, de vivir como esclavos, de vivir como ignorantes; y de ese Pilato, “este nos enseñará a ser hombres”; cómo se vive, cómo se enfrenta, cómo se resuelven las situaciones humanas más terribles, como son precisamente las del pecado, las de la miseria, las de la enfermedad, las de las ofensas. Jesucristo muere pues, vive y muere cómo el hombre impecable, como el hombre perfecto, que nos salvó de vivir no sólo como animalitos, sino también como bestias, como seres absurdos, que todo lo apoyan y lo resuelven con la violencia y con la muerte.

 

Y en esta etapa, finalmente Pilato dice: “este es su Rey, aquí está su Rey”, «no digas que es nuestro Rey, no escribas que es nuestro Rey»; lo escrito, escrito está, y Jesucristo mis queridos hermanos, nace vive y muere con una grandeza, una actitud, con un carácter, con un espíritu sublime, majestuoso, lleno de hermosura y lleno de gracia como el de un rey; y hasta su túnica impresionó profundamente a los soldados y ellos dijeron «no la toquemos, no la rompamos, es un tesoro, mejor juguemos a suertes, a ver a quién le toca». Queridos hermanos, que dicha para nosotros, que hemos tenido el privilegio de conocer a Jesús, saber que, su persona, su esencia, su itinerario, su personalidad, su destino, es el nuestro; Jesús nace y se desenvuelve como verdadero hombre, con Jesús da gusto ser persona, ser humano, creatura, Hijo de Dios; en Jesús nosotros encontramos algo inimaginablemente grande, cómo es la divinidad, ser hijos de Dios, la vida eterna, el triunfo, la gloria; es la razón por la que hoy la Iglesia cuando habla de la muerte de Cristo  ─ siempre lo dirá en el Canon Romano ─   “su muerte gloriosa” y el Centurión Romano, inspirado por Dios  tendrá que decir: «verdaderamente este Hombre, es Hijo de Dios».

 

Y ahí está mis queridos hermanos, la dicha, la esencia, de nuestro ser de cristianos, hombres, reyes, hijos de Dios, santificados por el sacrificio de la Cruz y cubiertos con su sangre preciosa. Démosle gracias pues, mis queridos hermanos, a nuestro Padre, porque a nosotros nos ha permitido llegar al espacio, llegar al lugar donde se encuentra Jesús; y no sólo quedar purificados de nuestros pecados, y tener la capacidad de vencer la muerte, sino sobre todo, quedar bendecidos, enriquecidos, por su gloria, por su santidad, por el triunfo inmortal de su entrega total en el amor.

 

Pues que ustedes y a mí, queridos hermanos, Nuestro Señor en ese sentido, después de ser discípulos y seguidores fieles de Cristo, se nos concede este privilegio de decir «¡cumplí!, todo está cumplido, cumplí, cumplí y deje que Dios cumpliera en mí su propósito, su misión, su deseo»; por eso Jesús siempre será el Hijo muy amado de Dios; sea también para nosotros mis queridos hermanos, la persona más amada, la persona más buscada, más respetada y obedecida, la persona más llena de luz, la persona más inspiradora, Nuestro Divino Señor y Salvador. Así sea