A continuación te ofrecemos la transcripción del mensaje de este domingo.
Homilía de Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Texcoco
Solemnidad de Corpus Christi
16 de junio de 2022
“Denles ustedes de comer», «Pueden comer de todos los árboles del jardín, menos del árbol de la ciencia, del conocimiento del bien y del mal, pueden comer la hierba y también los animales». «No es bueno que el hombre este solo». Podemos decir que estos son los dos primeros mandamientos o las dos primeras ofertas, dones de Dios al ser humano, «que tenga vida»; y aquí la vida se recibe desde el alimento.
Hoy sabemos que es toda una ciencia la gastronomía, el saber comer, en todo lo que se refiere a ese universo que es tan bello; los cristianos -sí, lo tomamos en cuenta- pero con asombro descubrimos, que Dios sobre todo a lo que se refería era al Pan, al alimento y a la bebida, el vino, sobrenaturales, «Pan Divino» era lo que en realidad le interesaba a Dios ofrecernos.
Y por eso, toda la historia está llena de esa lucha por el pan, de hecho, pan – lejen, da origen a una palabra pues terrible milhamá – guerra, como que esa es la única guerra que está permitida: la guerra contra el hambre, la guerra contra la soledad, la guerra contra lo que es exterminación, exterminio, y por eso queda lejen – pan; que la guerra se convierta en una lucha pacífica para conseguir la vida. Todavía en griego agonía, significa el esfuerzo supremo que hace el hombre por defender la vida.
Bueno tenemos la imagen tan bella de Melquisedec que hoy se nos ofrece, un personaje misterioso, sacerdote dedicado al Dios altísimo, que reconoce en Abraham la elección divina, y por eso le regala pan y vino y la bendición; eso no se repite mucho en la historia de la salvación, pero queda como algo emblemático inmortal e inolvidable. Ahora será Jesús el que salga a ofrecer a sus Apóstoles y a su pueblo, a toda la humanidad, el Pan y el Vino; y otra sorpresa, el Pan es su Cuerpo, y el Vino es su Sangre.
También Israel soñó con tener algo poderoso, elocuente, para dar gracias a Dios, y se le respondió ‹Toma la copa, levántala y declara que Dios te ha dado una vida libre de enfermedades, libre de maldades, y felicítalo, y aclámalo, y declara que Él es la fuente de toda salvación›. «El Señor es mi heredad y mi copa», volverá a decir el Salmista, ‹El señor es mi Pastor y prepara una mesa, y no solo me da el pan y el vino, la copa, sino además el perfume›.
Y todo eso queridas hermanas, mis queridos hermanos, es para que nosotros entendamos la misión tan bella de Jesús; el alimentarnos para la vida eterna, el unirnos «que el hombre no esté solo», que se ponga a la mesa y que parta y comparta el pan, que lo reciba de Dios y que también de sus hermanos, «Denles ustedes de comer».
Pues hoy que celebramos el Sagrado Cuerpo y Sangre de Cristo, todos nosotros aprendamos, valoremos el estar a la mesa en acción de gracias, pensando en Dios, levantando los ojos a Dios, y también poniendo la mirada en nuestros hermanos: que coman, que no les falten las fuerzas, que no les falte la compañía, la alegría, para que se cumplan esos dos mandatos de Dios; que el hombre no muera y que el hombre no, que ningún ser humano este solo, para eso está la comunidad, para eso está la Iglesia, para eso está la mesa, y para eso está el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Nosotros tenemos que seguir estudiando el valor de esta propuesta y este regalo de Cristo que escandalizo y enojo mucho a los judíos, en cambio los Apóstoles es lo que recogieron con más atención: el mandato del Señor «Coman, beban juntos mi Cuerpo y mi Sangre en memoria mía, glorificando al Padre y apoyándose entre ustedes» -y de hecho Nuestro Señor dice que fue la ilusión más grande de su vida, ponerse a la mesa y comer con sus discípulos- Los Apóstoles instituyen la Eucaristía para la Iglesia Universal, y comenta el autor de Hechos de los Apóstoles, que entre las comunidades que ellos formaron se veían cosas admirables como la oración, como oraban, convivían y comían su pan con alegría.
Que todo esto inspire nuestra vida, ciertamente la vida de la Iglesia, pero que también inspire la vida cotidiana, que nosotros ayudemos a que tantas personas que sufren puedan comer su pan con alegría adorando a Dios y pensando en Jesús. Así sea.