Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Solemnidad de la Ascensión del Señor
16 de mayo de 2021
“Vayan por todo el mundo”. Mis queridas hermanas, mis queridos hermanos, hoy la Iglesia, tal vez con la nostalgia de los mismos Apóstoles, ve que su Señor sube, que nos deja, no vemos ya su presencia física, nunca lo veremos ya, como se dice, en carne y hueso, porque ha subido a lo más alto del cielo, al trono de Dios, a la derecha de Dios; y ciertamente, como que no hemos logrado superar esa subida de Cristo al cielo, porque no entendemos que Él dijo ‹No los dejaré huérfanos› nos dejó al Espíritu Santo, nos dejó a los Apóstoles, nos dejó profetas, nos dejó maestros, nos dejó catequistas, nos dejó a personas que se preocupan por la comunidad, nos dejó personas que están al pendiente de los que sufren, nos dejó personas comprometidas con la maldad, contra la maldad; y eso es lo que nosotros como Iglesia cada día debemos valorar, estudiar y, poner a trabajar pero en una forma seria, en una forma profunda.
Ustedes ven, y a mí me ha impresionado ver en la Carta del Apóstol San Pablo a Los Efesios, cómo lo primero que nos dice el Apóstol es, que nos dejó los dones del Espíritu Santo, ‹sean siempre humildes, sean siempre amables, sean siempre comprensivos, sean siempre pacientes, sopórtense, a muchas personas no quieran cambiarlas, aprendan a caminar con ellas, aprendan a convivir con ellas›, con el respeto, con la paciencia y la caridad ustedes les hará mucho bien, y también podrán recibir de esas personas, pues muchas bendiciones y sorpresas; por eso dice el Apóstol ‹Esfuércense en estar unidos, en estar en paz›; y primero nos da como esos dones del Espíritu Santo, y luego ya, pone rostro a los dones del Espíritu Santo, como hemos dicho, pues nos dejó con una Iglesia muy rica, digámoslo siempre, a través de la presencia viva del Espíritu Santo. Pero a esos dones, a esa bondad infinita de Dios en Cristo Jesús, se le añaden los rostros del Apóstol, del Profeta, del evangelista, del Pastor, del maestro, del catequista, y del médico que se preocupa por la salud.
Pues así queridos hermanos, es como nosotros hemos de ver y de disfrutar esta subida de Cristo al cielo, y ser muy honesto y agradecido para poder decir: “y a mí, ¿qué carisma me dejó?, ¿qué compromiso tengo yo?, ¿en qué lugar debo ubicarme?, ¿cuál es mi aporte que yo debo dar a mis hermanos, a la humanidad, a la iglesia? Y quisiera pues, hacer un recorrido de esas últimas palabras que Nuestro Señor nos dirigió en este Evangelio de San Marcos el día de hoy, “Vayan por todo el mundo” ¿por qué esa expresión de Nuestro Señor? porque hay muchas zonas descuidadas, hay muchos espacios abandonados a los que nadie quiere ir, a los que nadie se quiere asomar, que no nos interesan; el Papa Francisco llama a este universo de vacíos o de problemas, le llama “las periferias”, quiere que nosotros seamos Iglesia que se asoma, que convive, que ofrece, que se compromete con todas las periferias.
Y no se trata solo de zonas geográficas, se trata de zonas humanas; hay muchas personas que están, pues no sólo atrás, sino muy atrás, no sólo lejos, sino muy lejos, no sólo necesitadas, sino muy necesitadas; Cristo dice “por todo el mundo”, que les interese hacer presencia, que les interese buscar, que les interese comprometerse en esos lugares con los que nadie quiere estar comprometidos, porque no nos traen cosas redituables: zonas abandonadas, personas en marginación, personas con carencias. Qué bueno es que Nuestro Señor, con su sabiduría infinita nos dejó este compromiso ‹vayan, muévanse, háganse presente, Yo estaré con ustedes, Yo actuaré›, no piensen que se quedara su trabajo infructuoso, no crean que nadie les va a hacer caso, que siempre les va a ir mal, ¡No! Yo estaré con ustedes; el Espíritu los está acompañando, el Espíritu hará que todo eso florezca, el Espíritu hará que haya frutos, va a haber satisfacciones incluso, por eso, pero muévanse, “Vayan por todo el mundo”.
Bueno aquí también hay una lectura para mí, y para ustedes mis queridos hermanos, puede ser que en nuestras mismas familias, hay áreas que no queremos ni siquiera tocar, que no nos atrevemos a mirar, que ahí no queremos colaborar; entonces pues, que en nuestras familias no se vayan quedando personas rezagadas sin los beneficios que nosotros hemos recibido, sin las cualidades o los recursos que nosotros hemos recibido, ‒verdad‒ que seamos capaces de ser fraternos, que seamos capaces de ser generosos con muchas personas que, pues están en esos lugares no muy agradables.
Enseguida Nuestro Señor dice “Y prediquen el Evangelio”, ¿porque el Señor quiere que nosotros hablemos, que prediquemos?, porque hay mucha ignorancia, porque hay mucha mentira, porque hay mucho desconocimiento y mucha falsedad; y en ese mundo de la ignorancia, se cometen muchos errores, en ese mundo se hacen, suceden cosas, incluso atroces; cuántas veces al tomar la policía a personitas que secuestran, personitas que cometieron crímenes horrendos, ellos, lo primero que dicen ‹a mí nadie me enseñó, a mí nadie me previno, a mí nadie me educó, yo no sabía, yo pensé que yo podía ganar dinero fácil, yo pensé que podía tener dinero rápido, yo pensé que eso se valía›.
Hay mucha ignorancia queridos hermanos, y repitamos, por la ignorancia, sufre y muere más gente, que por la violencia, que por las guerras; nos impresionan mucho que la primera, que la segunda, que la tal guerra, que tal conquista, que tal batalla… y que murieron, y que sufrieron, y que destruyeron; pues, se sufre, se destruye, se daña más, con la ignorancia, la ignorancia es un mal sordo, un mal silencioso pero qué, causa daños y estragos con repercusiones muy graves. “Prediquen el Evangelio”, saquen a las personas de la ignorancia, del analfabetismo cultural, del analfabetismo social y familiar, ofrezcan la verdad; ustedes conocen la verdad y la sabiduría infinita, hoy sabemos perfectamente que se llama Jesucristo, en Jesucristo está la verdad, conozcan la verdad, y la verdad los hará grandes, los hará gozosos, los hará libres; Nuestro Señor esto nos lo explico cuando Pilatos le pregunta, ¿y qué es la verdad? pues la estás viendo, la verdad tiene rostro, la sabiduría tiene rostro, se llama Jesucristo el Hijo de Dios, que está en medio de ustedes.
Y así queridos hermanos, “predicar”, tener un amor muy grande por la verdad, tener un compromiso muy serio con la sabiduría, y eso mitiga el sufrimiento y previene de la muerte a tantas personas; que la gente crea, ¡si, en Dios, en Cristo, en su Espíritu en, su Iglesia! pero también se trata de una educación para la fe humana, para la fe en las personas, para la confianza, producir confianza, y dejarse beneficiar con la confianza que nos tienen muchas personas, “confiar – creer”, una persona que se ejercitó en la fe en los demás, es una persona pues digamos, muy rica, es una persona muy valiosa, es una persona con muchos aportes, es una persona que va sembrando el bien ‒pues casi diríamos‒ a cada instante, porque lleva esa capacidad de producir confianza. Primero he dicho y lo repetiré, ‹en Dios, no hay cosa más deliciosa que confiar, creer, creerle, creer a… creer hacia Dios, hacia su universo tan rico, expresado en Jesucristo, expresado en el Espíritu Santo.
“¡Arrojen demonios!” ustedes van a poder con los demonios, contra los demonios, contra las víboras, hay mucha víbora, hay mucho veneno, mucha serpiente; ustedes, van a ser capaces de luchar contra toda maldad, ustedes saben. por eso el término demonio, la maldad tiene rostro, también la maldad tiene manos, tiene pies, poca conciencia, poco o nada corazón, ‹ustedes, si me obedecen, si permanecen conmigo, podrán, contra el mal›, contra todo tipo de maldad, la que viene de arriba, o la que parece muy alta y e inalcanzable, los demonios, y la que se arrastra, y la que no se ve a primera vista, las víboras, las serpientes, ¡ustedes podrán contra demonios, contra serpientes, contra venenos!
Hermanos, tenemos que hacer una Iglesia viva, alimentada de esta Palabra, al alimentarse de la Palabra nos alimentamos del Espíritu, van en nosotros creciendo, aspectos nuevos, estilos nuevos; por eso dice “hablaran lenguas nuevas”, ustedes serán muy creativos, ustedes serán muy cercanos, ustedes serán verdaderamente eficaces cuando quieran hacer el bien, ustedes tendrán la forma de hacerlo y de defenderlo, y por qué no, de expresarlo. Hay muchas divisiones, muchos distanciamientos e incomprensiones, hay mucho capricho, hay muchas crispaciones; como a veces hemos pensado ustedes y yo, casi uno se quiere hacer de esa cultura, o dejarse llevar por esa cultura de la desconfianza, del pensar en que, siempre estoy ante un enemigo, ante un adversario, ante un personaje nefasto ¡No! queridos hermanos, Nuestro Señor con su Espíritu nos asegura que nos podremos comunicar, si no pude a través de la mirada, si no lo logré con la palabra, pues lo lograré con la sonrisa, lo lograré con la actitud, con mis movimientos, con mis oraciones, con mi vida interior, lograré sembrar un lenguaje de amor y de esperanza a mi alrededor.
Sean pues diferentes, irradien el amor de Dios; esto es lo que Nuestro Señor llamaba ‹Hablarán lenguas nuevas›; vayámonos ahorita a China, a la India y, a ustedes les entenderán una sonrisa, a ustedes les entenderán una reverencia, a todos nos entenderán una postura; ahí empieza el lenguaje que verdaderamente comunica, en ese seguimiento y en esa obediencia a Cristo Nuestro Señor. “Impongan las manos a los enfermos”, hay mucho dolor, van a toparse con muchos enfermos, ustedes metan las manos, y meterán el alma, y meterán recursos, y meterán esfuerzos para que no haya tanta enfermedad, o tanta angustia en la enfermedad. Queridos hermanos, Jesucristo Nuestro Señor es pues, un himno a la cercanía, a la verdad, es un himno a la alegría, es un himno a la santidad, Jesucristo Nuestro Señor es un himno a la salud, a la comunión; pidámosle en este domingo que toda su Iglesia católica, se comprometa a ser cuerpo de Cristo, ojos de Cristo, manos de Cristo, pies de Cristo, corazón de Cristo. Así sea.